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“La memoría histórica más falsa es la que pactan cuatro partidos”

Eduardo Azumendi

Una vez que ETA anunció el cese de la violencia hace tres años, en ese mismo momento empezó otra batalla: la del relato y la memoria histórica. “Una precipitación”, según el analista político Kepa Aulestia, para quien “la memoria histórica más falsa es la que se transacciona entre cuatro partidos”. Aulestia se refería así a los trabajos que desarrollan en el Parlamento los partidos políticos y que, a menudo, se saldan con sonoros desencuentros. El analista político realizó estas reflexiones en el XII Seminario de la Fundación Fernando Buesa, dedicado a 'La sociedad vasca ante el terrorismo: pasado, presente y futuro'.

Según Aulestia, “la memoria histórica exige un periodo de catarsis natural. Al final, se trata de un proceso de depuración de responsabilidades. No se puede resumir en un libro de 200 páginas al día siguiente de que ETA anuncia su cese. Hay riesgo de equivocarse porque las víctimas precisan de una reparación rápida. Es incompatible con los que quieren blindar el pasado para que no les puedan criticar”, en alusión a la izquierda abertzale.

El analista político ofreció una serie de claves para entender lo que ha pasado en los años de terrorismo. “El gran logro de ETA ha sido gestar una sociedad dentro de la sociedad. Se trata de un cuerpo humano amplio, movilizado, encuadrado en un núcleo irreductible e impermeable a las críticas. A diferencia de los demás terrorismos, esta sociedad del entorno de ETA siempre ha compartido los estándares de bienestar del resto de la sociedad vasca. No ha pasado como en Irlanda del Norte, donde el terrorismo del IRA era de los pobres. ETA ha vivido en el terrorismo del bienestar”.

Y ETA, a pesar de su cese de actividad, “se ha perpetuado en esa sociedad y ha permitido transitar a la izquierda abertzale por la ilegalización y hoy es la que gobierna en Gipuzkoa”. Es decir, ETA “persigue su perpetuación por encima de cualquier otra cosa”. Y por eso, Kepa Aulestia sostiene la teoría de que, a pesar de los cientos de asesinatos, ETA ha mostrado “una peculiar contención”. “Nunca se ha dedicado a reclutar gente a mansalva y ha acotado objetivos, de manera que ha convertido a la sociedad vasca entre adeptos y espectadores. Ha sido una forma de organizarse y de limitar los daños”.

Indiferencia hacia las víctimas

Aulestia cree que ETA incluso pudo provocar una involución democrática y un golpe de mayores consecuencias que el 23-F, pero se contuvo. “Jugueteó al borde del abismo. Renunció a atentados que hubieran podido provocar una vuelta atrás en la democracia”.

En su opinión, no ha sido la movilización de la sociedad lo que ha llevado a ETA a su cese, sino que ha sido la propia debilidad de la banda terrorista la que le ha empujado hacia el final. “La sensación que deja el cese es de alivio, pero también es un sentimiento ambivalente. Por una parte, la sociedad tenía la percepción de que ETA estaba amortizada años antes del cese, con lo que cuando llega el final existe una indiferencia hacia las víctimas. Y por otro lado, la sociedad interpreta que esto, lo que hay ahora, es la paz. Hay riesgo de dejar de lado los asuntos pendientes, pero hay más riesgo de vivir la sensación de que la paz aún está muy lejos. Por eso la gente quiere pensar que esto es irreversible. Esta es la paz, muy injusta, imperfecta y dolorosa, pero esto es la paz”.

Por su parte, la doctora en Sociología y Ciencia Política por la Universidad del País Vasco, Izaskun Sáez de la Fuente, reconoció la dificultad de garantizar un equilibrio entre la precipitación a la hora de elaborar la memoria histórica y la tentación de “blanquearla”. “Las consecuencias de la violencia de ETA no han pasado. Corremos el riesgo de que los terroristas se conviertan en los abanderados de la paz. Bajo el paragüas de la culpabilización colectiva se reparten todas las responsabilidades y eso no puede ser así”.

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