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Cómo termina una guerra

Refugiados ucranianos en Rzeszow (Polonia). EFE/ Ismael Herrero

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Pues da la impresión que no sostener que la guerra tiene que acabar con la derrota y muerte del tirano invasor es anatema. El pensamiento único alambrado con concertinas y subvencionado no permite otra cosa, pero no es tan fácil.

En la academia no es extraño advertir que, de manera crítica, los expertos han llegado a la conclusión de que los estrategas militares saben perfectamente cómo empezar una guerra pero apenas se han adentrado en cómo concluirlas; más si, sobre todo, las empiezan pensando que las van a ganar. Así y todo, es fácil deducir que las guerras terminan o aplastando, derrotando, al enemigo o negociando. Y no parece que la guerra que tenemos en el teatro europeo vaya a terminar con la victoria de nadie por mucho que los cheerleaders de ambos bandos se empeñen en convencernos.

Y mientras, en esta guerra vicaria, es decir, guerra en nombre de otros, los muertos lo está poniendo la parte más débil, entendiendo también por ello, los reclutas barbilampiños que de manera cruel lanza el tirano a su guerra. 

Desde la información que nos llega y la doctrina añadida, se nos dice que estamos luchando por la libertad y la democracia. Si no es cierto, debería serlo

No soy un experto militar, ni regular, ni irregular, guerrillero o mercenario pero mucho me temo que se minusvalora la capacidad de destrucción del ejército ruso, su planificación y sus objetivos.

Desde Turquía, Estado miembro de la OTAN (sí, de la OTAN) llegan noticias de las negociaciones entre rusos y sus primos hermanos, mal avenidos, ucranianos llevadas a cabo bajo sus auspicios. Están de acuerdo en lo fundamental: que Ucrania no entre en la OTAN, que abrace un sistema de neutralidad según el modelo austriaco pero no en otras cuestiones en litigio desde la guerra de 2014 que tuvo como consecuencia las ganancias territoriales de Rusia (Crimea) y un fallido estatuto especial para los dos territorios rusófonos más importantes a los que Rusia ha reconocido como repúblicas independientes. Pero están negociando.

Desde la información que nos llega y la doctrina añadida, se nos dice que estamos luchando por la libertad y la democracia. Si no es cierto, debería serlo. Pero sin olvidar que Rusia está en la lista de The Economist entre los regímenes autoritarios y Ucrania en los sistemas híbridos, ninguno de los dos es una democracia homologada.

¿Entonces, quién ha encumbrado a Putin?

Por eso, cabe incluso preguntarse qué pasará cuando termine la guerra. Rusia seguirá siendo una oligarquía autoritaria pero, ¿y Ucrania?

Desde incluso después de la guerra de 2014, Ucrania importó poco. Occidente –Francia por ejemplo– no ha tenido empacho en vender armas a Rusia, Europa no ha dudado en hacer negocios millonarios con el tirano de Moscú. Le compra gas y petróleo pero, además, sus puertas giratorias no hacen sino agrandar las fortunas de empresarios, políticos y ex políticos de la democrática Europa con el maná ruso.

Desde la UE, incluso afirman, sin vergüenza alguna, que el bloqueo completo a Rusia en estas cuestiones energéticas puede romper la unanimidad europea. En estos días atrás se ha conocido que cerca de una cincuentena de congresistas estadounidenses poseen acciones en la industria militar y que Lockheed Martin, quizá la mayor empresa militar multinacional de EEUU, gasta millones de dólares en su cabildeo washingtoniano. Además, en los últimos años, el dinero de Putin ha servido para que despachos de abogados y lobistas de la capital de los EEUU se hayan hecho multimillonarios. ¿Entonces, quién ha encumbrado a Putin?

Putin no quiere que termine la guerra hasta que sus posiciones sean las más ventajosas posibles, negociar con ventaja, según la teoría militar, pero , ¿y Occidente?

Putin no quiere que termine la guerra hasta que sus posiciones sean las más ventajosas posibles, negociar con ventaja, según la teoría militar, pero , ¿y Occidente? Según la prensa anglosajona, a pesar de la efervescencia y solidaridad con el pueblo ucraniano, en Occidente –se entiende los que mandan– están desconcertados porque no saben qué piensa Volodimir Zelenski para acabar la guerra.

De hecho se resucitan, aparecen viejos papeles, como aquellos que decían que Ucrania era el país más corrompido del planeta, que sus periodistas eran atacados, que se perseguía los colectivos LGTBI, que muchos de sus oligarcas aparecían en los papeles de Pandora. Se puede considerar también que son cosas de Putin y sus chaladuras pero Liberation ha publicado, fotos incluidas, un paseo, no negado, del intelectual francés Bernard Henri–Levi junto al gobernador de Odessa, Maxim Marchenko, antiguo comandante del Batallón Aidar, de ideología nazi.

La guerra terminará, no se sabe o no nos dicen cómo; Vladimir Putin, salvo imprevisibles, no será juzgado por crímenes de guerra, la industria armamentista crecerá de manera inusitada, así como los dividendos de sus accionistas, los hombres de negocios europeos y americanos, oligarcas si fueran rusos, seguirán multimillonarios, los muertos los pondrán los mismos de siempre.

No habrá perdón ni de unos ni de otros, será una guerra más en nuestras casas, una guerra de las élites contra el pueblo, contra los europeos de a pie. ¿Pero qué pasará con Ucrania?

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