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Rubén Pozo le da “ruidera” al cuerpo con “un disco de guitarrazos sinceros”

Rubén Pozo le da "ruidera" al cuerpo con "un disco de guitarrazos sinceros"

EFE

Madrid —

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Venía Rubén Pozo de un disco de sonido depurado y el cuerpo le pedía “ruidera”, según dice en una charla con Efe, razón que le llevó a grabar un tercer disco en solitario “de guitarrazos sinceros”, con las cuerdas como grandes protagonistas saturando los medidores de la grabación.

“Como decimos los músicos, este es un álbum de 'picar en rojo', que es cuando los vúmetros del estudio te avisan de que el sonido puede quedar distorsionado. En el rock, cuando sucede eso, es que vas bien... y en este disco ha pasado mucho”, presume el ex-Pereza ante la publicación este viernes de “Habrá que vivir” (Sony Music).

En él cambia las formas elaboradas de Nigel Walker en la producción por el toque más vivo mostrado por José Nortes en los álbumes de Ariel Rot y Coque Malla, en busca de esa “energía de directo”, de “1, 2, 3...” y a grabar con toda la banda a la vez.

Como si de una declaración de intenciones, de ello da constancia el “riff de rock pesado” del primer corte, “Caperucita feroz”.

“Tiene lo que tiene el disco, muchas guitarras. Yo hago canciones y canto, pero empecé en esto como guitarrista y he quedado muy contento con el resultado, porque es el disco que más me ha salido en esa dirección”, dice Pozo (Barcelona, 1975).

Pese a su afición por la electricidad, cuenta que las primeras cuerdas que él sobó fueron las de una guitarra española que aún utiliza diariamente y que le regaló su madre “por aprobar la EGB con 13 años”.

“Tengo otras muy guapas en las que me he gastado dinero guardadas en su estuche a la espera de su ocasión, pero esta es con la que compongo todas las canciones”, explica Pozo, que ha hecho un homenaje en forma de canción al instrumento con el que se “tira al barro” y con el que todos los grandes y pequeños guitarristas han aprendido su arte, “de Keitch Richards a Jimmy Page”.

El resultado es “una rumba mal hecha” que demuestra que “no hace falta ser el rey de las cuerdas para hacer una canción”, en este caso, la que más le gusta a él de todo el disco.

Ese mismo espíritu festivo está en “Pop para niñas”, “una de esas canciones medio tontas de chico enamorado de chica, pero con una música resultona que te alegra una mañana” y que se convirtió en la predilecta de su hijo de 10 años, y eso que le recomendó quitarla del álbum por el título antes de escucharla.

“Tú eres rock, papá”, recuerda que le dijo.

Ese toque de humor, a pesar de contar “cosas jodidas”, está muy presente en “Habrá que vivir”, incluida en la canción que le da nombre y que ironiza acerca de la supervivencia una vez traspasada la barrera de las leyendas malditas del rock de los 27 años.

“Habla de lo larga que se hace a veces la vida y del trabajo que supone precisamente vivir, porque un músico también tiene sus lunes, de eso no se salva ni Bill Gates. El 'carpe diem' solo vale para dos o tres días; si quieres hacerlo todo en dos semanas, mueres”, opina.

En el tema se percibe claramente el influjo de Tequila. Cosa lógica, arguye él, teniendo en cuenta que “esa banda es el gran faro del rock and roll en español”. Lo suscribe doblemente después de haber contado con Ariel Rot para grabar “una guitarra increíble” en otro tema del disco, “De vena tonta”.

Por último, cabe destacar el toque más “rockabily” y de “blues” de “Llámame brisa”, según la maqueta que compuso a raíz de la muerte de J.J. Cale para el último disco de Joaquín Sabina, “Lo niego todo”, y que acabó reconvertida en el tema “No tan deprisa”.

“'No tan deprisa' me gusta, pero esta maqueta me gustaba también mucho y me hubiese gustado más llevarla por este rollo más J.J. Cale”, reconoce el músico, que saldrá de gira a partir de marzo con la misma banda que lo ha acompañado en la grabación del álbum y a los que considera “amigos de furgoneta y carretera” para “rocanrolear”.

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