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Las transiciones de un seleccionador de rugby

Las 12 capitanas de los equipos participantes en la segunda jornada de las Series Mundiales de rugby femenino a siete.

Lucas Haurie

En comparación con su etapa de jugador y en la posterior como técnico, Eusebio Quevedo ha visto experimentar un cambio de sexo en su entorno. Desde los años noventa del pasado siglo hasta hace tres temporadas, ha jugado, entre otros, en el Universidad de Sevilla, Ciencias, Mairena, Helvetia, Canoe, Pozuelo, con alguna escapada inglesa incluida, y ha entrenado a equipos como el Helvetia o a la selección andaluza, grupos humanos todos masculinos. Pero en el deporte del oval cabe también la mención a cuestiones de género. “Son mucho más disciplinadas que los hombres. Y muy trabajadoras. Es gratificante poder entrenar a la selección española de rugby a siete”.

Eusebio Quevedo (Córdoba, 1974) debutó en Dubái a finales de diciembre como seleccionador interino en las Series Mundiales, la competición anual que disputan las 12 mejores naciones. Este fin de semana, Sídney acoge la segunda jornada. España está en la élite del rugby. Y para que siga estándolo, para volver a lograr la clasificación olímpica, el nuevo seleccionador puede estar entre quienes mejor desempeñe la tarea que pretende la Federación, con el objetivo de Tokio 2020 como horizonte. “Estamos en transición. Si queremos asegurar el futuro, tenemos que ir refrescando el equipo. Ahora importan más los métodos que los resultados”.

No hace tanto que Quevedo entrenaba al equipo femenino de la Universidad de Sevilla. Antes de recalar en el siete nacional, además, integraba el cuerpo técnico de la Federación que se ocupa de preparar a los escalafones inferiores femeninos de la selección. Paulatinamente, está introduciendo jugadoras del sub 18 y mundialistas universitarias en el bloque ya consagrado del XV que acaba de clasificarse para el Mundial que el próximo verano se celebrará en Irlanda. “Es una mezcla de jugadoras. Iremos intercambiando de una selección a otra, coordinado con José Antonio Barrio -su inmediato predecesor- y, la temporada irá diciendo, pero la prioridad esta temporada es el XV”, señala Quevedo.

La tarea de este seleccionador afincado en Sevilla será pues la de una doble transición: rejuvenecer al grupo que deberá disputar los Juegos Olímpicos de Tokio y facilitar el tránsito entre el rugby XV y el rugby a siete, deportes prácticamente distintos. “Las reglas son las mismas, pero son deportes diferentes. En el siete los partidos son cortos, por lo que la velocidad o la explosividad de las jugadoras son cualidades más importantes”.

Ahora bien. La diferencia principal es que el rugby a siete comenzó una andadura olímpica en Río de Janeiro. Y no son lo mismo, por difusión y lucimiento, unos Juegos que un Mundial o que un Campeonato de Europa. La televisión es lo que importa. No hay aficionados sin cuota de pantalla. No hay patrocinio sin aficionados ni cuota de pantalla. Y no hay deporte sin patrocinios. El camino es largo y del primer destino, Tokio 2020, depende de cómo se desarrolle el “proceso de cambio generacional” en el que se encuentra la española. “El rugby a siete, por la rapidez y espectacularidad que ofrece, tiene cabida como deporte de masas. Los países está aumentando cada vez más las inversiones en el siete”.

El plan pues del actual ciclo olímpico, que en realidad es el de la exploración de un círculo virtuoso (JJOO y televisión, difusión y afición, más jugadores y mejor nivel de juego, más afición aún y atracción de patrocinios), tiene en Eusebio Quevedo a una pieza justa en la maquinaria. Una máquina humana, en el caso de este licenciado en Ingeniería industrial, profesor de secundaria, es de los que atribuye al rugby unos valores particulares, pero “valores que también existen en la vida real”.

El compañerismo, el respeto al prójimo, el orden, mensajes que de algún modo encontró en los jóvenes a quienes impartió un taller de rugby en una cárcel de Sevilla. Eran presos menores de 24 años. Años antes, en su luna de miel, Quevedo y su mujer estuvieron colaborando para una oenegé “en un barrio excluido de Lima”, donde montaron otro taller de rugby para los jóvenes. “El deporte, y no sólo el rugby, es un buen compañero en la vida de una persona, sobre todo en momentos difíciles como la adolescencia”. A Quevedo, él lo cuenta, el rugby le cambió la vida y confía en que siga haciéndolo.

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