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'Dones en Xarxa' promueve los derechos de las mujeres y apuesta por su empoderamiento usando las TIC. Cree en el potencial de internet para alcanzar la igualdad efectiva.

Hace diez años …

Maria Dolors Renau

Aquí envío algunas reflexiones escritas, ahora hace diez años a raíz de la presentación por parte del gobierno socialista, de la Ley integral sobre la Violencia contra las Mujeres. Es interesante reflexionar- pasados ya esos años y después de su aplicación práctica- sobre cuestione que siguen estando presente en nuestra sociedad. Y que señalan caminos por los que hay que seguir transitando… El cambio producido en estos años, es innegable, sobre todo en el discurso social que ha pasado de creer más o menos normal la violencia contra las mujeres ( ahí están los proverbios, canciones, bromas y prácticas que lo acreditan…) hasta obtener un rechazo frontal no solamente por parte de grupos de mujeres, sino por toda la sociedad y , lo que es todavía más significativo por la mayoría de los hombres y por los grupos de hombres que específicamente rechazan identificarse con una virilidad que incluye la violencia como uno de sus rasgos más distintivos… Los cambios sin embargo, no han alcanzado al fondo de la cuestión y ahí están los hechos para demostrarnos que siguen muriendo mujeres por la violencia de los hombres, que siguen siendo maltratadas y que la violencia impera en la vida cotidiana, como manifestación- una entre tantas- de una cultura patriarcal que no cesa…El cambio producido en estos años, es innegable,Los cambiosno han alcanzado al fondo de la cuestión

Las reflexiones que siguen, aun escritas a raíz del Proyecto de Ley y de las razones expresadas por sus oponentes ahondan en el problema de fondo: la desigualdad que sigue existiendo. Y el diferente sentido que a esta palabra da la derecha y la izquierdala desigualdad que sigue existiendo

Algunas de las reacciones producidas por el Proyecto de ley integral sobre la Violencia contra las mujeres muestran la fuerza y el arraigo de las más ancestrales resistencias de nuestra cultura patriarcal. Resistencias ante medidas orientadas a defender específica, concreta y eficazmente un derecho fundamental de las mujeres, frecuentemente vulnerado por algunos hombres. El derecho a ser tratadas con todo respeto físico y psíquico , a poder ejercer sus derechos iguales a la libertad dentro o fuera de su vida familiar, como personas libres e independientes… Parece como si al poner de relieve la vulneración comprobada de este derecho y proponer medidas específicas y concretas para corregirlo, se estuviera cuestionando ni más ni menos la calidad humana de todos los seres humanos masculinos, rozando una muy sensible terminal de su identidad, de su dignidad.

Tal vez lo difícil sea admitir la existencia de una situación estructural de desigualdad real y la necesidad de tomar medidas para remediarla. Esta reacción recuerda a otras anteriores relacionadas con medidas que otorgaban ventajas a las mujeres ante la insuficiencia de los principios teóricos de igualdad que rigen nuestras democracias. Son acciones positivas aquellas orientadas a convertir en “efectiva y real” la posibilidad teórica de igualdad de oportunidades. Se trata de tomar medidas destinadas a proteger activamente a la parte más vulnerable de la sociedad. Es decir, tratar de forma compensatoria-desigual a la parte de la ciudadanía que está en situación de fragilidad social. Solo hay que recordar la respuesta de muchos sectores de nuestra sociedad ante aquella discriminación positiva que algunos partidos progresistas se impusieron para compensar la ausencia de las mujeres en los ámbitos de decisión política: me refiero a la famosa “cuota” que tanto malestar causó- en su momento- a la mayoría de los hombres y también a numerosas mujeres. Medida, por cierto que, a medio plazo, ha resultado netamente eficaz. Paradójicamente parece como si “la paridad” hubiera hallado menos resistencias que “la cuota” para abrirse camino, arrastrada tal vez por una lógica tan simple como contundente: mitad de la población, mitad del cielo, mitad del poder.

El debate, esta vez, se ha cubierto de toga y birrete. Detrás de la pancarta del igualitarismo universal, reaparecen los argumentos de siempre: las medidas a tomar para protegerlas de la violencia que reciben específicamente en tanto que mujeres… ¿Corre el riesgo de discriminar a los hombres? Se da por sentado que se parte de una situación de total igualdad. Como si la discriminación femenina no fuera una realidad constante, sonante y universal sino una entelequia, un invento de las feministas para poder seguir quejándose a gusto. Pero ahí esta la contundente realidad de los datos: la desigualdad – entendida en términos de menos oportunidades de realización personal, de inferioridad social, de más explotación, de violencia por razón de sexo, es la más universal y antigua de las desigualdades. Los datos siguen señalando a las mujeres como “inferiores” a los hombres en cuanto a ingresos económicos, horas de trabajos varios, insuficiente presencia en las cúpulas de los poderes etc. La pobreza tiene, hoy día, rostro de mujer. Negar la desigualdad real es negar lo evidente. La tozuda fuerza de los hechos contradice la creencia de que basta con la igualdad formal para que, por arte de milagro, o a fuerza de enunciados, la realidad cambie. La negación de lo evidente no es tan solo un acto de desconocimiento o de ceguera momentánea: está siempre cargada de significado. Y es este sentido el que hay que desentrañar sino queremos que el debate se convierta en un complejo juego de doctas palabras. Se utiliza el mismo argumenta rio utilizado en su momento contra la reforma de la ley electoral francesa para la paridad, Los argumentos contra las medidas positivas aparecen esta vez ungidos de seriedad jurídica y dignidad profesoral que recubren intelectualmente posturas éticas y vitales distintas acerca de lo que es la libertad y la igualdad.

Es decir, distintas posturas políticas. Simone de Beauvoir en su lucido trabajo sobre el Pensamiento político de la derecha afirma que reconocer la igualdad como derecho no plantea demasiados problemas, mientras se trata de una igualdad “esencial” y “a histórica. Para el pensamiento conservador, las realidades económicas que posibilitan la oportunidad de acceder a los bienes sociales no parecen ”intervenir“, ni formar parte del análisis. Se es igual. Y punto. El éxito o el fracaso, la integración o la marginación dependen, de acuerdo con esta visión, de la responsabilidad individual. Las desigualdades innegables que existen se justifican en función de criterios estrictamente individuales: mérito personal, virtud, esfuerzo. Y están ligados a la ” libertad “ individual, al uso que de ella se quiera hacer, Los poderes públicos no deben interferir. La ”libertadasí entendida, es también otra esencia inamovible.

El pensamiento progresista acepta, en cambio, el papel condicionante de las realidades económicas y sociales sobre el destino de las personas y los grupos humanos. Y sus consecuencias en términos de desigualdad grupal o individual. Entre el individuo y sus posibilidades reales de acceso a los bienes económicos y sociales, existen realidades objetivables que hay que transformar. La izquierda lo sabe. Su experiencia presente se funda en una larga tradición emancipadora, en pro de los humanos más desfavorecidos, Dicha experiencia le dice que no basta con el reconocimiento teórico igualdades y libertades ahistóricas. La libertad solo se convierte en real cuando una persona dispone en su vida diaria de la posibilidad de elección. Crear las condiciones para ello, requiere medidas políticas.

En estos momentos parece fundamental desocultar el discurso conservador que utiliza términos tan queridos a la izquierda como la igualdad y la libertad. Al invisibilizar, ocultar en su discurso un eslabón fundamental de la cadena explicativa, la de los condicionamientos de la vida económica y social, la derecha está defendiendo, como siempre, sus privilegios y la inmovilidad social. Y en este caso que nos ocupa se resiste a disponer de una ley destinada a detener una de las más feroces manifestaciones de desigualdad, la violencia contra las mujeres. La izquierda sabe que hay que cambiar las condiciones económicas, sociales y culturales para que los derechos a la igualdad se conviertan en realidad. Y, además de una Ley adecuada, hace falta disponer de medios para que esta sea realmente efectiva.

Estas reflexiones, a raíz del gran debate de las distintas posturas que se expresaron alrededor de esta ley , siguen en pie. Nos toca ahora evaluar los resultados a la luz de las actuales circunstancias que han acentuado la desprotección de los más débiles de la sociedad. Y qué ha representado, para las mujeres en situación de riesgo los enormes recortes que en todos los aspectos relacionados con el bienestar y la protección de la ciudadanía, se han producido. Y como afecta esta realidad evaluar los resultadospara las mujeres en situación de riesgo los enormes recortes que en todos los aspectos relacionados con el bienestar y la protección de la ciudadanía,a la violencia contra ellas: una de las más graves lacras de nuestras sociedades.

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