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El mayor estudio hasta la fecha muestra una “sólida correlación” entre tenencia de armas y homicidios en EEUU

Policías armados tras el tiroteo en una instalación de la Marina en Washington.

Materia

Javier Salas —

El debate sobre el control de armas de fuego y las muertes asociadas a su uso es algo común y cíclico en la sociedad de EEUU, y ahora ha vuelto a despertarse después de que un tiroteo acabara con la vida de doce personas en Washington. Sin embargo, se desconoce con certeza cómo funciona realmente esta relación. Los políticos no cuentan con información suficiente para saber si las comunidades más armadas son más seguras o no, si las armas con mayores cargadores de munición provocan más muertes violentas o si las pruebas estrictas para comprar armas reducen la mortalidad. Sencillamente, no hay suficiente información y los estudios concluyentes en muchos campos asociados a las armas brillan por su ausencia o están demasiado acotados a un lugar o un tiempo concreto.

Con el objetivo de aportar información valiosa para el debate público, la revista American Journal of Public Health acaba de publicar el mayor estudio que se ha realizado nunca sobre la posible correlación que pudiera darse entre la tenencia de armas y el aumento de los homicidios causados con este tipo de armas. Las conclusiones no pueden ser más claras: “Se ha encontrado una fuerte relación entre mayores niveles de tenencia de armas y mayores tasas de homicidios por armas de fuego que no se explica por medio de otros factores”, concluyen los autores.

La importancia del estudio se basa en sus dos principales fortalezas. La primera, que ha estudiado de forma exhaustiva datos de las tres últimas décadas (entre 1981 y 2010) y en los 50 estados del país. La segunda, y quizá más importante, que han analizado la influencia de otros 20 factores que podrían causar confusión en el resultado final. Es decir, los investigadores se han cuidado de que variables como la tasa de pobreza, alcoholismo, presencia de minorías étnicas, licencias de caza, desempleo o desigualdad no distorsionaran la auténtica relación de los homicidios y la tenencia de armas.

“Es el mayor estudio hasta la fecha. Se han hecho otras investigaciones similares en el pasado, pero ninguno fue tan completo como este en cuanto a la calidad y cantidad de datos estudiados”, explica a Materia su autor principal, Michael Siegel, del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Boston. La “sólida correlación” de la que habla se expresa así: por cada punto porcentual que aumenta el ratio de tenencia de pistolas y rifles, el número de homicidios causados con estas armas de fuego aumenta 0,9 puntos porcentuales.

Correlación y causalidad

“Es un buen estudio, muy competente y bien hecho. Los resultados son consistentes con otros estudios previos que hallaron una relación amplia y fuerte entre la disponibilidad de armas y los homicidios con armas”, concluye David Hemenway, del Departamento de Salud Pública de Harvard, ajeno al estudio de Siegel y posiblemente el mayor experto en este ámbito. Consultado por esta redacción, Hemenway llama la atención sobre un detalle: la correlación se da entre la tenencia de armas fuego y los crímenes ejecutados con este tipo de armas, pero no con los homicidios de otro tipo en los que no se pegaron tiros.

Sin embargo, queda una duda en el aire: como es sabido, correlación implica causalidad. ¿La correlación que demuestra este estudio implica también la existencia de causa-efecto entre armas y homicidios? Sincero, Siegel reconoce que en la actualidad no somos capaces de determinar de forma concluyente la dirección de esta asociación. “Es posible que una mayor presencia de armas de fuego conduzca a más homicidios con armas de fuego. Sin embargo, cabe la posibilidad alternativa de que en los estados con mayores tasas de homicidios con armas de fuego, las personas sean más propensas a armarse”, reconoce.

Hemenway no se muestra tan moderado y defiende que “existe una alta probabilidad de que la relación se deba a causa y efecto”. “La presencia de armas de fuego provoca que las interacciones hostiles sean mucho más letales”, resume. Mientras no se pueda afirmar rotundamente qué provoca qué, sólo queda una cosa clara: una mayor presencia de armas de fuego no reduce las muertes violentas en ningún caso.

Ausencia de datos por culpa del ‘lobby’

¿Cómo es posible que un asunto tan controvertido como el de las armas de fuego carezca de estudios como este u otros más específicos? “Una de las razones principales es que el Congreso prohibió la financiación pública de investigaciones sobre armas de fuego”, apunta Siegel. En 1996, con George W. Bush en la Casa Blanca, el poderoso lobby de las armas de fuego en EEUU consiguió que el poder legislativo vetara el estudio de estos asuntos por tratarse de una inversión “partidista”.

Sólo organizaciones privadas pueden dedicarse a recabar información sobre un problema que le cuesta la vida a más de 30.000 personas cada año. Desde entonces, el dinero invertido en saber, por ejemplo, cuántas armas hay realmente en el país ha ido menguando cada año. Y los investigadores dedicados a estos temas se ha reducido a un pequeño puñado, como reconocen ellos mismos.

El actual presidente, Barack Obama, consiguió que se levantara el veto, que duró 17 años, en enero de 2013, aprovechando la especial sensibilidad de la población tras la masacre de Newtown (Connecticut). Ahora ya es posible investigar sobre la materia con fondos públicos, pero no será sencillo convencer al Congreso para que esta posibilidad se haga efectiva.

En el marco del renovado interés por el asunto que demostró Obama, se encargó a la Academia Nacional de Ciencias que realizara un informe sobre el estado de la cuestión y las necesidades más urgentes en las que comenzar a investigar. En junio, el Instituto de Medicina publicó su informe: es necesario un programa nacional de investigación sobre la violencia armada que aborde el problema desde una perspectiva de salud pública, como en el caso del consumo de tabaco y los accidentes de tráfico.

Información de Materia.

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