Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La Guerra Fría no volverá

Putin y el ministro de Defensa ruso.

Andrés Ortega

Mucho se está hablando estos días de un regreso a la Guerra Fría tras el golpe de mano ruso en Crimea. La facilidad con la que se usa la expresión es pasmosa. Sin embargo, la Guerra Fría no volverá, aunque no haya una vuelta en el horizonte a la normalidad entre las relaciones entre Estados Unidos y Europa con Rusia. Enfriamiento o estancamiento, sí; Guerra Fría, no. Ésta fue una confrontación ideológica que permeó y estructuró el mundo en una época en base al equilibrio del terror nuclear y una confrontación convencional en Europa y en otras partes del mundo.

Lo que se está viviendo en estos momentos es muy diferente: un intento de una Rusia en decadencia de recrear un parte del espacio postsoviético que perdió en 1991, sólo que con otras formas, y un intento occidental de impedirlo. Pura política de poder. Pero un enfrentamiento limitado y asimétrico: en la guerra de propaganda (que algunos visos de realidad tiene) Occidente acusa a Rusia de haber violado la legalidad internacional y de haber cambiado las reglas del juego y Putin acusa al Maidán de Kiev (y quién dice que está detrás) de haber violado la legalidad nacional de Ucrania. Esta guerra de propaganda la va ganando Occidente en Occidente, y Rusia en Rusia y en una parte de Ucrania.

La Guerra Fría ha dejado paso a la era de la interdependencia, también llamada de la globalización. Por eso, en una Europa que a duras penas está saliendo de la recesión, el primer temblor de la operación rusa se produjo en los mercados. Y las reacciones fueron en este sentido. Incluso el premier británico, David Cameron, tuvo que desmentir muy pronto que estuviera poniendo los intereses financieros de la City por delante de los intentos de desactivar la crisis ucraniana. También Alemania actuó con cautela. E incluso Putin tuvo que calmar algo los ánimos ante un rublo que se tambaleó y unos pronósticos de Morgan Stanley de que lo ocurrido podía llevar a Rusia a una recesión suave. España tiene inversiones importantes en Rusia y un millón de turistas rusos al año.

Luego la carrera ha sido para ver quién ayudaba más a Ucrania, una economía que ha sobrevivido estos días con la primera entrega que hizo Rusia de su prometida ayuda, frente a la que pretenden tomar el relevo EEUU, con unos meros 775 millones euros, y la Unión Europea que esta vez sí ha sacado pecho con su promesa de 11.000 millones de euros (en varios años) para evitar que entre en quiebra, a la espera de lo que pueda aportar el Fondo Monetario Internacional, aunque como en el caso de la UE se exigen condiciones: reformas que serán impopulares. Pero si Europa asfixiada da esta ayuda es porque detrás está Alemania que busca una salida. Como se ve, todo esto está muy alejado de una Guerra Fría que ninguno, ni Rusia ni los occidentales, estaría capacitado para librar.

No es probable que Rusia retire sus tropas (de las que puede no haber necesitado más de 5.000 suplementarias y Putin dice que las fuerzas desplegadas no son rusas sino de “autodefensa”), pues las otras ya estaban en sus bases en Crimea en una operación que la UE ha calificado de “clara violación de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”, pero no de invasión). El propio Putin descartó la anexión de Crimea a Rusia –menos aún una ocupación de Ucrania oriental-, en favor de mucho más autogobierno dentro de Ucrania o con un status de semiindependencia. La decisión ayer del Parlamento crimeano de convocar un referéndum el 16 de marzo para incorporarse a la Federación Rusa, sin embargo, complica la situación, aunque una cosa es que Crimea quiera volver a Rusia, y otra que Rusia lo acepte.

Ucrania es clave para los intereses rusos. La geografía, y lo étnico sigue mandando, incluso en la globalización, o, justamente, por la globalización, que está claro que tampoco excluye el uso de la fuerza militar. Pero la relativiza. La rapidez y manera como se han desplegado las fuerzas indican que estaba en los planes desde hacía tiempo por si ocurría lo que ocurrió: que Ucrania se desestabilizó. La única solución estable (y que salve la cara de todos) es la democrática, con elecciones con garantías –las del 21 de febrero (pactada entre las partes con el aval de los ministros alemán, francés y polaco, y un representante ruso)- en el conjunto de Ucrania. ¿Las aceptará Rusia para el 25 de mayo? ¿O el referéndum en Crimea impedirá todo acuerdo?

Hay que reflexionar a más largo plazo sobre unas estructuras de seguridad en Europa que han fallado, pero que aún pueden ser útiles no para apaciguar sino para integrar, si se supera la actual situación lo que no es fácil, a una Rusia que se siente incómoda, pero que ha violado las normas de la ONU y de la OSCE, la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa, que aún tiene un papel que cumplir en todo esto.

Occidente se ha dividido, y los europeos también entre sí pese a su imagen de aparente unidad. La Unión Europea juega mal a la geopolítica. No está hecha para eso ni está en esa cultura que sí tiene Rusia. Además, los intereses económicos europeos en Rusia son mucho más importantes que los de EE UU. Y entre los europeos, la percepción del riesgo y la amenaza también ha sido muy diferente. Los que están más cerca de Rusia han sentido más el aliento del oso. Pero saben que para los que escaparon de esas garras y se incorporaron a la UE y a la OTAN no hay vuelta atrás. Eso sí son líneas rojas.

Etiquetas
stats