La Gomera (IX) / Tobogán de verdes

Parque Nacional de Garajonay en La Gomera

Román Delgado

Las Palmas de Gran Canaria —

La Gomera es una isla de intensidades en verde, de maravillas encerradas en relieves accidentados. En ella está el magnífico Parque Nacional de Garajonay, un inmenso bosque de laurisilva (el más importante de Canarias y quizá de toda la región macaronésica) que también es Patrimonio Mundial de la Unesco.

Desde lo más alto de este espacio protegido, desde el pico de Garajonay, con 1.485 metros de altitud, se puede iniciar una excursión inolvidable que simula la caída por un tobogán con punto de partida en la cumbre de la Isla Colombina y con lugar de llegada en la playa del valle de Hermigua, con sus piscinas naturales; sus antiguos prismas, que sirvieron de embarcadero, y su playa siempre amenazante. Antes, queda todo un recorrido lleno de acordes de agua libre, de pájaros silvestres, de masa arbórea y arbustiva propia e irrepetible y de paisajes lindos, singulares e inmensos en las medianías accidentadas del norte de La Gomera.

Y todo como si de un viaje en tobogán se tratara, desde lo más alto de La Gomera al mar, siempre siguiendo la dirección del curso de agua continuo del barranco de El Cedro, desde las primeras pendientes de Garajonay hasta el lecho casi plano característico en las inmediaciones de la costa, muy cerca de la Hermigua de playa, que la hay alta, baja y de playa. Son tres en una.

El que antes no se haya adentrado en el bosque de laurisilva de Garajonay entenderá de inmediato por qué la primera visita sólo se puede considerar un primer contacto. Garajonay no se puede ver de una vez ni de mil. Es la masa arbórea y arbustiva que más secretos encierra y que más difícil de conocer es en poco tiempo. De ahí que la primera excursión en su seno sólo pueda considerarse un primer contacto, algo que se queda retenido en la memoria como algo inolvidable.

La subida a Garajonay, que es bien sencilla desde la carretera general que cruza el parque nacional en dirección a Valle Gran Rey, tiene mucho interés porque permite, si el mar de nubes se porta bien (lo ideal es iniciar el paseo muy temprano, para tener más opciones de poder ver la isla limpia de nubes), divisar desde lo más alto grandes espacios de la isla, en especial la cobertura vegetal que forma el Parque Nacional de Garajonay y las vertientes pronunciadas con sus heridas de barranco y roques o diques, más la silueta del Teide en la isla vecina de Tenerife, e incluso la hermana El Hierro.

Desde la cumbre de la isla se vuelve al asfalto y desde éste es sencillo conectar con el sendero que lleva, por el interior del bosque, a la ermita de Lourdes, en primer lugar, y luego al caserío de El Cedro, desde donde ya se toma el camino hacia el valle de Hermigua, más conocido por todos. Primero, la Hermigua alta, luego la media y después la playa. Antes, tras dejar atrás la laurisilva y el riachuelo más sonoro, paisajes de fayas y brezos (de monteverde) y de canteros con cultivos propios de las medianías: papa, millo, vid y algo de huerta. Al fondo, otra vez verde, esta vez el de la platanera, que inunda el lecho y las laderas de los tramos medio y bajo del barranco de El Cedro, hasta el lugar en que éste acaricia la otra agua, la salada marina.

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