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Cinco años de guerra en Siria: “Nos preocupa que los bombardeos regresen con más dureza”

Escombros de un hospital de MSF atacado en Damasco | EFE

Médicos Sin Fronteras

Me gradué en 1995 y ese mismo año abrí una clínica. En 2001, me especialicé en urología. En el barrio vivían unas 40.000 personas antes de 'los acontecimientos’ (el levantamiento en 2011). En estos momentos, apenas llega a 15.000 habitantes, incluidos los desplazados.

He trabajado sobre todo en dos centros de salud. Uno de ellos sufrió numerosos ataques que obligaron a cerrarlo. Posteriormente, fui trasladado a una clínica provisional que también sufrió los efectos de los bombardeos. El último de ellos tuvo lugar el pasado 28 de septiembre, cuando cuatro personas perdieron la vida incluido el director, un buen amigo mío. Fue un bombardeo muy violento.

Ya hemos reconstruido la clínica. Todavía nos falta la sala de fisioterapia y el área ambulatoria es apenas una gran sala. No obstante, el centro sigue facilitando todo tipo de servicios médicos, desde urgencias, a consultas externas pasando por cirugías, laboratorios, rayos x y fisioterapia. Se trata de un centro médico esencial para todo el área de Ghouta.

Los pacientes tienen miedo de venir al centro a causa de los ataques. Siempre nos dicen que no los llevemos allí; que prefieren ir a centros más pequeños, como los puestos de salud, porque las clínicas y los hospitales de la zona son un blanco más probable.

“Podría ser un miembro de mi familia”

Aquí ves todo tipo de víctimas. Hace unos días, mientras llegaban los pacientes, me decían lo mucho que he madurado durante estos años. Les respondí que se debía a la cantidad de heridas que había tratado. Durante este tiempo he visto a personas que habían perdido una pierna o una mano, y a cadáveres decapitados.

En el futuro, los médicos de los suburbios como Ghouta serán considerados los más famosos del mundo por las situaciones extraordinarias a las que tenían que hacer frente. Debido al escaso número de doctores en Ghouta Oriental y, especialmente, en cualquiera de las zonas sitiadas, cualquier médico se ve obligado a desempeñar múltiples funciones. Soy urólogo y a la vez ginecólogo, he realizado más de 200 cesáreas, he practicado operaciones quirúrgicas generales y también soy pediatra. Tengo que hacer de todo.

Uno de los momentos más duros al que nos enfrentamos ocurre a menudo. Cuando traen a los pacientes y heridos siempre te asalta esa extraña sensación que te recuerda que uno de ellos podría ser un miembro de tu familia. La peor situación que he vivido es haber atendido a una persona, con la que había estado hablando hacía apenas cinco o diez minutos, y que llegó con el rostro completamente desfigurado.

En los años que van de 2013 a 2015 vivimos los momentos más crudos de la guerra siria. Aunque los recursos y suministros han ido mejorando paulatinamente en los últimos cuatro meses debido a la flexibilización del bloqueo. Hace solo unos diez días, llegaron 53 kilos de productos para cada familia desglosados de la siguiente forma: 15 kilos de harina, 10 de arroz, 4 kilos burghul (un trigo precocinado muy empleado en Siria o Líbano, que es el ingrediente principal de platos como el tabulé), 5 kilos de azúcar, 6 de garbanzos y un kilo de espaguetis. También llegó algo de material médico a través de la Media Luna Roja Siria.

Antes de que llegara el convoy de ayuda humanitaria, un kilo de azúcar costaba unas 1.000 libras sirias (4,8 euros). Un kilo de pan alcanzó un precio máximo de entre 1.000 y 1.200 libras sirias (entre 4,8 y 5,8 euros). Tras la llegada de nuevos suministros, el pan ha pasado a costar unas 300 libras (1,44 euros). ¡Ahora hay comida, hay fruta! ¡Fruta! Recuerdo que el año pasado llegué a comprar para mis hijos cuatro naranjas por 3.000 libras (14,4 euros).

Tenemos suministros médicos que todavía son limitados, pero no estamos en la misma situación que antes. Podríamos decir que con este último envío hemos podido abastecer entre el 50 y el 60% de los suministros médicos que necesitamos.

Solo queremos que la violencia termine

Pese a la mejora reciente, en el contexto de esta guerra la situación sigue siendo terrible. Se suceden los vuelos de los aviones, los heridos y las víctimas mortales. Todo el mundo está agotado por el miedo y las muertes de familiares, amigos y conocidos. Aquí todos querían la libertad, la revolución, pero ahora hemos llegado a un punto en el que la gente simplemente quiere que la violencia termine.

Todos los días alguien despide a un familiar. Soy una de las pocas personas que coge un coche para desplazarme a otras zonas de Ghouta para trabajar en clínicas provisionales y, cada vez que salgo, rezo, porque no estoy seguro de que vaya a volver a ver a mis hijos. Afortunadamente, desde hace cinco o seis días, he perdido el miedo a salir. Es la primera vez, en tres años, que me siento seguro y no temo a los bombardeos.

Aun así, continuamos oyendo el sonido de los disparos. Sigue habiendo intensos combates que suenan cada vez más cerca. El cese completo de los enfrentamientos no existe, pero sí han disminuido en cantidad e intensidad. Podríamos decir que la violencia se ha reducido entre un 80 y 85%. La gente todavía tiene miedo de lo que sucederá después del alto el fuego, sobre todo teniendo en cuenta que un día antes de que la tregua entrara en vigor sufrimos unos 50 ataques en Ghouta. Era como si quienes nos bombardearan quisieran mandarnos un breve adiós. Nos preocupa que una vez que termine el alto el fuego, los combates y bombardeos regresen con más dureza.

Dr Ahmed*, médico de un centro de salud apoyado por Médicos Sin Fronteras en un suburbio de Damasco. El nombre ha sido modificado por razones de seguridad.

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