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¿Se mide adecuadamente la toxicidad del aire en incendios como los de Seseña o Chiloeches?

Incendio con nube tóxica en Chiloeches

Alicia Avilés Pozo

Según la legislación, las comunidades autónomas y las entidades locales son responsables de gestionar las redes de medición de datos de calidad del aire. Pero además de las redes autonómicas y locales de evaluación de la calidad del aire, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente está obligado a conocer la estructura y composición física y química de la atmósfera sobre el territorio nacional. En Castilla-La Mancha, la red de Control y Vigilancia de la Calidad del Aire está formada por 12 Estaciones de Control y Vigilancia repartidas por todo el territorio, donde se integran además los datos provenientes de las redes privadas. Se trata de unas instalaciones que han tomado un gran protagonismo con motivo del incendio del vertedero de neumáticos de Seseña o el más reciente de Chiloeches, debido a la emisión en ambos casos de nubes tóxicas.

En los dos sucesos, los colectivos ecologistas han puesto en tela de juicio la versión ofrecida por el Gobierno regional en cuanto a los niveles de contaminación del aire en las inmediaciones de los fuegos. Afirman que hay partículas nocivas para la salud que estas estaciones no miden en caso de sucesos imprevistos.

Por tanto,  ¿es suficiente esta red de estaciones? Uno de los mayores especialistas del país, el experto en calidad del aire del CSIC Xavier Querol, explica que la función de estas estaciones es medir la contaminación en sitios con una situación “normal”. “Están pensados para ver la exposición de la población a largo plazo, pero no tienen por qué estar bien ubicadas cuando hay un incendio inesperado”.

Por este motivo, existen estaciones de medición específicas, instaladas 'ad hoc' en cementeras, fábricas especiales o centrales térmicas, por ejemplo, porque en ellas “existe un riesgo”. Pero en los casos de los incendios de Seseña y Chiloeches, los incendios “anómalos e inesperados” se han producido en sitios “imprevistos” y la red “no está diseñada para ver el impacto total en la calidad del aire”. Es el motivo por el que en el caso de Seseña se instalaron dos unidades móviles que se ubicaron en un sitio concreto. En este caso sí colaboró el CSIC para los análisis. No lo ha hecho en el incendio de Chiloeches.

Las estaciones fijas miden siempre los mismos parámetros: partículas en suspensión, dióxico de azufre, óxido de nitrógeno, monóxido de carbono, ozono y también benzeno, tolueno y xileno, así como metales policíclicos. Cuando hay accidentes, estas redes, junto a las móviles, miden otros que no están “normalizados” como dioxinas o alcanos, y que además la directiva no obliga a determinar. Querol recuerda que fue el caso del vertido de residuos tóxicos de la mina de Azcnalcóllar, donde los análisis del CSIC fueron fundamentales. 

La red es suficiente, pero el problema es la “improvisación”

Considera no obstante que la red actual de estaciones de medición es “suficiente”. En 2005 había 49 zonas en toda España que superaban los valores límite de protección de la salud humana, y actualmente esos territorios se han reducido a dos sin realizar cambios en la red. El experto  explica que la directiva europea que regula estas mediciones  está transpuesta al ordenamiento jurídico español. Ahí se especifica cómo tienen que ubicarse las estaciones y todas las redes. “Y cumplen con la legislación”. Señala por tanto que el problema es otro: “tendríamos que evitar la improvisación”.

El CSIC cuenta con un comité preparado para analizar de forma inmediata la calidad del aire cuando se producen accidentes de este tipo. “Sería fundamental que si hay un incendio así, no tuviéramos que quedar al libre albedrío de las administraciones, sino que automáticamente hubiera un comité que diera contestación inmediatamente”.

“Tendríamos que estar coordinados con expertos de toda España, crear una red sólida para que si esto ocurre, que cada vez está ocurriendo más, dispusieran de ese servicio como se dispone de los bomberos, con una contestación rápida de la comunidad científica”, concluye.

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