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Teólogos y creyentes reclaman al Papa que permita comulgar a los divorciados vueltos a casar

El papa pide una gestión responsable del trabajo que expresa la dignidad humana

Jesús Bastante

“Dios no tiene dos pesos y dos medidas, o mejor aún; su parcialidad es siempre a favor de los más pobres y de las víctimas”. Una veintena de reconocidos teólogos y teólogas españoles han enviado una carta al Papa Francisco en la que, con estas palabras, reclaman que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar.

La campaña, lanzada a través de la web Religión Digital y la plataforma Change.org, se contrapone a la lanzada por los grupos ultratradicionalistas, que han recogido medio millón de firmas tratando de impedir cualquier reforma en la doctrina en el próximo Sínodo de Obispos, que se celebrará en Roma en octubre. Un buen número de eclesiásticos se han mostrado a favor de permitir la comunion y otras medidas, como la de una mayor acogida a las parejas homosexuales y la aceptación de las parejas de hecho.

La campaña en español (a la que seguirán otras en inglés, francés, alemán e italiano) se titula Carta al obispo de Roma y está firmada, entre otros, por el obispo emérito de Palencia, Nicolás Castellanos, y teólogos como José Ignacio González Faus, Andrés Torres Queiruga, Luis González-Carvajal, Javier Vitoria, Lucía Ramón, Joaquín Perea o Ximo García Roca.

Algunos de los firmantes han apuntado a eldiario.es que esta iniciativa es la primera de una batería de medidas para “arropar al Papa Francisco” en su intento por construir una “Iglesia de la misericordia”, frente a “los sectores ultracatólicos y rigoristas” que “presionan cada vez más al Sínodo y a Roma”, llegando a plantear, incluso, la amenaza de un cisma.

En la petición, los firmantes reclaman a Francisco que escuche “el clamor del Pueblo de Dios, hasta ahora silencioso”, sobre los divorciados vueltos a casar, al tiempo que piden un cambio en la norma eclesiástica que no les impida comulgar. El propio Papa ya dijo hace dos semanas que los divorciados vueltos a casar “no están excomulgados y siguen formando parte de la Iglesia”. Ahora, Bergoglio, con el apoyo del Sínodo, deberá decidir si da un paso más y modifica la normativa.

Para los teólogos firmantes, con la admisión de los divorciados a la comunión, “la Iglesia es fiel al espíritu del Evangelio y no a su letra”, y hacen una lectura distinta al dogma definido en Trento. “En nuestra opinión -subrayan- la prudencia pastoral no sólo permite, sino que hoy más bien reclama un cambio de postura”.

“Lo que Dios ha unido...” como frase feminista

Para sustentar su petición, la carta señala toda una serie de razones, bíblicas, históricas y antropológicas, partiendo del propio Jesús de Nazaret, cuya cita “Lo que Dios ha unido, no lo separa el hombre” (utilizadas desde hace siglos por la institución para estigmatizar a los divorciados) pretendían más bien “una defensa de la mujer abandonada”. Y es que en la Palestina del siglo I no existía el divorcio de mutuo acuerdo, ni la separación de bienes, ni mucho menos la igualdad de derechos hombre-mujer.

“En tiempo de Jesús no se conocían la situación de un matrimonio que (quizá por culpa de los dos o por una incompatibilidad de caracteres, antes no descubierta), fracasa en su proyecto de pareja”, explican los teólogos, quienes subrayan que “el espíritu fundamental de toda la ley evangélica es la misericordia: no una misericordia blandengue, por supuesto, sino una misericordia exigente. Pero de ningún modo una exigencia inmisericorde”.

Por esa fidelidad al espíritu de la Ley, la Iglesia primitiva abandonó la circuncisión “tras fuertes discusiones y contra la opinión de algunos que creían ser más fieles a Dios y, en realidad, buscaban su propia seguridad. Gracias a aquella decisión tan discutida, la Iglesia no sólo fue fiel a Dios sino que abrió las puertas a la evangelización del mundo entero. Y hoy aquella decisión nos puede parecer evidente pero entonces les resultó a muchos escandalosa”, recuerda el escrito, que añade que la Iglesia, según los Evangelios, debe huir de las imposiciones, “uno de los peores pecados que puede cometer la Iglesia”.

Una decisión, la de estigmatizar a personas que fracasan en sus matrimonios, que toman líderes religiosos que, por otro lado, jamás se han casado o han convivido con una pareja. “Es muy discutible -subraya el texto- que personas célibes puedan comprender lo que significa convivir cada día íntima y pacíficamente con otra persona con la que no hay la más mínima sintonía. Como es discutible que personas célibes pudieran abstenerse de mantener relaciones sexuales con una persona con la que se convive día y noche y a la que se ama”.

Atender al espíritu de la ley y no imponer cargas y optar por una “disciplina de misericordia” no significa, dice este manifiesto en contra de lo que suelen argumentar los sectores más tradicionales, “abrir las puertas a una relajación moral, o a que la Iglesia acepta los mismos criterios sobre el divorcio que nuestra sociedad pagana”, sino una nueva lectura del planteamiento original del Evangelio de Jesús para los católicos.

Una doble vara de medir

Por otro lado, para cualquier creyente, resulta vital la participación en la Eucaristía. “Nos tememos que privar de esa fuerza a quienes fracasaron en su primer proyecto matrimonial y han hecho ya penitencia por ese fracaso, podría acabar apartándolos de la fe”, advierten los teólogos, quienes critican que la Iglesia tiene “una doble vara de medir para las infidelidades evangélicas que afectan al campo sexual y para las que afectan a otos campos de la moral”.

En concreto, se refieren al derecho a la propiedad que, según la doctrina, “no es absoluto” aunque, denuncian, “esa enseñanza del destino primario de los bienes de la tierra, tantas veces recordada por los últimos papas, la incumple una mayoría de católicos sin mostrar además el más mínimo arrepentimiento ni voluntad de enmienda por ello”. Y sin embargo, se les admite a “recibir unos sacramentos que se niegan a los otros casos de pareja fracasada”.

En definitiva, “Dios no tiene dos pesos y dos medidas” y, si es parcial con alguien, siempre lo es con los más pobres y con las víctimas y con los transgresores. Por ello, concluye el escrito, los firmantes animan a Francisco a resistir las amenazas de los sectores ultraconservadores y “agradecemos mucho tus esfuerzos, en medio de tan crueles resistencias, por dar a la Iglesia un rostro más conforme con el Evangelio y con lo que Jesús se merece”.

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