Los ciudadanos catalanes que se manifiestan, cada dos por tres, contra los recortes, el poder financiero, la corrupción y las injusticias sociales han perdido unos aliados muy fieles hasta hace unas semanas: la gente de Esquerra Republicana. En las “mareas” que se concentraron el sábado para protestar contra estas injusticias no se vieron símbolos ni banderas de Esquerra Republicana.
No era la primera vez. Desde que ERC apoya a CiU al frente del Gobierno de la Generalitat, la “E” de este histórico partido prácticamente ha desaparecido. Ya lo advirtió su líder Oriol Junqueras durante la campaña electoral: “Entre izquierda y derecha, izquierda. Entre izquierda y país, país”. Y país quiere decir no mezclarse con la gente que se lamenta por los suicidios de quienes no saben cómo afrontar un desahucio, de los que exigen que no se recorten las prestaciones por dependencia o la renta mínima de inserción o de quienes reclaman reparaciones para los ciudadanos que han perdido ojos por las balas de goma disparadas por policías autonómicos.
Amigos con los que habíamos coincidido en tantas manifestaciones durante los últimos años, se pasan los fines de semana en casa viendo por la televisión unas manifestaciones de las que tiempo atrás no se perdían una.
La gente es respetuosa y no grita aquello de “¿Dónde está, no se ve, la bandera d’ERC?”. Además, en catalán no rima. Quizás debería cambiarse por “On està? On s’amaga? Esquerra Republicana?”.
Ahora toca independencia. Y cualquier excusa, exageración o argumento demagógico es bueno para conseguirla. Los recortes son culpa de Madrid. Bruselas o Berlín, el origen del mal de la política de la austeridad impuesta a España y Cataluña, no aparecen en el argumentario de un partido el líder del cual ya ha mostrado su preferencia por ir del bracito de la derecha nacional recortadora catalana en las próximas elecciones. El país. Primero, el país. La gente, después. La espera se está haciendo muy dolorosa.
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