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“Nos vemos encaminados hacia una sociedad de la soledad”

La investigación destaca a las personas mayores como uno de los grupos más vulnerables y proclives a sentirse solos

Marta Borraz

La soledad, la no buscada, la obligada por las circunstancias personales de quienes la sufren, es un fenómeno cada día más frecuente en la sociedad. Es una de las principales conclusiones del estudio La soledad en España, elaborado por un equipo de investigadores del centro de Análisis Sociológicos, Económicos y Políticos. De él se desprende el dato de que uno de cada diez españoles admite sentirse solo “con mucha frecuencia”. Porque, a pesar de que un 41% de los ciudadanos que viven solos lo hace por obligación, no es lo mismo vivir sin compañía que sentir soledad. Pero, “¿por qué cada día estamos más solos?”, se preguntan los investigadores autores del estudio, Juan Díez Nicolás y María Morenos Páez.

En su opinión, “nos vemos encaminados hacia una sociedad de la soledad” debido a diversos factores tanto personales como sociales. Entre ellos, “la fragilidad del propio individuo y los determinantes de la vida moderna ante los cambios en el contexto económico y social”. Condicionantes que han provocado un cambio en la estructura de los hogares. Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, los hogares unipersonales ya constituían en 2014 un 24,8% del total, seis décimas más que el dato correspondiente a 2013.

Sin embargo, “vivir solo no tiene por qué tener una connotación negativa, para algunas personas puede ser deseable”, destaca Díez. Según las cifras que aporta el estudio, en España el 20% de los mayores de 18 años vive solo, el 59% por voluntad propia y el 41% restante por obligación. Por ello, el estudio diferencia entre dos dimensiones de la soledad: la objetiva y la subjetiva. Lo que las diferencia es la elección. La primera es una manera de estar solo sin sentir soledad. La segunda, difícilmente cuantificable, es un sentimiento que “aparece por un problema de uno mismo, por echar en falta a otras personas o por tener dificultades a la hora de participar en los bienes y servicios de la ciudad, barrio o entorno”, desarrolla el informe.

Esperanza de vida y avances tecnológicos

El contexto social que influye en la soledad y que, según Díez, “ha precipitado el surgimiento y el aumento de este sentimiento en los últimos años” se puede trocear en diferentes factores. En primer lugar, los elementos sociodemográficos, entre ellos el descenso de la natalidad o el aumento de la esperanza de vida, que ha provocado el aumento de las personas mayores en la pirámide poblacional. De hecho y según los datos del INE, el 40% de los hogares unipersonales en España está formado por una persona mayor de 65 años.

El éxodo rural es otro de los condicionantes nombrados por los investigadores, pues es en el medio rural “donde hay más convivencia, se establecen relaciones más estrechas y directas que promueven la comunicación y la solidaridad”. Los avances tecnológicos, que fomentan una “comunicación menos intensa, fluida y profunda”, un tipo de sociedad “individualista” o el sentimiento de insatisfacción alimentado por la competitividad son otros de los factores que destaca el equipo investigador.

El estudio concluye que las realidades actuales de las que más depende el sentimiento de soledad son tener pareja o no, los ingresos mensuales, que “posibilitarán acceder a bienes o servicios donde generar redes sociales”, el tamaño del municipio o la situación laboral.

Mujer, sin pareja y desempleada, el perfil mayoritario

Según los investigadores, el perfil de persona que más sufre la soledad es el de una mujer, sin pareja y sin trabajo. Algo que se produce porque “vivimos en una sociedad en la que los hombres tienen más poder, más recompensa social y más prestigio”. Bajo este prisma, los hombres tendrían más posibilidades de acceder a redes de apoyo o a bienes y servicios fuera del ámbito privado. Algo que para la mujer, en una sociedad que la vincula tradicionalmente al ámbito privado, sería más difícil.

Además, las mujeres “son consideradas más vulnerables, tienen menor capacidad de renta que los hombres y, por tanto, se sienten minusvaloradas y más desamparadas”, analiza el estudio. Por otro lado, al gozar de una esperanza de vida mayor que los hombres, viven en hogares unipersonales al final de su trayectoria vital en mayor proporción que ellos. De hecho, de acuerdo con los datos facilitados por el INE, el número de mujeres mayores de 65 años que viven solas dobla al de los hombres. Aún así, Díez hace hincapié en que “la soledad se da en muchos tipos de personas y en circunstancias muy diversas”.

La investigación destaca también a las personas mayores como uno de los grupos más vulnerables y proclives a sentirse solos. Según los expertos, “estos sentimientos se van incrementando progresivamente a medida que se desarrolla la trayectoria vital” y los relacionan directamente con la pérdida de la pareja y el fin del periodo laboral, además de las limitaciones a las capacidades físicas y a la autonomía que suele provocar la vejez.

En cuanto a la percepción de los ciudadanos respecto al sentimiento de soledad, predominan tres respuestas ante la pregunta de cuáles son las causas más frecuentes: falta de comunicación y compañía, carencia de afecto y tristeza o depresión. Solo un 16% de los entrevistados lo atribuye a un fracaso personal.

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