Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.
Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.
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Flores para Anna: La ofensiva de Rusia contra la verdad y la información
Hoy se cumplen ocho años desde el asesinato de la periodista rusa Anna Politkovskaya, quizá la más conocida de los “héroes” que se atreven a denunciar las violaciones de derechos humanos en el país. Pero no fue la única. En esta semana, en la que cientos de activistas de Amnistía Internacional se alzan para exigir la #libertadexpresión en Rusia, analizamos a qué se enfrentan algunos de ellos.
Conor Fortune
Periodista de Amnistía Internacional —
Novaya Gazeta tiene su sede en un insulso edificio de oficinas de hormigón rosa y gris, en una tranquila calle residencial de un barrio bien de Moscú, a dos kilómetros del Kremlin.
El periódico, que ha defendido su independencia con uñas y dientes desde que se fundó, en 1993, con fondos del Premio Nobel de la Paz concedido a Mijaíl Gorbachov, es hoy en día uno de los cada vez más escasos medios de comunicación libres en Rusia. Hace años que está considerado, tanto en su país como en el extranjero, una fuente crítica de periodismo de investigación serio sobre las cuestiones que más importan a la sociedad rusa.
Pero este estatus ha tenido un precio: cuatro periodistas y colaboradores de Novaya Gazeta, algunos de ellos defensores de los derechos humanos que trabajaban con el periódico, han sido asesinados; otro murió súbitamente de forma sospechosa; y algunos otros han recibido agresiones o amenazas.
Anna Politkovskaya es sin duda la más conocida de los héroes caídos del periódico. Recibió numerosos premios por sus años de dedicada labor de investigación periodística sobre la agitada región del Cáucaso Septentrional. Como acérrima defensora de los derechos humanos, se opuso implacablemente a la guerra de Chechenia y fue infatigable en su misión de sacar a la luz la verdad sobre el conflicto.
El 7 de octubre de 2006, la mataron a tiros en plena luz del día a la entrada del bloque de apartamentos donde vivía en Moscú. Irónicamente, esa fecha coincide con la del cumpleaños de uno de sus principales adversarios —el actual presidente de Rusia, Vladimir Putin—, a quien ella criticaba duramente en sus artículos periodísticos y sus libros por su papel en el conflicto checheno.
En junio de 2014, tras varios años en los tribunales, se condenó y se encarceló por su asesinato a cinco hombres —dos agentes de policía y tres miembros de una familia chechena involucrada en el crimen organizado—. Pero quienes ordenaron su asesinato aún andan sueltos, y la investigación para que rindan cuentas se encuentra en punto muerto.
Amnistía Internacional apoya desde hace mucho tiempo a la familia de Anna Politkovskaya, los redactores y otras personas que siguen luchando para que se haga plena justicia por su asesinato tanto en el fuero del sistema judicial como en el de la opinión pública.
“Mentalidad de asesinos”
Por su sonrisa cálida y su carácter afable, la imagen que proyecta Elena Milashina no permite entrever el peligro que corre habitualmente en su trabajo.
Tras el asesinato de Anna Politkovskaya, Milasihna la sustituyó como jefa de periodismo de investigación sobre Chechenia en Novaya Gazeta. Ahora dirige una sección con tres periodistas que trabajan sobre el Cáucaso Septentrional. Tras los asesinatos de Anna en 2006 y de la defensora de los derechos humanos y periodista Natalia Estemirova en 2009 en Grozni, la capital de Chechenia, ahora los corresponsales trabajan desde Moscú y solo se desplazan a la región para cubrir acontecimientos clave, como los juicios importantes.
Como en el caso de su predecesora, el trabajo de Elena la enfrenta a menudo a personas muy peligrosas y a situaciones aterradoras.
“Estas personas son asesinos y tienen mentalidad de asesinos”, afirmó refiriéndose a algunos de los individuos a los que entrevista y sobre los que escribe habitualmente. “Para ellos, la forma más fácil de resolver un problema es matar a alguien. Tras los asesinatos de varios de nuestros colegas, lo entendimos mejor que nadie.”
Esto no es en absoluto una exageración. Una sala de reuniones circular del periódico lleva el nombre de Anna y de otros antiguos empleados asesinados por hacer su trabajo. Los retratos de los caídos cuelgan alineados a lo largo de una pared.
No obstante, Novaya Gazeta continua siguiendo muy de cerca la situación en Chechenia. Sus periodistas denuncian con frecuencia las violaciones de los derechos humanos generalizadas que cometen las autoridades chechenas bajo el mandato de Ramzan Kadyrov, su líder nacional.
“Nuestra postura es que estamos abiertos a hablar con cualquier persona. Tenemos derecho a hacer preguntas, y tenemos que seguir trabajando. Se lo debemos a la memoria de Anna y Natasha [Estemirova], y queremos ayudar a la población chechena a recuperarse de las dos guerras”, dijo Elena.
“Siguen viviendo bajo un régimen totalitario, pero nadie escribe sobre ello. Lo único que puede cambiar la situación es la denuncia pública.”
Ataque a los medios de comunicación independientes
Este miedo a la denuncia pública es, sin embargo, lo que ha llevado a las autoridades rusas a contraatacar. Aunque Elena ha garantizado a Amnistía Internacional que la independencia de Novaya Gazeta no corre peligro, los ataques contra los medios de difusión independientes de Rusia han ido en aumento durante los últimos años.
Desde diciembre de 2011, se han aprobado un montón de leyes restrictivas que han socavado la libertad de expresión de los periodistas y de los blogueros. Varias voces independientes han sido silenciadas; algunas de ellas, de forma permanente. Como resultado de ello, ahora los medios de comunicación estatales —especialmente los canales de televisión principales— monopolizan la pequeña pantalla, lo cual ha enfriado el debate y la disidencia y ha provocado una proliferación de la autocensura.
La ofensiva se intensificó durante la escalada hacia la intervención militar rusa en Ucrania en marzo de 2014.
En una operación que recuerda a la interferencia intencionada de señales de radio durante la era soviética, se bloquearon los sitios web de los medios de difusión digitales independientes en aplicación de las nuevas enmiendas a la Ley Federal sobre Información, Tecnologías de la Información y Protección de la Información adoptadas en febrero. Entre los sitios web bloqueados se encuentran: Grani.ru, Kasparov.ru, EJ.ru, el blog del activista opositor Aleksei Navalny en el sitio web de la emisora de radio Moscow Echo, y el sitio web Livejournal.com, que aloja muchos blogs conocidos.
Alrededor del mismo momento, Lenta.ru, el diario digital con sede en Moscú, perdió casi la mitad de sus empleados después de que se destituyese a su redactor jefe y se nombrase para el cargo a una persona pro-Kremlin.
Otro medio de difusión independiente, el canal de televisión por cable de oposición Dozhd (Lluvia), fue eliminado del espectro radioeléctrico en algunas zonas después de que propusiese un debate público sobre las decisiones militares tomadas durante la II Guerra Mundial. Sigue emitiendo a través de Internet.
En la Rusia actual, se hace cada vez más difícil criticar a las autoridades o publicar verdades incómodas. Y en los casos en los que la ley u otras formas de censura no logran silenciar a los medios, suele prevalecer la violencia física.
El mes pasado, sin ir más lejos, un equipo de la BBC fue atacado mientras cubría las repercusiones en Rusia meridional del conflicto armado en la vecina Ucrania. Los agresores, desconocidos, propinaron a sus miembros una paliza y destrozaron el equipo. Al regresar al coche tras denunciar el incidente en una comisaría de policía, los periodistas descubrieron que las tarjetas de memoria que habían dejado en su interior habían sido borradas.
También el mes pasado, una productora de televisión de Dozhd fue hospitalizada tras haber sido atacada en las inmediaciones de su domicilio en Moscú. Desde el asesinato de Anna Politkovskaya, varios periodistas han muerto por informar sobre temas espinosos, y sus asesinatos no se están investigando con eficacia.
Falta de voluntad política de justicia
En lo que respecta a la petición de justicia en el caso de Anna Politkovskaya, Novaya Gazeta es uno de los medios de difusión que ha cubierto el tema desde el principio.
Pero su labor informativa comprometida no ha sido suficiente para lograr que los funcionarios rindan cuentas y garanticen que el sistema judicial funciona correctamente. Aún existen lagunas flagrantes en el conocimiento público del caso, explicó el hijo de Anna, Ilya Politkovskiy, en una reunión reciente con Amnistía Internacional.
“Seguimos sin saber nada sobre quién ordenó el asesinato, pero los medios de comunicación estatales rusos están intentando dar a entender que el caso está cerrado”, afirmó.
Se supone que la fiscalía debe estar del lado de la víctima en las vistas, pero la familia de Anna no ha ocultado sus discrepancias con la estrategia jurídica del fiscal y su disconformidad con la justicia incompleta que ésta ha brindado después de cinco años y dos juicios.
Ilya no cuestiona la participación de los cinco hombres condenados en junio —dos de los cuales han recibido penas de cadena perpetua—, pero dice que cree que sólo eran funcionarios encargados de hacer cumplir la ley de rango medio, y que participaron en el asesinato por dinero y no por interés político en la muerte de su madre.
“Desde nuestro punto de vista, no creo ni siquiera que supiesen quién era”, afirmó.
La familia de Anna Politkovskaya ha exhortado reiteradamente a los cinco condenados —o a cualquier otra persona que posea información— a dar un paso al frente y testificar sobre quién planificó y ordenó el asesinato en 2006. Pero hasta ahora han guardado silencio.
“Creo que sólo conoceremos la verdad cuando haya un nuevo gobierno. Tiene que haber voluntad política. Después, todo irá rápido y obtendremos resultados. Por el momento, esto no va a ninguna parte”, afirmó Ilya. Amnistía Internacional cree que el proceso ha dejado demasiadas preguntas sin respuesta y que no se hará plena justicia hasta que no se identifique y se lleve ante los tribunales a quienes ordenaron el asesinato de Anna.
Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.
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