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Catalunya: geopolítica del 9N

El presidente de la Generalitat, Artur Mas. / Efe

Sergi Picazo

En 1982, el economista y premio Nobel Milton Friedman, aseguró en una conferencia en la Universidad de Chicago: “Cuando estalla una crisis hay que hacer que lo políticamente imposible en una situación normal se convierta en políticamente inevitable”. Friedman comprendía que, en circunstancias normales, las decisiones económicas y políticas se toman en medio del tira y afloja de intereses contradictorios: izquierda contra derecha, los de abajo y los de arriba, independentistas y no independentistas; y los políticos deben encontrar un equilibrio según la fuerza de unos y otros. Sin embargo, en caso de una grave crisis o una situación de emergencia nacional, los políticos se encuentran liberados para sacar adelante decisiones que en una situación normal serían inconcebibles. “Esto pasó en Estados Unidos después del 11-S, en el sudeste asiático tras el tsunami o en Irak después de la invasión. El primer experimento fue el Chile de Pinochet ”, asegura Naomi Klein en su libro La doctrina del shock.

Catalunya sufre hoy una situación de crisis total. Vive en un estado mental de estrés postraumático después de seis años de recesión, alta desafección democrática –desconectada ya de las instituciones del Régimen de la Transición– y con un proceso independentista en marcha –que es también desconstituyente–. Radiografía del momento crítico en Catalunya:

1). Crisis económica: 770.400 parados, un 20’2%; 542.000 sin trabajo ni prestación de desempleo; una tasa de riesgo de pobreza del 20'1%; 44 desahucios cada día durante el primer trimestre de 2014.

2). Crisis democrática: El 82% de los catalanes se muestra insatisfecho con el funcionamiento de nuestra democracia cuando en 2006 sólo era un 35%, según las encuestas del Centre d'Estudis d’Opinió de la Generalitat.

3). Crisis nacional: según el CEO, el 54% de los catalanes afirma hoy que votaría a favor de la independencia por sólo un 20% que votaría en contra. Pero, además, en todas las encuestas publicadas en Catalunya, siempre hay entorno a un 70% de catalanes que pide salir de dudas con una consulta.

Lo que está realmente en juego no es sólo la independencia: si Mas se atreverá o no a convocar la consulta. Sino lo que está en juego es quién tendrá la hegemonía y, por lo tanto, el poder de decidir. ¿Quién aprovechará en su favor el estado de shock que vive Catalunya? Si la izquierda española (ni siquiera la que representa Podemos) no se da cuenta de lo que está pasando, más allá del debate de superfície de banderas y esteladas, va a dejar otra vez vía libre a los thinks tanks neoliberales.

Los próximos pasos del soberanismo están marcados en rojo en el calendario. Nadie podrá decir que le pilló por sorpresa. La Diada del Once de Setiembre, con la simbólica V, puede volver a ser un éxito de mobilización ciudadana. El Parlament celebrará la semana siguiente el Debate de Política General (como el debate del estado de la nación) y aprobará la Ley de Consultas (con el anunciado apoyo del PSC). Acto seguido Mas convocará la consulta para el 9-N y horas después, recurso mediante del Gobierno del PP, el Tribunal Constitucional la suspenderá. Aquí entraremos, como ha dicho Mas, “en terreno desconocido”.

¿Reforma o ruptura?

¿Reforma o ruptura?Llegamos, entonces, al momento definitivo. Reforma o ruptura. Obedecer al TC o desobediencia civil. Los partidos catalanes, y en concreto el presidente Mas, han de decidir si realizan la consulta pese a la prohibición o ponen el freno de mano. Muchas voces siginificativas dentro de Convergència –y casi todas las de Unió- ya han pedido retrasar la consulta sine die o transformarla en unas supuestas elecciones plebiscitarias. El gran empresariado (desde la banca, con Banc Sabadell, hasta el mundo editorial, con Planeta) presiona a Mas, al que consideraban uno de los suyos, para que reconduzca el choque de trenes. La élite político-económica, simbolizada en el lobby del Puente Aéreo, empresarios de Madrid y Barcelona que cena cada mes con un político de primera fila del PP, CiU o PSOE, pide abandonar el proyecto soberanista. Tienen miedo a perder el control del poder. Sobre todo si, como se ha visto con el caso Pujol, el Estado saca el ventilador. José Antonio Zarzalejos, conocedor de los entresijos de Madrid, lanzó un aviso: “Para enfrentarse al Estado, desafiándolo, hay que atarse los machos y estar limpio como una patena y en disposición de que los servicios de inteligencia pasen el escáner y no encuentren nada”.

Gobierno de coalición y DUI

Gobierno de coalición y DUILa única escapada de CiU sería un gobierno de coalición con ERC con el objetivo de convocar elecciones en invierno y presentarse juntos –probablemente sin Unió– con un punto en el programa electoral: proclamar una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) en el Parlament. Este escenario ya ha aparecido como globo sonda en los últimos días en diversos medios de comunicación catalanes a raíz de filtraciones de “fuentes” convergentes. Sería el escenario que salvaría a Mas. Lo último que quiere hacer un político es perder el poder. Un Gobierno de concentración, presidido por Mas y con Oriol Junqueras de vicepresidente, sería la estrategia para mantenerse en el Gobierno, ya que si se CiU se presenta en solitario probablemente perdería ante ERC. Los republicanos ya ganaron las europeas en Catalunya y todas las encuestas los dan como virtuales vencedores. Sin embargo, Junqueras, por ahora, no parece querer oír los cantos de sirena convergentes.

La batalla por el poder post 11S

La batalla por el poder post 11SPor primera vez en mucho tiempo todo indica que nadie tiene ni idea de qué pasará. Con la economía por los suelos, un alto nivel de desafección y el auge independentista, Catalunya está en estado de shock. Naomi Klein diría que es el escenario ideal para tomar decisiones políticas que difícilmente se podrían tomar en una situación normal. La tormenta perfecta. Será el momento clave para ver quién tiene realmente el poder. Como ha dicho Josep Ramoneda: “Una secesión afecta directamente al reparto del poder. Se trata de hacerse con una parte del poder político, económico y mediático que ahora está en otras manos”. Todo dependerá de la relación de fuerzas. La mayoría de los catalanes que defienden el derecho a decidir son de izquierdas. Hay un movimiento de masas que ve en el referéndum un punto de partida para conseguir un cambio real del estatus quo, como explicabámos en este artículo Pero los lobbies independentistas de derechas son muy poderosos y tienen mejores tribunas. El futuro, con o sin consulta el 9N, está por decidir. Conclusión: cualquier análisis simplista (también de la izquierda española, Podemos incluida) en las próximas semanas puede llevar a una situación de no retorno.

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