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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Trabajar como esclavo para ser libre, buen patriota y mejor cristiano

Antonio Somoza Barcenilla

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La frase alemana “Arbeit Macht Frei” -“El trabajo libera”- fue la elegida por el régimen nazi para coronar los portones de acceso a Auswichtz y a otros campos de concentración, trabajo y exterminio. En la España franquista también hubo campos de concentración y de trabajos forzados en los que fueron internados cientos de miles de españoles antifascistas y en los que, a pesar de que no fueran de exterminio, miles de ellos perdieron la salud y la vida. Es cierto que no está documentado que en ninguno de ellos fueran recibidos con una frase tan cínica, pero no es menos cierto que el Patronato de Redención de Penas por el Trabajo parece inspirado en el lema de la entrada de Auswichtz. Evidentemente esta aparente inspiración no es posible toda vez que la orden ministerial que creó este patronato franquista se publicó el 7 de octubre de 1938, un año, siete meses y dos semanas antes de que -el 20 de mayo de 1940- comenzara a funcionar el campo de exterminio nazi.

La inspiración del modelo fue obra de un jesuita madrileño, José Agustín Pérez del Pulgar, autor de la propuesta y primer director del Patronato. Según él, el sistema de redención “contribuía a aminorar la condena a los presos recuperables” y hacía menos oneroso para el Estado el mantenimiento del sistema penitenciario, al tiempo que fortalecía la recuperación del preso mediante la “combinación de trabajo y adoctrinamiento religioso, moral y patriótico” y establecía auténticas pautas de justicia al hacer «que los presos contribuyan con su trabajo a la reparación de los daños a que contribuyeron con su cooperación en la rebelión marxista».

Antes de que el jesuita pusiera la literatura para justificar la mano de obra esclava como método para redimir las penas se había puesto en marcha un sistema por el que los prisioneros de guerra y algunos civiles, sin haber sido juzgados ni condenados, eran internados en cárceles o campos de concentración y adscritos a batallones de trabajadores. El historiador Juan Carlos García Funes, en su obra “Desafectos. Batallones de trabajo forzado en el franquismo”, documenta 290 batallones de trabajadores, aunque posiblemente fueran muchos más, en los que trabajaron un número creciente de prisioneros: de 40.000 en 1938, a mas de 90.000 en 1939. Estaban obligados a trabajar en labores militares -cavar trincheras, construir fortificaciones, carreteras, puentes o vías férreas, desactivar bombas-, civiles -pavimentación de ciudades y pueblos, recuperación de automóviles y tendidos eléctricos- y mixtos -tareas de higiene y limpieza o de extracción de minas-(2). Previamente, dos periodistas, Rafael Torres e Isaias Lafuente, habían abierto un campo de investigación que parecía vedado a la historiografía oficial. Rafael Torres publicó en el año 2000, “Los esclavos de Franco”, y Lafuente sacó en 2002 “Esclavos por la patria. La explotación de los presos bajo el franquismo”, dos obras claves en el estudio de esta modalidad de la barbarie.