Andalucía abre el ciclo electoral con el PP y Vox crecidos y las izquierdas desmovilizadas

Daniel Cela

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Andalucía entra oficialmente en campaña electoral esta medianoche, cuando todos los candidatos que aspiran a gobernar la comunidad más poblada de España se lanzan a pedir el voto a los 6,6 millones de andaluces llamados a las urnas el próximo 19 de junio. Lo que suceda ese día será determinante para el presente de Andalucía y para el futuro del conjunto del país.

Hay tres claves simplificadas a tener en cuenta. Uno: la desmovilización de las izquierdas, retratada en el porcentaje de abstención y en la transferencia de voto al PP y a Vox, que son las dos fuerzas que aparecen disparadas en todas las encuestas. Es el factor que mejor explica el giro a la derecha de un territorio históricamente enclavado en el centro izquierda. Dos: el impacto de la crisis económica, la subida de precios, la pérdida de poder adquisitivo y el paro estructural de esta región, siete puntos por encima de la media nacional. Es la principal preocupación del electorado, según los sondeos, junto al desgaste acumulado de dos años de pandemia.

Y tercero, el escenario de pactos postelectorales, ante la previsible falta de una mayoría absoluta. Aquí cobra especial protagonismo la expectativa de crecimiento de los ultraderechistas, que en 2018 surgieron por sorpresa del voto oculto y fueron fundamentales para propiciar el primer Gobierno andaluz de derechas, tras 37 años de hegemonía socialista.

Pegada de carteles

Estas elecciones andaluzas son las terceras para Juan Manuel Moreno, candidato del PP andaluz. Moreno era un desconocido recién llegado a la presidencia de su partido en 2015, la primera vez que se midió en las urnas con la entonces presidenta de la Junta, la socialista Susana Díaz; volvió a presentarse en 2018 con el estigma de fracaso en la espalda, y a la tercera regresa como presidente andaluz y favorito en todas las encuestas. Moreno ha arrancado la campaña en Málaga, su ciudad de origen, y luego se ha trasladado a Sevilla para la pegada de carteles (virtual) a partir de las 00.00 horas.

Frente a él hay cuatro caras nuevas y dos veteranos. El sucesor de Susana Díaz es Juan Espadas, secretario general del PSOE andaluz hace menos de un año, elegido por Pedro Sánchez para pilotar la federación más numerosa del partido. El ex alcalde de Sevilla ha elegido la provincia de Jaén, la más tensionada históricamente de los socialistas, para empezar su campaña.

"Por cada voto que perdemos hacia Vox, ganamos diez del PSOE", explican desde la coordinación de campaña del PP

También se estrena una nueva coalición de izquierdas, Por Andalucía, donde se han reencontrado de manera atropellada las formaciones que nacieron tras la ruptura interna de Podemos en Andalucía: los morados, IU y Más País, junto a otras fuerzas andalucistas minoritarias. Su candidata es Inmaculada Nieto, parlamentaria andaluza de IU desde 2012, que empieza la campaña en su ciudad natal, Algeciras.

Vox ha colocado al frente a una de los rostros más emblemáticos a escala nacional, la hasta hace poco portavoz adjunta en el Congreso, Macarena Olona. La formación ultraderechista empezará a pedir el voto esta medianoche desde Granada, provincia en la que se ha empadronado la candidata (natural de Alicante) para poder concurrir –tras una anulación, una denuncia y las decisiones de la Junta Electoral y el juzgado– a estos comicios.

Quienes repiten como cartel electoral a la Presidencia de la Junta son el líder regional de Ciudadanos y vicepresidente andaluz, Juan Marín, y la dirigente anticapitalista Teresa Rodríguez, al frente de una coalición regionalista y de izquierdas, Adelante Andalucía, que nace de su dramática ruptura con Podemos e IU. Ambos coinciden en su inicio de campaña en Jerez de la Frontera (Cádiz).

Más indecisos que nunca

Ahora se cumplen 40 años desde las primeras elecciones andaluzas en las que arrasó el socialista Rafael Escuredo, que obtuvo 66 diputados de los 109 que tiene el Parlamento autonómico.

El panorama político actual convierte aquel momento en un espejismo: las izquierdas, desfondadas y divididas, se enfrentan hoy a una desmovilización sin precedentes de su electorado tradicional; el PP ha necesitado apenas tres años y medio del Gobierno de Juan Manuel Moreno para disipar el miedo atávico de los andaluces a las derechas; y el partido que aspira a condicionar el segundo mandato de Moreno [Vox] es un ferviente defensor del desmantelamiento del Estado autonómico. En ningunos comicios el tablero ha estado tan desordenado como ahora.

La campaña arranca con el mayor porcentaje de indecisos de la historia: tres de cada diez andaluces aún no ha decidido su voto, de modo que los próximos 15 días de ruta con los candidatos por Andalucía pueden ser decisivos. Todas las encuestas publicadas –hasta el CIS conocido este mismo jueves– han apuntalado un marco mental favorable a Moreno: el pronóstico es que el PP, que parte de su suelo histórico [26 diputados], obtendrá una mayoría holgada, pero aún lejos de los 55 escaños de la mayoría absoluta.

Los sondeos también localizan otro dato inédito: un alto porcentaje de esos indecisos se encuentra, por primera vez, entre el electorado tradicional del PSOE (en torno al 14%). La abstención en las elecciones de 2018 -cuatro de cada diez andaluces [41,3%] no acudió a votar- se cebó significativamente con el bloque de izquierdas: el PSOE, entonces la fuerza en el Gobierno, perdió 400.000 apoyos y la coalición Adelante Andalucía (Podemos-IU) otros 300.000.

También el PP se desplomó, pero en beneficio de Ciudadanos (que pasó de 9 a 21 escaños) y de Vox, que irrumpió en el Parlamento andaluz con 12 diputados. La suma de estas tres fuerzas conservadoras se impuso, por primera vez, al bloque progresista, propiciando el primer Gobierno de derechas tras 37 años de hegemonía socialista. Moreno ha situado estas elecciones a las puertas de las vacaciones de verano, un mes de mucho calor en el que muchos andaluces optan por irse los fines de semana a la playa. Las izquierdas le acusan de haber elegido la fecha del 19 de junio para fomentar una baja participación que, dicen, le es propicia.

El 3% de la ley electoral andaluza

El 19J están llamados a votar más andaluces que hace tres años y medio, 302.446 lo harán por primera vez, al haber cumplido 18 años: 6,3 millones están censados en Andalucía y otros 263.430 en el extranjero. Por provincias, el voto se concentra sobre todo en Sevilla (1,56 millones y 18 escaños en juego); Málaga (1,23 millones; 17 escaños); Cádiz (un millón; 15 escaños); Granada (760.720; 13 escaños); (Córdoba 645.744; 12 escaños); Jaén (521.935; 11 escaños); Almería (512.600; 12 escaños) y Huelva (401.894, 11 escaños).

La fragmentación del voto en el bloque progresista penaliza a las izquierdas, pero en el bloque conservador permitió el primer Gobierno de derechas

La Ley Electoral Andaluza fija un tope inferior a la estatal para lograr representación en cada circunscripción provincial: un 3% frente al 5% en las legislativas. Es una cota más baja, pero la afluencia de tantos competidores de peso y la fragmentación de las fuerzas del arco conservador y progresista elevan el precio del escaño, sobre todo en las circunscripciones más pequeñas: Huelva, Jaén y Almería. La ley penaliza la división en las izquierdas pero, paradójicamente, fue esa división en las derechas lo que permitió al PP llegar al Gobierno, después de casi cuatro décadas de intentos frustrados en solitario.

En 2018, el PSOE de Susana Díaz fue la fuerza más votada, ganó las elecciones con su peor resultado: apenas un millón de votos y 33 escaños (27,94% del escrutinio). Sacó siete puntos al PP, que obtuvo 770.778 votos y 26 diputados (20,75%). Ciudadanos, que hoy aparece fagocitado por los populares, obtuvo 661.371 votos y 21 escaños (18,28%). Por detrás quedó la coalición Adelante Andalucía, con 585.949 votos y 17 diputados (16.19%), y en último lugar Vox, que se estrenó con 396.607 y 12 escaños (10.96%).

Moreno, el voto útil y prestado

Cada candidato ha perfilado ya su estrategia de campaña. Moreno se ha parapetado en su perfil institucional de presidente, subrayando una y otra vez su condición de “moderado, centrista y andalucista” para ensanchar la base social del PP. Acude con su marca personal, minimizando al máximo las siglas de su partido, esgrime un discurso “desideologizado”, “ni de izquierdas ni de derechas”, para pedir el voto “prestado” a 100.000 socialistas desencantados con su partido y su candidato. Vende “serenidad y estabilidad” frente a la “polarización y las estridencias”.

Moreno asegura que el PP representa “el único voto útil y con autonomía en Andalucía”, y se presenta como “muro de contención frente a Vox”, para acallar el leit motiv de las izquierdas, que aventuran un Gobierno de coalición PP-Vox como el de Castilla y León. Dice que su línea roja es “el Estatuto de Autonomía”, la lucha contra la violencia de género y contra el cambio climático, principales guerras culturales de la extrema derecha. Se ha marcado un objetivo: sumar más que todas las izquierdas juntas, rozar los 50 diputados y gobernar en solitario.

Espadas, el voto oculto

Espadas parte con un índice de conocimiento muy bajo, sobre todo en la Andalucía oriental. Su principal rival es la abstención y la desmovilización del electorado socialista y de izquierdas. Tiene a todo el partido a sus espaldas, empezando por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y todos sus ministros. Su lema es “si votamos, ganamos”. El objetivo es sacar del letargo a los 400.000 socialistas que se quedaron en casa en las andaluzas de 2018, pero regresaron a votar en las generales y municipales del año siguiente.

El candidato socialista busca zamarrear la campaña y para ello reclama la ayuda intensa de los alcaldes socialistas, que gobiernan en casi el 60% de los 778 municipios de Andalucía. Su objetivo es preservar al PSOE como primera fuerza de la comunidad, un escenario que no pronostica ninguna encuesta. El gran aval de Espadas es la poderosa maquinaria electoral de su partido, “la más robusta de España”, admite el propio Moreno.

Marín, la supervivencia de Ciudadanos

Ciudadanos concurre a estas elecciones con el viento en contra. Su acción de Gobierno se ha visto invisibilizada por el PP, que ha terminado fagocitando a sus votantes -y hasta ha intentado fagocitar a sus candidatos, proponiendo a los cinco consejeros naranjas y a la ex presidenta del Parlamento que se integrasen en las listas del PP como independientes. Marín pide obviar las encuestas, que sitúan a su partido al borde de la extinción, sin representación parlamentaria o, en el mejor de los casos, con menos de cinco diputados, los necesarios para formar grupo propio en la Cámara.

El vicepresidente andaluz aspira a reeditar el Gobierno de coalición con el PP, aun a sabiendas de que gran parte de sus votos se han ido con sus socios. Su discurso en esta campaña también apela al voto útil: dice Marín que son ellos los únicos que garantizan que Moreno no meta a Vox en el Gobierno andaluz. La desintegración de Ciudadanos, que ahora cuenta con 21 escaños, será un factor clave: quién recibirá esos votos, si la abstención, el PP, el PSOE, Vox...

Olona, el voto cabreado

Las elecciones en Andalucía tienen una importancia capital para Santiago Abascal y sus aspiraciones de llegar a la Moncloa junto al PP nacional. Para los comicios de Castilla y León, Vox eligió a un candidato desconocido, seguro de que su marca iba lanzada en los pronósticos. Las siglas de la ultraderecha también cotizan en territorio andaluz, donde cosecharon más votos que en ninguna otra comunidad en las elecciones generales de 2019 (sorpasaron al PP en cuatro de las ocho provincias). Aún así, han optado por poner a un peso pesado como cabeza de cartel.

El llamado efecto Olona ha arrancado deslucido por el conflicto de su empadronamiento en Salobreña (Granada), pero también promocionado por sus rivales de izquierdas. La campaña de Vox en Andalucía puede taponar el crecimiento del PP hacia el votante más conservador y también movilizar al socialismo y a la izquierda durmiente en estos comicios. Es el mayor temor de Moreno Bonilla, aunque desde el Palacio de San Telmo, sede de la Junta, resumen su estrategia en una frase clara: “Por cada voto que perdemos hacia Vox, ganamos diez del PSOE”.

Nieto y Rodríguez, el voto disperso de las izquierdas

A la izquierda del PSOE se presentan dos opciones, parecidas en lo programático, pero distintas en la propuesta política. La coalición Por Andalucía, que integra seis formaciones, incluidas Podemos, IU y Más País, es una avanzadilla del “frente amplio” que abandera la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, que participará activamente en esta campaña junto a su candidata, Inmaculada Nieto. La gran propuesta de esta confluencia es mostrar, por primera vez, la reunificación de quienes en su día crearon Podemos para más tarde estallar en mil pedazos: los herederos de Pablo Iglesias y de Íñigo Errejón, junto a formaciones ecologistas y andalucistas.

Ese objetivo se logró in extremis, después de una sonora bronca entre las fuerzas mayoritarias –IU y Podemos– en un pulso por el control de las candidaturas, los cargos públicos y el dinero con el que contará la coalición. Ese lío jurídico y político lastró el nacimiento de este proyecto, que sigue tropezando con cuestiones internas el mismo día del arranque de campaña, eclipsando así su mensaje, su proyecto y a su candidata. Los mejores sondeos le otorgan diez escaños, lejos de los 17 que tenían hasta ahora.

El último tropiezo es el recurso interpuesto ante la Junta Electoral de Andalucía para expulsar de los debates entre candidatos en TVE y Canal Sur a su rival de izquierdas, Teresa Rodríguez y su coalición, Adelante Andalucía. La gaditana encara esta campaña sin fondos propios, pero aupada en la ola mediática que le han regalado Podemos e IU con sus recursos ante la Junta Electoral. Rodríguez se presenta por Cádiz, su provincia natal, donde confía en que su hiperliderazgo y su tirón personal le otorgue representación. Su cara figura en la papeleta para evitar confusiones con las otras opciones de izquierdas. La principal diferencia con la coalición Por Andalucía es el rechazo a formar parte de un Gobierno de coalición con el PSOE.

Voto urbano y voto rural

En Andalucía el 80% de la población vive en las capitales de provincia y ciudades de más de 50.000 habitantes, aunque hay más de 200.000 personas trabajando para el campo. Muchas familias, muchas papeletas. El voto rural ha sido un granero tradicional de la izquierda, pero los últimos procesos electorales han demostrado una penetración del discurso cabreado de la ultraderecha.

Las izquierdas van a poner mucho empeño en recuperar ese caladero de votos pero, aun siendo capital para el PIB regional, el campo andaluz no tiene un peso tan significativo en el electorado como lo pudo tener en Castilla y León. Serán provincias como Jaén, Huelva o Almería donde se libre la principal batalla de transferencia de votos hacia la ultraderecha. Las dos primeras castigan al PSOE y Almería es un fuero fijo del PP.

La sombra del Gobierno

Las elecciones andaluzas reabren un ciclo electoral que culminará el año que viene con las municipales, las autonómicas y previsiblemente las generales. Serán, por tanto, un termómetro de la tendencia política del país. Tanto Pedro Sánchez y sus ministros como el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, se volcarán en la campaña.

Sánchez examina aquí las políticas de su Gobierno, pero también sus complicadas relaciones con sus socios de legislatura, desde Unidas Podemos hasta los partidos independentistas y nacionalistas (ERC, Bildu...). El candidato socialista cuenta con el respaldo de Moncloa, pero también con el sobrepeso que esto supone. En 2018, el conflicto secesionista catalán, mucho más efervescente que ahora, tuvo un peso significativo en la campaña, y condicionó la abstención de muchos socialistas, según denunció la ejecutiva regional de entonces. El escándalo del espionaje de Pegasus, el giro en las políticas del Sáhara o el apoyo armamentístico en la guerra de Ucrania son asuntos que usarán las fuerzas de izquierda también para minar las posibilidades de Espadas.

Feijóo y las dos almas del PP

Para Feijóo, éstas son las primeras elecciones con él al frente del PP nacional, tras relevar a Pablo Casado. El gallego tendrá caravana propia en las andaluzas y una presencia activa -visitará seis provincias, y las otras dos estarán en manos de su número dos, Cuca Gamarra-. Feijóo tiene una sintonía personal y política con Moreno, a quien ha dejado total autonomía para dirigir su campaña, su mensaje -minimizando la siglas del PP, como él hizo en Galicia- y manos libres en los pactos postelectorales.

Una victoria clara de Moreno en las andaluzas serían un aval para el gallego en ese pulso interno entre el PP moderado que ellos dicen representar y la línea dura que escenifica la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Si el resultado del presidente de la Junta no fuera lo suficientemente holgado como para asegurarse un Gobierno en solitario, pasaría a depender de Vox. Un nuevo Ejecutivo de coalición con la ultraderecha, tras el ejemplo de Castilla y León, minaría el perfil centrista de Feijóo, y serviría de advertencia y revulsivo para la izquierda, pero ya de cara a los próximos procesos electorales.

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