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Beatificación inacabada

Andreu Mayayo

El próximo domingo tendrá lugar en Tarragona la beatificación de 522 mártires presidida, en representación del papa Francisco, por Angelo Amato, el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, acompañado de 93 obispos, 1.200 sacerdotes, 2.200 religiosos y, por supuesto, una multitud de ciudadanos. El Govern de la Generalitat estará bien presente con su presidente al frente.

La Iglesia católica tiene todo el derecho a beatificar a sus mártires y las instituciones democráticas a manifestar su empatía por todas las víctimas de la guerra civil. Y conviene recordar que casi una de cada cuatro víctimas de la violencia en la retaguardia republicana fueron religiosos.

Con todo, la Iglesia católica pudo aprovechar la ocasión, tal y como se lo suplican (¡nunca mejor dicho!) incluso miembros destacados de la propia institución, para ajustar cuentas con su actuación durante la República, la Guerra Civil y la Dictadura franquista. No se trata de pedir perdón sino también de reparar moralmente a las víctimas de un régimen dirigido con mano de hierro por un “caudillo por la gracia de Dios” y definido como “nacional-católico”.

Por poner sólo un ejemplo. La Iglesia Católica debería explicar sin rodeos que este domingo no se beatifica al obispo de la diócesis de Barcelona Manuel Irurita, muerto por odio a la fe el 3 de diciembre de 1936, según la lápida de su tumba ubicada en la capilla del Cristo de Lepanto de la Catedral de Barcelona. El asesinato del obispo Irurita constituyó uno de los símbolos más potentes del martirologio católico a manos del nuevo régimen franquista y el traslado de sus restos a la catedral, en diciembre de 1943, uno de los actos de mayor fervor “nacional-católico”. Conviene recordar, también, que la calle del Obispo (de la plaza de la catedral en la plan de Santiago de Barcelona) es en honor al obispo Irurita, que preside la calle con una escultura instalada en la pared del arzobispado.

A pesar de los varios intentos de la diócesis de Barcelona, no ha sido posible hasta ahora cerrar positivamente la beatificación del obispo Irurita, ya que hay serias dudas sobre su asesinato en manos da la CNT el 3 de diciembre de 1936 y con respecto a sus despojos (atribuidos) a su sobrino y secretario Marcos Goñi (de ahí las coincidencias del ADN). El expediente abierto atestigua que el obispo Irurita estaba vivo en enero de 1939. No en vano, el Vaticano no nombró a su sucesor en la diócesis, Modrego Casaus, hasta finales del año 1942.

Y, por favor, ¡pidan retirar la cruz del Valle de los Caídos!

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