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Rafael Hernando, un “broncas” para cumplir la promesa del PP de dialogar en el Congreso

Rafael Hernando con Mariano Rajoy.

Luz Sanchis / Ana Caro

La responsabilidad de negociar votaciones, cruzar enmiendas que modifiquen las iniciativas y, en definitiva, buscar los apoyos que el Gobierno necesita para sacarlas adelante en el Congreso es cosa de Rafael Hernando. Por su trayectoria, el portavoz del PP no parece el adecuado para entenderse con el resto de grupos parlamentarios, pero en su partido destacan “la capacidad de Rafa para adaptarse a lo que sea necesario”. El diputado tiene la misión de demostrar que el diálogo y la “legislatura colaborativa” son más que promesas.

La aversión a los cambios de Mariano Rajoy le ha mantenido en el puesto, al menos por el momento, a la espera de que un futuro congreso del PP reorganice la estructura del partido. Paracaidista, como se llama a los diputados que caen en listas distintas a su circunscripción de origen, empezó su carrera en Guadalajara en 1983 como concejal de su Ayuntamiento y ahora es el número uno por Almería. Por el camino ha sido concejal, parlamentario autonómico, presidente de Nuevas Generaciones, senador y portavoz adjunto a Alfonso Alonso cuando este era el titular.

La ristra de adjetivos que suelen utilizar sus adversarios y, a veces, también sus compañeros de filas invariablemente incluye “broncas”, “chulo” y “provocador”. Pero también lo definen como “encantador” o “muy hábil”. En la Carrera de San Jerónimo hay diputados a los que les ha costado acostumbrarse a sus dos caras. Uno de ellos, Íñigo Errejón.

El portavoz de Unidos Podemos recuerda cómo tras una Junta de Portavoces en la que ambos habían bromeado y conversado sobre el trabajo de la Cámara, el del PP era capaz de despedirse camino de la sala de prensa diciendo “bueno, ahora voy a salir ahí con los periodistas y os voy a dar una hostia”. Para él, casi nunca es personal. 

Su actuación más reciente, el jueves, fue acusar a Pablo Iglesias de haberse enriquecido gracias al nombre de España. Lejos de retractarse, aún fue más allá y sentenció “cuatro millones de dólares” como respuesta a una Ana Pastor, que le permitió tener la última palabra y negó el turno por alusiones a Iglesias. Hernando usó así un dosier que la Justicia ha despreciado como prueba. La protesta se zanjó con una salida de todo Unidos Podemos del hemiciclo y una vuelta a los pocos minutos para votar. 

La pareja de hecho que forma con Antonio Hernando, su homólogo en el PSOE, acaparará en esta legislatura mucha atención. La abstención traumática del PSOE este sábado permite a Rajoy gobernar. Los socialistas prometen empezar a liderar la oposición en seguida, mientras Iglesias les encuadra en una triple alianza con el PP y Ciudadanos. 

Llamó “pijo ácrata” al juez Santiago Pedraz, “energúmenos” a los miembros de ERC y la CUP, dijo que los “casos puntuales de desnutrición son una responsabilidad que corresponde a los padres” o tildó a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de “coquetear con organizaciones próximas al terrorismo”.

Su lista de perlas es larga. Pero la más polémica le hizo merecedor de una querella, que el Supremo archivó en junio de 2014. En 13TV, la cadena de la Iglesia, soltó a propósito de los familiares de víctimas del franquismo: “Algunos se han acordado de su padre, parece ser, cuando había subvenciones para encontrarle”. Ese “algunos” y ese “parece ser” le salvaron. Para los magistrados, el comentario “no fue ni generalizado ni categórico”. Tampoco consideraron que fuera “vejatorio”, sino una forma de expresarse en un debate político. 

Como voz principal de su partido en la Cámara Baja, Hernando rara vez rehúye a los periodistas y es capaz de afirmar lo que sabe que no es cierto con extraordinaria soltura. O abroncar desde la tribuna con agresividad, que desde los escaños ajenos parece desmedida, pero que él tiene controlada. “Yo no firmo acuerdos para 15 minutos, señor Rivera”, tronó desde la tribuna, muy ofendido por las críticas que el líder de Ciudadanos había despachado contra su jefe y por dar por muerto el acuerdo de investidura. Que él le hubiera bautizado como “Naranjito” en plena campaña no le pareció más que una broma graciosa.

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