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Ojo: África se levanta

Demócratas senegaleses se oponen al arresto del opositor Ousmane Sonko, en Dakar, el 31 de julio.

María Iglesias

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Si estáis de vacaciones o si andáis trabajando, al leer “África” o “patera” o “inmigrante” sentiréis la tentación de no seguir leyendo algo de lo que anticipáis es “irresoluble”, “doloroso” y “lejano”. Pero os animo a vencer el reparo porque es falso que la coyuntura africana nos quede lejos; de hecho, el hito histórico que vive nuestro continente más cercano tiene y tendrá máximo impacto en nuestras vidas y que este no sea nefasto sino constructivo pasa por encarar la realidad y gestionarla con arreglo a la ley, los derechos humanos y la inteligencia práctica.

Al grano: sobre lo que pasa en África, nos estamos haciendo trampas al solitario. Habréis oído que acaba de haber un golpe de Estado en Níger tras los de Mali (2020), Guinea Conakry (2021) y Burkina Faso (2022) y en el relato que se nos traslada esos golpistas nos ponen en peligro por ser antidemócratas, aliados de Putin y los mercenarios rusos de Wagner, que traerán el aumento del terrorismo yihadista en el Sahel.

En realidad, como ha explicado en la SER (minuto 43’35“) el historiador Dagauh Komenan, nacido en Costa de Marfil y radicado en Las Palmas: en 2013, cuando intervienen los franceses en teoría para luchar contra el yihadismo ”las acciones anuales de grupos yihadistas eran 234 en Mali, 17 en Níger y 12 en Burkina, pero siete años después, este terrorismo anual había crecido a 1.039 acciones en Mali, 423 en Níger y 668 en Burkina. Lo que lleva a los africanos a entender que Occidente y Francia han fracasado y a buscar otros aliados para derrotarlo“. Vamos, lo contrario de lo que por aquí nos venimos contando.

Los golpistas en Níger –a quienes apoya su pueblo, como a los de Mali, Conakry y Burkina sus respectivos ciudadanos– anuncian que juzgarán por alta traición al derrocado presidente Bazoum por privilegiar a Francia, por ejemplo malvendiéndole el uranio sin el que ella no podría ser potencia nuclear mientras los nigerinos son de los más empobrecidos del mundo y viven casi sin electricidad.

Yo sin duda prefiero movimientos de liberación civiles a militares, basados en razón y palabra frente a fuerza y armas, pero, en buena lógica con eso, ¿sabéis que un líder civil, el principal opositor de Senegal, Ousmane Sonko, está en la UCI tras 18 días en huelga de hambre contra la deriva autoritaria del presidente Macky Sall empeñado en inhabilitarle como ya hizo con sus dos contrincantes previos? De eso poco o nada se habla.

¿Qué defensa de las y los demócratas senegaleses van a impulsar la UE, EEUU, la ONU y el Occidente “civilizado”? ¿Qué estamos haciendo por las y los demócratas ecuatoguineanos que llevan más de 40 años sufriendo al dictador Teodoro Obiang? ¿Qué acciones emprendimos hace 10 años cuando el militar Al Sisi masacró a los demócratas egipcios e impuso su actual régimen de terror? ¿Cómo se nos ocurre regar de millones a Kais Said, que se está cargando la democracia tunecina, flor única de las primaveras árabes?

Un nuevo liderazgo africano  

El Occidente blanco, racista, entiende que democracia, libertad, bienestar y derechos humanos, incluidos los de viajar o migrar, son privilegios que los africanos negros y morenos no merecen. Apoya, si no coloca como títeres, al frente de países que aún trata como protectorados, a peleles caducos que depredan sus recursos, pero que nos resultan útiles pues se conforman con las migajas de lo mucho que nosotros expoliamos: fuentes de energía, metales y minerales, pescado, azúcar, cacao… y la mano de obra esclava que nos llega en las pateras por su propio pie, voluntaria.

¿Sabemos que nuestros países tienen las manos manchadas de sangre de los valiosos líderes de las independencias en los 60 como Thomas Sankara que creó Burkina Faso (“País de hombres íntegros”) o el congoleño Patrice Lumumba y su ministro de Educación Pierre Mulele a quien le sacaron ojos, genitales y piernas estando vivo? Los africanos conocen su pasado y están decididos a cambiar su presente.

"El esclavo que no es capaz de impulsar su revuelta no merece que nadie se apiade de su suerte. Por eso decidimos luchar contra el imperialismo esclavista y criminal. Europa nos llama golpistas pero lo que somos es patriotas”.

Ibrahim Traoré Capitán y presidente provisional de Burkina Faso

El capitán Ibrahim Traoré, joven presidente de Burkina Faso desde el golpe de 2022, pronunció en julio un lúcido, vibrante y revelador discurso en la cumbre África-Rusia de San Petersburgo cuya falta de eco entre nosotros evidencia el empeño en que no se desmienta su imagen de diablos con cuernos. Traoré agradeció a Putin los cereales que acababa de donarles, pero habló de “la humillación de mendigar siendo ricos en recursos” y del encargo de su generación “de anunciar que van a dejar ahogarse en los océanos para exigir ante sus palacios presidenciales la autosuficiencia alimentaria”.

Junto a ello afirmó: “Nuestros ancestros nos han enseñado que el esclavo que no es capaz de impulsar su revuelta no merece que nadie se apiade de su suerte. Por eso decidimos luchar contra el imperialismo esclavista y criminal. Y no sé por qué nos criminaliza Europa, porque ellos a quienes luchan por el interés de sus pueblos los llaman patriotas”.

Este discurso de insumisión al expolio neocolonialista europeo es común a un nuevo y joven liderazgo africano que sintoniza mejor con esa población con una media continental de 18 años, sin expectativas, que los opulentos y proeuropeístas presidentes ancianos. Está en el panorama hace años con momentos cumbre como la quema del billete neocolonial franco CFA por Kemi Seba, al que este 1 de mayo entrevistamos en elDiario.es. ¿No seguís a jóvenes analistas afros y afrodescendientes en España como Sani Ladan (camerunés autor de La luna está en Duala), Quinndy Akeju (nacida en Zaragoza que se define “africana de origen nigeriano”), Moustapha Ady Mbaye Toure (senegalés llegado a España en su infancia)? Pues conviene atenderles.  

Tragedia o pacto de respeto entre iguales

Europa, con Francia a la cabeza, está reaccionando a esta pérdida de influencia en África con la crueldad de bloquear las ayudas al desarrollo e instigando la guerra para que la declare la CEDEAO (Comunidad Económica del África Occidental), sobre todo los gobiernos prooccidentales de Nigeria, Senegal y Costa de Marfil, aunque el Senado nigeriano, las opiniones públicas y países cercanos como Chad o Argelia, e incluso EEUU intentan evitar el conflicto militar.

¿Acaso si se generalizara la guerra habría menos hombres, mujeres y niños lanzados a la odisea migratoria? ¿Una población africana joven y cada vez más formada e informada, en gran cantidad urbana y universitaria, usuaria de móviles e internet va a resignarse al expolio, la destrucción climática, los impedimentos a migrar y las torturas que Europa aplican a los inmigrantes supervivientes como los CIES, las deportaciones en caliente, la denegación de documentos que condena a la explotación y con la vuelta de tuerca de Gran Bretaña y sus reenvíos a países terceros como Ruanda y el encierro en el barco-cárcel Bibby Stockholm de Portland donde enseguida ha saltado un brote de legionella?

De los tres adjetivos que, como decía al principio de este artículo, se nos vienen a la mente al pensar en la situación de África, “irresoluble”, “doloroso” y “lejano”, primero y último son falsos. El segundo, en cambio, tan cierto, que no puede paralizarnos.

No cabe tolerar los 41 ahogados en Lampedusa de principios de mes, ni los 63 ahogados esta semana en aguas de Cabo Verde en ruta a Canarias, ni los 3 muertos y 14 rescatados el jueves flotando en aguas de Alicante (un bebé de 2 meses en un bidón de gasolina), por no hablar de cuantos se traga el desierto, la mayoría anónimos, aunque este julio han trascendido la historia de Fati y Marie, madre e hija marfileñas, de 30 y 6 años deshidratadas en el Sáhara por culpa del acuerdo de expulsión que la UE ha firmado y financia con el dictatorial Túnez.

No son nombres en un papel, no son teoría. Lo sé de primera mano porque hace días he perdido el contacto diario que mantenía con un amigo senegalés que voló a Nicaragua (país que no les exige visado) para intentar llegar a EEUU por la terrible ruta centroamericana. Me escribió su último mensaje desde el mexicano desierto de Sonora.

La pena que deriva en impotencia solo sirve a los culpables de este genocidio que hay que parar por el bien colectivo, por la estabilidad global. Necesitamos crear un horizonte nuevo. Nosotros, la ciudadanía de esta orilla, ¿de qué lado estamos?

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