En mayo de 2003 Susan Sontag viajó a México y visitó las comunidades indígenas que formaban parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y fue entrevistada por Elena Poniatowska; la charla se publicó en el periódico mexicano La Jornada. Durante la conversación Poniatowska le preguntó a Sontag si no creía que se hacía la vida difícil, a lo cual la escritora estadounidense respondió: “Es que quiero seguir creciendo, quiero desarrollarme, quiero volverme más sabia. Creo que es demasiado fácil instalarse en una serie de ideas después de una cierta edad, y pasarse el resto de la vida con las mismas ideas. No quiero hacer eso”. A Poniatowska no le quedó clara la referencia a la edad y pregunta por ello, y Sontag le aclara: “Eso es lo que le sucede a la mayoría de la gente, dejan de crecer después de una cierta edad. Cuando son jóvenes están abiertos y cuando llegan a una cierta edad se detienen y no hacen esfuerzos ni se ponen reto alguno”. Leyendo la prensa a diario y también algunos ensayos que se publican no es raro dar con el problema que plantea Sontag: la pereza intelectual o la simple comodidad de vivir en un discurso. Pero también es significativa la burocrática actitud de casi todos los responsables de opinión en los periódicos y la de muchos editores: parecieran instalados en una tranquila burocracia ajena a lo que está pasando allí fuera. Está claro que no es sencillo encontrar respuestas pero no hacer las preguntas desde otro lugar es una manera accesible y contraria al tedio imperante.