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La española que vigila al Sol desde la NASA para que no se apague la tecnología

Teresa Nieves Chichilla estudia todo lo que ocurre en el medio interplanetario

Marta Sofía Ruiz

A pesar de estar situado a más de 149 millones de kilómetros de distancia, la actividad del Sol influye en nuestro día a día mucho más de lo que pensamos. Entre otras cosas, puede afectar gravemente al funcionamiento y la estabilidad de nuestra tecnología.

De hecho, a lo largo de la historia, erupciones solares extremas y tormentas geomagnéticas han dejado un reguero de problemas en nuestro planeta: fallos en los sistemas de comunicación por telégrafo debido al evento Carrington en 1859, problemas en los radares estadounidenses en 1967 o, más recientemente, daños graves a las instalaciones eléctricas de países como Canadá, Suecia o Sudáfrica son solo algunas de las consecuencias de las más violentas interacciones del Sol con la Tierra.

Con el objetivo de entender cada vez mejor este tipo de fenómenos y de proteger el desarrollo tecnológico, la española Teresa Nieves Chinchilla, doctora en Ciencias Físicas, trabaja en el Goddard Space Flight Center de la NASA estudiando la actividad solar. Analiza los datos disponibles sobre el astro rey para conocer la naturaleza de los eventos que en él se producen, aprender a controlarlos y obtener modelos más precisos que ayuden a mejorar la meteorología espacial.

“Mi mayor contribución al campo son los modelos teóricos de emisiones de masa coronal, una nube de plasma y campo magnético que se emite desde el Sol”, explica a HojaDeRouter.com. “Pero también trabajo con fulguraciones solares o con cualquier estructura solar que se propague desde el Sol a través del viento solar, como ondas de choque... Estudio todo lo que ocurre en el medio interplanetario”.

Así, Nieves Chinchilla trabaja en colaboración con otros investigadores y operadores para comprender mejor la evolución de estos eventos que determinan la meteorología solar. “Para ello ‘vigilamos’ el Sol, pero mi objetivo es encontrar lo que no comprendemos y los errores para poder corregirlos”, añade.

Tal y como nos recuerda esta doctora de la NASA, la economía, la seguridad global y el funcionamiento diario de nuestras sociedades cada vez dependen más de satélites, telecomunicaciones, sistemas de navegación, transportes aéreos y transporte energético. Todas estas tecnologías son vulnerables a las interacciones entre el Sol y la Tierra.

Aunque los últimos ciclos solares —lapsos de once años en los que se mide la cantidad de energía emitida por el sol— han sido más débiles que los anteriores, esto no quiere decir que un evento extremo, uno muy fuerte como los ya mencionados, pueda afectar de forma relevante al planeta. “Esto puede ocurrir en cualquier momento. ¿Debemos preocuparnos? No. ¿Debemos ocuparnos? Sí”, sentencia la doctora.

La radiación que emana desde el Sol es la principal causa, por ejemplo, del deterioro prematuro de satélites, del daño a los sistemas GPS o de las averías en transformadores de transporte de electricidad. Sin embargo, estos son solo algunos ejemplos del impacto de la actividad solar en el planeta y en el desarrollo tecnológico. “El peligro y del daño que pueden llegar a producir estas llamadas tormentas geomagnéticas es cada día mayor”, asevera.

Una sociedad cada vez más automatizada

Conforme aumenta la dependencia de la tecnología, también lo hace el peligro de que un colapso, incluso breve, tenga consecuencias graves. “Ahora miramos nuestra cuenta bancaria en el teléfono, el médico nos puede mandar las analíticas por email. Para buscar una casa, para encontrar un trabajo... Toda la vida empieza a estar centrada en el teléfono”, enumera Chinchilla. “En diez años, la dependencia tecnológica será aún mayor”.

No solo el usuario de a pie depende cada día más de los dispositivos tecnológicos: el funcionamiento de una ciudad o de un país también se apoya cada vez más en la tecnología. “Esto significa que un apagón puede ser una catástrofe”, relata

Por eso es tan importante su trabajo, ya que contribuye al desarrollo de herramientas y recursos para mejorar las predicciones relativas al Sol. También a la creación de modelos teóricos que describan la naturaleza de las emisiones de la estrella.

“Si tenemos un evento solar extremo puede ocurrir una catástrofe y repercutir en la vida de muchas personas”, insiste. “También puede afectar a la seguridad de un país, a las comunicaciones, a los aviones… Toda esta infrastructura se puede venir abajo cuando un satélite no hace una conexión correcta”.

De una punta a otra del globo, los gobiernos, cada vez más conscientes de esta problemática, se han ido preparando durante los últimos años. En España, Red Eléctrica cuenta con protocolos de actuación ante tormentas solares peligrosascuenta con protocolos de actuación. Recientemente, el presidente Obama firmaba una orden ejecutiva para organizar y coordinar a las agencias federales frente a los posibles efectos adversos de la actividad solar.

“El objetivo es desarrollar un plan estratégico para entender cuál es el riesgo real al que nos enfrentamos, cómo predecir esta actividad y cómo mitigar sus efectos en la sociedad”, explica la experta. “Lo que tiene que hacer un país es concienciarse y prepararse para lo que pueda ocurrir en los próximos años”.

Aunque ya se mandan alertas acerca de la actividad solar, de momento solo las reciben las compañías más directamente afectadas y las agencias espaciales. “Por ejemplo, empresas cuya actividad productiva está basada en la telecomunicación, en navegación por GPS, las empresas aéreas que determinan la ruta de aviones evitando zonas de alta actividad geomagnética o gobiernos cuya seguridad nacional recae en satélites”, detalla la experta.

A pesar de estas medidas y de los estudios que se llevan a cabo, todavía queda mucho por hacer. Según Nieves Chinchilla, no solo las compañías y aquellos que establecen los protocolos deben interesarse por la actividad solar, sino que cada país debe impulsar la investigación al respecto y tratar de entender cómo nuestra estrella puede afectar al planeta.

“Me parece importante no preocuparse, pero sí ocuparse”, recuerda una vez más Teresa. Con el espacio como laboratorio y trabajando con montañas de datos, modelos y mediciones, ella seguirá investigando el Sol para que nuestra tecnología se mantenga a salvo.

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Las imágenes de este artículo son propiedad de Teresa Nieves Chinchilla, el Goddard Space Flight Center y la NOAA

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