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Regularización de cucharillas

Juan Manuel Gil

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Hay quien no lo considera un hurto. Hay quien lo justifica con la idea de que ya va metido en la tarifa que nos cobran al final de nuestra estancia. Otros lo consideran el ejemplo más exacto de la picaresca humana. Pero lo cierto es que uno de los grandes quebraderos de cabeza de los hoteles ha sido el constante, metódico y pequeño robo. El que se perpetra gota a gota, cucharilla a cucharilla, albornoz a albornoz.

Uno de los hoteles más emblemáticos de Nueva York, el Waldorf Astoria, abrió un periodo de amnistía del menaje entre los meses de julio y septiembre del año pasado. Tal programa consistía en dar la posibilidad de que quien tuviera algún artículo que hubiera pertenecido en el pasado al hotel pudiera devolverlo. Ellos garantizaban que no harían ningún tipo de pregunta ni exigirían identificación alguna. Y lo cierto es que la idea ha calado tan hondo que, aún hoy, cuatro meses después de que se cerrara el plazo, están llegando al Waldorf Astoria cucharillas, bandejas, jarras, cafeteras, toallas y posavasos.

El objetivo no es otro que visualizar la memoria de más de cien años de historia en su propio museo y en su página web. En ésta, desde la clandestinidad, es posible curiosear entre aquellas sustracciones que ahora resultan tan sumamente poéticas; algunas de ellas tan atractivas como excéntricas.

Según el propio hotel, hubo una época en que se llegaron a sisar más de 20.000 cucharillas a la semana. De hecho, algunas de las que se han recuperado datan del año 1925. Pero no es lo único. Entre los objetos más interesantes se encuentran utensilios de plata, bandejas talladas, abrebotellas, ceniceros, posavasos y cafeteras de la primera mitad del siglo XX. Casi todo con el anagrama del hotel impreso. La pena es que aún no se ha recuperado el cristal de la ducha en el que Frank Sinatra y su esposa, Nancy, decidieron tatuar sus iniciales. Al parecer, éste desapareció durante una de las reformas a las que fue sometido el edificio.

Los propietarios del mítico hotel son conscientes de que no recuperarán apenas una mínima tajada de lo que su clientela hábilmente escondió en el equipaje. Pero saben que no existe mejor publicidad que un anagrama del Waldorf Astoria sobre la mesa de gala de miles de hogares.

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