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Mirada fotográfica a una Barcelona dispersa

Fotografía de Roc Herms, el Antisónar.

Sergio Collado

La exposición fotográfica A cop d’ull que puede visitarse en el Palau de La Virreina de Barcelona hasta el día 16 de marzo busca sintetizar la “cultura visual fotográfica reciente en Barcelona”, como su subtítulo anuncia, y va del fotoperiodismo, de la imagen de moda, del arte contemporáneo a la documentación fotográfica aunando fotógrafos y temas con una variedad ingente.

La actual propuesta, que aporta un posible tejido fotográfico en la creación de la trama cultural de la ciudad, no busca “la idea Barcelona” sino “el vector barcelonés”. Pensada a la manera de una antología de los últimos 10 años del imaginario visual archivado en la producción local y la ciudadanía, da la sensación de haberse quedado corta a la hora de dotarse de contenidos o de haber alcanzado muy bien la idea de heterogeneidad.

Parte de un muy buen concepto y con cierta ambición: plantear la pregunta de si “es posible hablar de una identidad visual en Barcelona” y de saber si hay “una mirada diferente desde las prácticas fotográficas locales que informen de una serie de representaciones comunes también diferenciales”. En general, si se deja de lado la valoración de cada uno de los trabajos de los diferentes fotógrafos y se fija el objetivo en qué aportan al elemento en estudio, se necesitaría saber el criterio de la elección de estos por encima de otros descartados previamente de las salas del palacete.

Más allá de la sensación de arbitrariedad en el conjunto, hay trabajos interesantísimos y esa quizá sea la excusa para visitar la exposición: estupendos fotógrafos nos muestran instantáneas que no necesitan del discurso que las envuelve en este caso. Nombres como Txema Salvans, Consuelo Bautista, Rosa Puig, Kim Manresa, Sandra Balsells, Álvaro Sánchez-Montañés, Gerard Estadella, Samuel Aranda, Miguel Trillo, Hernando Toro Botero y Fernando Moleres, entre otros, colman las paredes del cubo blanco del Centre de la Imatge.

Somera mirada a la exposición

Repasamos algunos momentos expositivos no de forma exhaustiva y paramos en algunos de sus 11 bloques. En un primer bloque está dispuesto lo que se supone la génesis de esta identidad moderna de la imagen local recuperando fotografías de Miserachs, Català-Roca, Pomés... Un prólogo que da un salto a la propia exposición y que deja en el aire obviadas décadas que iconográficamente han dejado su rúbrica en el presente.

Las movidas culturales de masa tienen su puesta en escena en el apartado Ceremonias comunes, dónde se junta desde el teatro hasta los macrofestivales. Ahí, las imágenes del Sónar no son las más significativas –sobre todo por ser en blanco y negro– y sorprende, para bien, que figuren las del Antisónar con su expresividad; mientras que se encuentra a faltar, por ejemplo, el despliegue antropológico, disperso y visualmente enriquecedor del Primavera Sound. Asmismo conviven la repercusión de la época gloriosa del gran último Barça de Pep y faltaría alguna manifestación, las Fiestas de La Mercé...

En Dramatis Personae, si bien están representados los alcaldes y presidentes de La Generalitat, se olvida la oposición y los elegibles que inundan banderolas y opis en las campañas y el día a día restándoles el fuerte peso fuerte en el recuerdo retiniano con la variedad de formatos. También están algunas figuras de la cultura, en las que no están representados otros personajes que inundan la iconografía de la gente que aún está por cumplir los 40 y ha moldeado el imaginario. Jóvenes actores, la irrupción de grupos como Manel que vinieron a reforzar masivamente la última y potente ola de música del terruño o retratos de personajes televisivos o radiofónicos que aparecen en autobuses, vallas publicitarias, revistas.

Vemos en otro bloque (La ciudad como imagen y Presente perfecto) algunos procesos bien retratados como las nuevas comunidades que se están haciendo hueco en nuestra sociedad pero no la repercusión que han tenido asimismo fenómenos como la movida de Erasmus –de juventud en sentido amplio– o la reciente inmigración de gente no desamparada, que no vive en suburbios, que no aparece en los medios pero sí camina junto a nosotros.

Por su lado el trabajo de recuperación de memoria histórica en La imagen-documento, es importante desde una perspectiva social y política. ¿Realmente aporta algo de forma específica al territorio visual? ¿Cuál es su encaje en la presente exposición? ¿No han quedado grabadas más fuertemente en nuestra retina las instantáneas del 11M y de la confrontación con la policía, la imagen de una Barcelona agitada como aquella no habla con más intensidad plástica de nosotros mismos?

En el terreno del arte contemporáneo, representado en los bloques El paisaje y su doble y Explicar con la imagen, cuenta con protagonistas del tipo Joan Fontcuberta , Hannah Collins, Álvaro Sánchez-Montañés o Joan Morey. El bloque es lo que es y representa bien la dispersión de discurso y falta de anclajes que ya vive esta disciplina en sí, lo que no es tarea fácil en asuntos de comisariado de exposiciones.

Difícil encaje de bolillos

En la exposición A Cop d’ull no sabemos si se trata de lo visto en Barcelona por cualquier persona de a pie, de si el protagonista de las imágenes debería ser el “plató” Barcelona o de si son las imágenes producidas por fotógrafos barceloneses para consumo nacional o for export. Ahí quizá hubiera habido una forma de acotar contenidos y de dar mayor definición a la muestra. Se mezcla todo y se pierde en la dispersión. Una muestra que da la sensación de ser parcial e inconclusa y que necesitaría anunciar Un a cop d’ull II y en Un a cop d’ull III.

No hay pretende una respuesta canónica, ni una tesis y volvemos a las preguntas que se lanzan desde la exposición y que cada uno debe responder, ¿las imágenes que se ofrecen resumen realmente al concepto Barcelona como cultura, geografía, sociedad, productora o marca?

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