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Cualquier día le dan el Nobel a Obama

Embajada de Estados Unidos en La Habana. Foto: EFE

Isaac Rosa

Con el gusto que le ha cogido el presidente norteamericano a hacerse fotos históricas en su final de mandato, no me extrañaría que hasta le acabasen concediendo el Premio Nobel de la Paz.

La imagen de la bandera cubana ondeando en Washington después de medio siglo es de las que gustan a los académicos noruegos, que se relamerán más aun cuando vean dentro de un mes las barras y estrellas en un mástil del malecón. Y con histórica visita del jefe de exteriores estadounidense incluida.

Si el tema cubano no es suficiente, ahí está también el acuerdo nuclear con Irán. Un presidente norteamericano que recompone relaciones con dos archienemigos, ¿qué más necesita el Comité Nobel? Por mucho menos han premiado a mindundis, e incluso a reconocidos canallas. Y en el caso de Obama, juega a su favor el contraste con su antecesor en el cargo. Tras el paso de Bush Jr. por el planeta cual caballo de Atila, cualquier presidente parece un hippie amoroso a poco que sonría.

Pero si Obama quiere asegurarse el Nobel, todavía puede dar más pasos para demostrar que hace “extraordinarios esfuerzos por fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”. En el caso de Cuba, levantar de una vez el embargo que lleva medio siglo limitando su desarrollo, y acabar con la política de injerencia permanente, a la que siguen destinando dinero para “promover la democracia”. Es cierto que en ambos casos depende del Congreso, pero el presidente tiene poderes suficientes para vaciar de contenido el embargo hasta hacerlo irrelevante. Y después de levantarlo, bien haría en pedir perdón a varias generaciones de cubanos cuyas vidas han estado marcadas por una política hostil que el propio Obama ha reconocido que no ha servido para nada.

¿Bastaría con eso para que le concediesen el premio gordo del pacifismo? Cuba e Irán son dos trofeos de caza mayor, sí, pero no sé si suficientes para tapar las muchas sombras que deja la presidencia de Obama en materia de política exterior, paz y derechos humanos.

No sé, igual a los miembros del Comité Nobel no les parece correcto premiar a un presidente que no solo no ha cerrado las guerras que heredó (Irak, de donde se retiró para volver poco después, y Afganistán, donde sigue); sino que además ha ayudado como el que más a dejar Oriente Medio hecho unos zorros (con el Estado Islámico campando a sus anchas entre tanto estado desintegrado), ha incrementado el uso de drones y asesinatos selectivos en esos países y en Pakistán y Yemen, ha contribuido decididamente al desastre libio, ha enredado un rato largo en Ucrania, y sistemáticamente ha hecho la vista gorda con los excesos del amigo israelí. Ah, y mantiene intacto el agujero de Guantánamo, faltando a su propia promesa.

En fin, que pese a sus muchas sombras, igual en octubre nos llevamos la sorpresa y el Comité Nobel premia a Obama por su contribución a la paz mundial. Cosas más raras se han visto.

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