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Caja Mágica: la mayor instalación deportiva de Madrid permanece cerrada a sus vecinos

Vista general de Caja Mágica, situada en el madrileño barrio de San Fermín. / Fernando Sánchez

Patricia Rafael

Un club de fútbol formado por cerca de 200 chavales, entre los que hay dos equipos con jugadores de cinco años que entrenan a diario en unos campos descubiertos de un distrito que no es el suyo. Una asociación con más de 150 jugadores y jugadoras de baloncesto que durante casi tres meses deben abandonar la cancha donde entrenan para el montaje y desmontaje del torneo de tenis Mutua Madrid Open. O un club de judo escolar, de donde ha salido hasta seleccionador nacional, que comparte cancha con el fútbol sala y que en su más de medio siglo de historia solo ha podido organizar un campeonato de exhibición por carecer de un pabellón en que albergar a 2.000 espectadores.

Todo esto ocurre en el barrio madrileño de San Fermín, en el distrito de Usera, el mismo donde está Caja Mágica, la mayor instalación deportiva propiedad del Ayuntamiento de Madrid, con canchas interiores y exteriores de tenis y fútbol, tres estadios con gradas cubiertas, una piscina climatizada y otras tantas instalaciones deportivas que los vecinos apenas pueden usar. “Esta es la gran paradoja, vivimos junto a gran instalación deportiva de la ciudad y no podemos usarla”, afirma Víctor Renes, presidente de la Asociación de Vecinos Barriada de San Fermín, que lleva años luchando por que los habitantes del barrio puedan acceder a unas instalaciones que fueron la estrella de las diferentes candidaturas olímpicas impulsadas por Alberto Ruiz-Gallardón y su sucesora, Ana Botella.

Inauguradas en 2009, su construcción pasó de los 140 millones iniciales a los más de 200 finales y tras el fiasco de las candidaturas olímpicas, el gobierno del PP sacó a concurso la gestión de las diferentes instalaciones y desde entonces la mayor parte de ellas están en manos de empresas privadas, desde una empresa que gestiona un gimnasio privado hasta los organizadores del Mutua Madrid Open. Y este es el principal escollo para los diferentes equipos de deporte base del barrio accedan a las instalaciones.

En 2014, tras una fuerte presión vecinal, el Ayuntamiento, dirigido entonces por la popular Ana Botella, llegó a un acuerdo con una de las empresas privadas que gestiona una zona de Caja Mágica para ceder durante tres horas diarias una pista cubierta que se acondicionó como cancha de baloncesto. Desde entonces, la gran mayoría de los más de 150 chavales, de entre 5 y 21 años, que forman el Club Baloncesto San Fermín entrenan allí por semana.

Expulsados por el Mutua Madrid

El problema llega en abril, cuando comienzan los preparativos del torneo de tenis. La pista de entrenamiento es la zona de carga y descarga, por lo que los jugadores deben abandonarla durante casi tres meses, ya que, si bien el torneo dura apenas dos semanas, el montaje y desmontaje se alarga todo ese tiempo. “Los chavales tienen que repartirse entonces entre la cancha del colegio República de Brasil, que también tiene sus propios equipos y compartir las pistas descubiertas del barrio, que están abiertas todos los vecinos”, subraya Renes.

Más allá de las necesidades deportivas de los jugadores, los vecinos también reclaman el uso público de Caja Mágica por la importancia social que el deporte base tiene en el barrio. El club de baloncesto nació hace siete años impulsado por la asociación de vecinos y la Asociación Proyecto San Fermín como espacio deportivo dirigido a menores en riesgos de exclusión social y con unos valores dirigidos a promover el deporte inclusivo y diverso. De los 15 jugadores que comenzaron, ahora hay más de 150 niños y niñas, y cada año hay nuevas incorporaciones.

“El deporte en este barrio nos ha servido mucho para ordenarnos la vida”, explica Francisco Domenech, portavoz del Ampa del Colegio República de Brasil, e integrante del club de judo que existe en el centro desde hace casi 60 años. “Llevamos casi tanto tiempo como el fútbol”, afirma y explica cómo el deporte de base “hizo mucha labor para salvar a muchos chicos durante la época dura de la heroína en los años ochenta”.

Fue en esa época cuando los vecinos, a falta de instalaciones municipales, construyeron sus propias canchas de fútbol. Pero precisamente la construcción de la Caja Mágica les echó de las pistas y el Ayuntamiento les cedió unos campos al otro lado del río, en el distrito de Villa de Vallecas. Tras años de desplazamientos, los casi 200 chavales que forman el club de fútbol, Asociación Deportiva Cultural Sanfer, ya se han acostumbrado a entrenar en los campos de un distrito vecino.

La dificultad está con los que llaman los equipos del “chupete”, jugadores de cinco años, que cuando llega el frío dejan de ir a los entrenamientos. “Son muy pequeños y nos pasa muchas veces que cuando ven que a las cinco de la tarde está lloviendo o hace mucho frío no bajan”, explica el presidente de la entidad, Pablo García, quien subraya “que es una pena que teniendo canchas interiores en Caja Mágica, haya niños que dejen de entrenar porque no podemos acceder a ellas”.

Fuentes de la Junta Municipal de Usera, dirigida por la concejala Rommy Arce, reconocen que las instalaciones de Caja Mágica están “infrautilizadas” y subrayan la “voluntad” del Ayuntamiento buscar espacios alternativos en el barrio para que el club de baloncesto pueda seguir los entrenamientos cuando son expulsados de Caja Mágica.

Los vecinos van más allá y reclaman una renegociación de los contratos para que algunas zonas de esta macro instalación deportiva desempeñe funciones de pabellón municipal. “En 2018 finaliza el contrato de una de los espacios y el Ayuntamiento podría hacerse cargo de su gestión y acondicionarlo con pistas de baloncesto y fútbol para que los vecinos pudieran usarlas”, propone el presidente vecinal.

Desde Madrid Destino, empresa municipal de la que depende Caja Mágica, confirmaron que efectivamente uno de esos contratos termina a finales de 2018. Preguntados sobre si el Ayuntamiento baraja la posibilidad de acondicionar el espacio para un uso deportivo público, no ofrecieron información al respecto y se limitaron a señalar que la empresa tiene “voluntad de que la gestión con las asociaciones vecinales se vehicule a través de la junta municipal y que haya un acuerdo o convenio de uso al que atenerse en la relación con el espacio de la Caja Mágica, porque la situación actual es anómala dentro de los cometidos de la empresa”.

El pasado mayo, enmarcada dentro de unas jornadas vecinales sobre el Parque Lineal, el club de judo pudo celebrar por primera vez una exhibición y campeonato en el que participaron más de 400 judocas y acudieron cerca de 2.000 espectadores. Lo celebraron en uno de los estadios de Caja Mágica gracias a un acuerdo con el Ayuntamiento. “El gimnasio del colegio es muy pequeño para organizar este tipo de eventos, siempre hemos participado en los que hacen otros clubes pero nosotros nunca habíamos podido porque no tenemos el espacio adecuado”, señala Domenech, quien explica que, ante el éxito de la jornada plantearon a la junta de distrito volver a repetir el encuentro el año que viene pero no les vieron receptivos. Desde la junta municipal, señalan “que no descartan que no pueda volver a celebrarse”.

“En el barrio sólo vemos la Caja Mágica por fuera y en la televisión cuando juega Rafa Nadal”, indica el portavoz del Ampa, quien subraya la “pésima gestión de los recursos municipales”. Para sostener su afirmación ofrece un nuevo ejemplo. “El Ayuntamiento financia la actividad de la piscina que permite a los alumnos de segundo del República de Brasil aprender a nadar”, explica. El problema es que como en el barrio no existe una instalación cubierta, los menores tienen que desplazarse en autobús a la de otra zona, un trayecto que les lleva, entre la ida y la vuelta, una hora y veinte minutos, por lo que apenas les quedan otros 20 para la actividad deportiva.

En Caja Mágica hay una piscina -de 25 metros de largo por 12 de ancho- dentro de un gimnasio que gestiona una de las empresas privadas. “Si los alumnos pudieran usarla en horario escolar el desplazamiento sería gratuito ya que irían andando desde el colegio y además podrían disfrutar de la actividad durante más tiempo”, apunta.

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