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Rita tuvo un sueño

Rita Barberá estrena su nuevo escaño en el Senado, tras dejar el PP.

Jesús Cintora

Rita tuvo un sueño. Soñó que la política española entraba en una deriva de guerras internas, luchas de poder y alejamiento de los problemas del ciudadano. A Rita no le venía mal. Investigada por corrupción, pero apoltronada en su escaño, blindada, cobrando y con la gente distraída en otros menesteres. Así entró Rita en fase REM. Fue después de saber que hasta le han subido el sueldo. Cobrará casi 10.000 euros más al año. Con causa abierta por la justicia, pero cambiando las sábanas al Grupo Mixto se queda como una seda. Ha ganado en suavidad.

Y continuó la siesta. Con una especie de soniquete como en la radio. “¿Minuto y resultado en la guerra del PSOE?”. “Un barón más contra Pedro Sánchez y dimisiones en bloque en la Ejecutiva Federal”. Con esto a Rita ya se le caía la baba. “Dura disputa por el poder en el partido. Si creíamos que esto era solo un enfrentamiento entre Susana Díaz y Sánchez habíamos visto el calentamiento mal. Intereses políticos, mediáticos, empresariales… Imposible saber cómo puede acabar”. Y Rita ya roncando, claro.

De Zapatero a la disputa entre Chacón y Rubalcaba, después la de Pedro Sánchez y Madina, luego la de Susana y Sánchez… Y la pesadilla sigue sin terminar. En el sueño de Rita es como si fuera por un lado el interés del votante y por otro un lío entre los dirigentes socialistas, que parecen incapaces de arrimar el hombro y remar. Y no como hace Mariano, que mantiene prietas las filas y hasta protege a los decentes como Rita, ejemplo de senadora, en la España que aguanta, consiente o siente que cada vez se nos toma el pelo más. “Rita, eres la mejor”, resuena con alegría este cántico de la tierra, donde Rajoy blinda a los investigados y donde la España del bostezo que reflejó Machado convive con esa que quisiera despertar.

Tan real como que, efectivamente, Rita se quedó dormida al volver al Senado. Delante de todos. Para vergüenza de España. O de una parte. Ya le dijeron que es tiempo de aguantar. La gente perdona, olvida o al menos lo pasa por alto. “Son todos iguales”, “van a lo suyo” o “el que no roba, robará”, dicen algunas vocecillas del pueblo en los sueños dorados de Rita. A unos los llaman cuñados, otros dicen que son primos hermanos y otros hablan por hablar.

Lo preocupante es que es distanciamiento entre el debate político y los problemas de la gente sigue yendo a más. A fin de cuentas, cabe preguntarse cuántas Ritas hay. Cuántos se benefician o mueven los hilos para que el foco y las energías de nuestros dirigentes estén donde están. Demasiado distraídos y enfrascados en otros asuntos que no son la corrupción, el paro, los servicios sociales o la desigualdad. La siesta continúa. No sabemos hasta cuándo, pero creo que todos deberíamos estar de acuerdo en que esto no puede durar mucho más.

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