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Cuerpos mutantes para futuros pasados

Instituto Xavier para Jóvenes Talentos

Raúl Minchinela

En el universo Marvel hay un colegio privado que esconde el reverso indeseado de los superhéroes. El Instituto Xavier para Jóvenes Talentos es una mansión ajardinada en las afueras de Nueva York, un centro de lujo y alto standing donde se refugian los mutantes, que es una variante muy concreta de suprahumano. La mayor parte de los personajes de la editorial originan sus cualidades en un accidente: una bomba para La Masa, una araña para Spiderman, un viaje espacial defectuoso para Los Cuatro Fantásticos. Los mutantes tienen el superpoder en su interior; adquieren sus cualidades por vía genética y afloran por sorpresa en la adolescencia, transformando sus cuerpos como la pubertad puso en su sitio los nuestros. Los mutantes son el nuevo paso evolutivo, que convierte al Homo Sapiens en obsoleto.

La Patrulla-X es el grupo de superhéroes con el que el profesor Xavier procura salvar al humano común de la llegada de esos nuevos mutantes. Xavier, con su mente expandida en un cuerpo paralítico, busca la coexistencia pacífica organizando un grupo armado, mutantes que protegen a la raza humana de los mutantes. La combinación les deja en el peor lugar: repudiados por los “hombres de bien” como rarezas de la creación, despreciados por los propios mutantes como obedientes traidores, vilipendiados por la prensa y por el estado, representantes de la nueva hornada frente a los vetustos agarrados al poder, herederos de su propio tiempo, prisioneros de sus propios cuerpos, solidarios en un mundo que les prefiere solos.

La Patrulla–X ha sido la metáfora más rentable de la factoría Marvel en los últimos treinta y cinco años, con decenas de colecciones de comics que se trenzaban en sus líneas argumentales y con adaptaciones cinematográficas que ya conforman una franquicia.

Descifrando el Factor-X

Resolver los enigmas de ese caladero de ficción es lo que busca Hijos del Átomo: once visiones sobre la Patrulla X, un libro de ensayos que traza los contornos del universo mutante de la Marvel y revela los entresijos de sus cincuenta años de historias. Un mosaico donde las partes revelan aristas del todo y que está configurado alrededor de personajes, contextos y tramas argumentales.

Entre los personajes, Juan Trejo acomete al mentor Charles Xavier como padre fallido, Jordi Costa retrata al villano Magneto como histrión camp, Alberto García Marcos despliega a Fénix en su muerte y resurrección y muerte, Eloy Fernández Porta interroga las formas genuinas en la multiforme Mística y Gerardo Vilches afronta a Lobezno, el permanente favorito de los lectores.

Entre las historias, Raimon Fonseca habla de la Patrulla X original de los sesenta, Servando Rocha trata los Días de futuro pasado en los ochenta -junto a Unai Velasco, que explora su uso de los tiempos muertos sin aventura-, Óscar Broc habla de la actualización que la serie vivió en los dos mil y Albert Fernández describe el bosque de colecciones que ramificaron de la principal. Octavio Botana remata el volumen invocando en nuestro mundo real la mutación genética, alrededor del genoma humano y el ADN sintético, saliendo del tebeo según se sale del libro.

Recorrer la colección junto al libro es confeccionar un mosaico del mosaico. “La primera agrupación de personajes conocida como X-Men se formó en torno a cinco chavales desorientados: la Bestia, poseedor de una gran fuerza y agilidad; Cíclope, que desprendía poderosos rayos de energía por los ojos, La Chica Maravillosa, telequinética por naturaleza, el Ángel, de cuya espalda brotaban un par de alas descomunales y el Hombre de hielo, de poderes deducibles”, repasa Velasco.

Esa formación creada por los fundacionales Stan Lee y Jack Kirby en 1963 tiene valor histórico por ser la primera, pero la verdadera encarnación de la Patrulla X, la que la convirtió en central en el universo Marvel, fue una actualización en 1975 que se formuló como una especie de Naciones Unidas: un ruso, un alemán, una keniata, un canadiense,… incluso un apache, segregado en su propia tierra como un emigrante más.

Con la llegada de Coloso, Rondador Nocturno, Tormenta y Lobezno, los inadaptados por vía genética tomaron una segunda capa de exclusión por vía territorial, y abrieron la posibilidad de multiplicarlas hasta mil. Quien exploró el potencial fue el guionista Chris Claremont, y junto al dibujante John Byrne firmaron una etapa entre 1977 y1981 donde se forjó el canon con el que se medirían las siguientes décadas de tebeos de superhéroes.

Carne de distopía

La Patrulla-X de Claremont y Byrne es el epicentro nuclear sobre el que se cimenta el éxito comercial del universo mutante. En particular, los dos arcos argumentales que cerraron su colaboración. En el primero, La saga de Fénix Oscura, La Chica Maravillosa –la frágil fémina de la patrulla original, convertida en esta segunda etapa en fuerza galáctica- es corrompida por un club privado de millonarios abandonados al vicio y esa perversión por adinerado impune desemboca, en un efecto dominó, en una hecatombe interestelar.

En el segundo, Días de Futuro Pasado, se revela que la humanidad es capaz de provocar un apocalipsis para impedir la proliferación de los mutantes, es decir, de sacrificar el planeta entero antes de dar paso a la nueva generación de individuos.

Como extensión de ese futuro apocalíptico, se estableció la figura del mutante como paria: “en la distopía clásica de Chris Claremont, los mutantes se encuentran encarcelados en gulags y campos de concentración en medio de un feroz clima de persecución anti mutante”, escribe Rocha. De ahí ramifica la figura de Magneto, que aniquilará a los humanos necesarios para salvar a los mutantes de la tragedia que él vivió en propia carne en los campos de exterminio nazi. Los mutantes perseguidos, cazados por los conservadores ultrarreligiosos, apuntados con el dedo, cambiarán de actitud en el siglo XXI con la llegada del guionista Grant Morrison.

Oscar Broc pone el foco en una frase de Emma Frost, ahora profesora del instituto de Xavier: “Ahora el mundo entero nos está mirando, tenemos que parecer poco menos que fabulosos”. Quienes antes huían de que les señalaran con el dedo, ahora hacen de ello identidad y ostentación, abandonan la culpa y la sustituyen por el pavoneo. Morrison firma la última etapa memorable de la Patrulla X precisamente porque supo hacer un remake de la original de Claremont y Byrne, rematada lógicamente con su propio Días de futuro Pasado.

Es llamativo en Hijos del Átomo: once visiones sobre la patrulla X que sus lecturas sobre los X-Men presenten una carga fuertemente sexual. Más allá de la metáfora de la pubertad, tanto Jordi Costa como Eloy Fernández Porta asignan a Magneto una homogénea interpretación homosexual. Es chocante porque para quienes leíamos la Patrulla-X en su época, la interpretación era notoriamente social y de clase.

La viñeta que condensa la época Claremont-Byrne de la Patrulla-X, la que convirtió a Lobezno en el personaje favorito en las encuestas durante las décadas siguientes, es una imagen del violento canadiense, mirando desde una alcantarilla, encerrado tras una verja y hundido en el cieno, dispuesto a pasar a cuchillo a todos los niños ricos del Club Fuego Infernal que han pervertido a la Chica Maravillosa.

El inadaptado que vive camuflado en un falso colegio privado, dispuesto a trepar desde el fango para ajusticiar a los privilegiados amorales. Hoy las metáforas de la Patrulla-X se proyectan sobre el cuerpo individual, nuevas lecturas para una historia que, en papel y en pantalla, no para de repetirse.

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