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César Pérez Gellida advierte de la “devastación total” en “Khimera”

César Pérez Gellida advierte de la "devastación total" en "Khimera"

EFE

Madrid —

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Dentro de quince años podría haber una guerra en el mundo islámico generadora de un conflicto bélico a escala mundial que “fulminara” la democracia y el capitalismo, una “proyección”, “que no predicción”, con la que César Pérez Gellida construye el “thriller” de ciencia ficción “Khimera”.

Pérez Gellida (Valladolid, 1974) dedicó 30 meses a escribir su exitosa trilogía de novela negra “Memento mori”, “Dies irae” y “Consummatum est”, pero en “Khimera” ha tenido que invertir 15, porque “casi cada dato” ha tenido que ser excavado “como si estuviera haciendo una tesis”.

“Es muy difícil imaginar un mundo que no existe, pensar en personajes que tienen que enfrentarse a cosas que no conocemos y darle coherencia a todo”, explica en una entrevista con EFE el autor sobre esta “advertencia novelada”, este “grito desesperado” de que el mundo va “por el camino equivocado”, según afirma en el prólogo el director de cine Norberto López Amado.

“Khimera” (sueño inalcanzable, en ruso) es un “thriller” cuyo elemento principal es el suspense pero en el que hay constantes referencias documentales, que Pérez Gellida ha ido desbrozando al mismo tiempo que lo escribía “y dibujaba a mano alzada”, con la única herramienta de su imaginación en muchas ocasiones.

Para documentarse ha acudido a sus amigos en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), a expertos en tecnología militar, defensa cibernética o reparto energético: “Es increíble lo que te pueden llegar a contar, mucho más de lo que yo podría imaginar”, bromea.

El germen fue una leyenda eslava sobre el “bogatyr”, que no es otra cosa que el héroe que encarna la lucha entre el bien y el mal, el caballero que deberá enfrentarse a las pruebas de un nuevo orden mundial.

La “chispa” que origina la catástrofe que él imagina es un conflicto en el mundo islámico, entre la mayoría suní (85 %) y la minoría chií, lo que llama la Guerra de la Media Luna.

Lo que surge es el preludio no solo de un “absoluto” desequilibrio y la distribución del mundo entre los tres grandes bloques geopolíticos, el musulmán, el occidental y el asiático, sino la Guerra de Devastación Global, que mata en 2037 a 680 millones de personas, destruye más de 2.500 grandes ciudades y deja inhabitable una octava parte de la Tierra.

Es un “thriller” situado en 2054, cuyo elemento principal es una atmósfera opresiva “y distinta” de todo lo conocido, dominada por la lucha entre el bien y el mal, “como siempre”, en un viaje iniciático, plagado de aventuras y pruebas que superar.

Su mundo imaginario supone “una modificación absoluta de la sociedad”, algo que, asegura, está anticipando ya en la actualidad la guerra cibernética y que, resumido, supone que las grandes corporaciones, “que no partidos ni gobiernos”, se reparten “la tierra que interesa”.

“Hay muchas amenazas en el presente que tienen el riesgo de llevarnos al futuro que yo pinto si no se corrigen y no parece que los que lo dirigen estén por la labor. Además, hay cambios tecnológicos que van a cambiar para siempre el esquema estratégico y de fuerzas”, dice.

Está convencido de que el ser humano ha “involucionado” y que “no puede acabar bien ”repetir una y otra vez los mismos errores sin sacar nada en claro de ellos“.

Después de trabajar con expertos y leer “todo lo leíble”, ha descubierto que, “en 2009, Israel logró paralizar un programa de enriquecimiento nuclear iraní 14 meses con un virus”, que “la mayoría de los delitos se resuelven a partir del análisis del teléfono móvil de quien los comete” o que “la medicina avanzará en los próximos diez años más que en toda la historia de la humanidad”.

El grafeno, la sustancia por cuyo desarrollo obtuvieron los rusos Andrei Gueim y Konstantin Novesolov el Nobel de Física en 2010, tiene un papel sustancial en el mundo que imagina, porque, dice, supone “eficiencia energética”.

“Cualquier estado puede fabricarlo; por eso, los grandes productores de petróleo lo están paralizando. Hay que pensar que con solo pintar la casa con grafeno ya se tendría la energía suficiente para la autosuficiencia energética”, advierte.

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