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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Más de 600.000 firmas por quienes no pueden firmar nada

Activistas del movimiento ##RegularizaciónYa. EFE/Víctor Lerena

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Si alguna vez has colaborado en una recogida de firmas, ya sabrás que no es precisamente fácil. No hablo de abrir una petición en change.org desde el sofá, sino de plantarte en la calle con una mesa y asaltar a los paseantes. La mayoría acelera el paso creyendo que les quieres vender algo. Si además tienen que identificarse y poner sus datos personales, huyen temiendo una estafa. Que encima estén de acuerdo con la petición, ya puedes tocar la campana con cada firma conseguida.

Así que estaremos de acuerdo en que recoger más de medio millón de firmas, que es el mínimo para presentar en el Congreso una Iniciativa Legislativa Popular (ILP), no es algo que se consiga en dos tardes en la Puerta del Sol. Muchos intentos de ILP fracasan por no reunir suficientes firmas. Imagínate lo que supone no 500.000, sino más de 600.000. Pero espera, que te lo pongo más difícil: consigue más de 600.000 firmas sin que ninguno de los interesados en la propuesta puedan firmarla. Es lo que ha pasado con la ILP que propone regularizar a cientos de miles de personas migrantes, y que ha sido tomada en consideración este martes. Sus impulsores, y quienes más han trabajado por sacarla adelante, son los propios migrantes sin papeles, a través de sus asociaciones y junto a cientos de colectivos.

Lo de menos es que medio millón de personas no puedan firmar una ILP (tampoco podrían con los papeles en regla, el requisito es ser español): el problema es que no pueden firmar otros papeles más importantes: un contrato de trabajo, el alquiler de un piso, una hipoteca, un seguro, la solicitud de tarjeta sanitaria, un impreso de la Seguridad Social, la declaración de la renta o cualquier petición de ayuda. No pueden firmar nada, y sin embargo trabajan, necesitan un techo, enferman y tienen necesidades.

Hablamos mucho del asalvajado mercado de vivienda español, lleno de zulos a precio de mansión; pero no pensamos en lo que debe ser encontrar algo, aunque sea una habitación compartida, cuando tu situación administrativa ahuyenta a los caseros y te deja a merced de abusos. Nos quejamos de la precariedad y los sueldos bajos, pero hay quien trabaja sin derechos, a lo que salga, por lo que quieran pagarle, carne de explotación. ¿Listas de espera en la sanidad? Medio millón de personas no tienen que esperar para ver a su médico o al especialista: directamente no les atienden, salvo una urgencia. Denunciamos el fraude fiscal, pero miles de familias están deseando presentar su declaración de la renta y no pueden, de modo que tampoco les dejamos contribuir económicamente todo lo que podrían.

Este medio millón de personas no ha brotado aquí de repente: lleva años viviendo en nuestros barrios, y en muchos casos hacen todos esos trabajos que nadie quiere pero sin los que no podemos funcionar como sociedad. En la pandemia los llamábamos trabajadores… Ay, cómo era la palabra… Esenciales, eso era. Trabajadores esenciales. Suena a pitorreo, ¿verdad? Muchos trabajadores “esenciales” lo hacen a escondidas, donde no los vemos, o donde no los queremos ver: bajo plásticos de invernaderos, en casas como internas. Y con miedo a que en cualquier momento la policía les pida la documentación y acaben en un CIE.

Que el Congreso haya tomado en consideración la ILP es un éxito, porque la mayoría de iniciativas populares no pasa ni ese trámite. No es España país para el poder popular, que en cuatro décadas solo han sido aprobadas dos ILP. Lo de este martes es un primer paso, pero es importante. Más en un momento de derechización o directamente ultraderechización de Europa, con gobernantes comprando la agenda racista y xenófoba de la extrema derecha. Que una iniciativa así reciba tanto apoyo social, y que todos los partidos salvo Vox hayan permitido que al menos se debata, es una buena noticia, nos hace mejores. Enhorabuena y gracias.

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