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'Veleta', la Carmona de hace un siglo que se hacía pasar por hombre para poder jugar al fútbol

Vélez CF, en los años 20. Nita es la sexta por la izquierda

Néstor Cenizo

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Este pasado domingo, poco después de mediodía (hora española), la sevillana Olga Carmona recibió el balón en el vértice del área y con la pierna izquierda cruzó un disparo duro, raso y ajustado al poste que batió a la guardameta inglesa. El gol que dio a la selección española de fútbol su primer Mundial femenino es ya historia del deporte español, pero el apellido Carmona hace tiempo que figura en la memoria del fútbol femenino del país. Hace un siglo, una pionera se rebeló para seguir haciendo aquello que más le gustaba, jugar al fútbol, aunque fuera vendándose los pechos y recogiéndose el pelo bajo un gorro para ocultar su identidad. 

Nita Carmona, nacida en Málaga en 1908 como Ana Carmona Ruiz y fallecida 32 años después en una epidemia del llamado “piojo verde”, fue esa pionera. Su historia permaneció mucho tiempo oculta, y se ha popularizado después de que un investigador de Vélez-Málaga, Jesús Hurtado, siguiese su rastro durante años, hasta concluir que ese misterioso “Veleta” del que le hablaban los más veteranos del fútbol veleño era, en realidad, una mujer.

“Creo que con el gol de este domingo se cierra un círculo”, comenta Hurtado, satisfecho: “Ana Carmona tuvo que jugar vestida de hombre, con el secreto sumarísimo de sus compañeros, y fue perseguida y vilipendiada. Ahora la selección ha ganado la Copa del Mundo arropada por los medios”. La coincidencia del apellido pule el círculo que comenzó a trazarse hace cien años en Málaga, entre el Puerto de la capital, el campo de Segalerva y Vélez-Málaga, adonde Nita se trasladó para seguir dando patadas a un balón sin tanto escándalo.

Problemas para jugar

“Nita tuvo muchos problemas para jugar”, resume el investigador. Pocos comprendían que una mujer practicase un deporte que a menudo se miraba con desdén. Al fútbol se jugaba en pantalones cortos y se sudaba. Si no estaba bien visto en los hombres, mucho menos en una mujer, cuya práctica deportiva debía ceñirse al tenis, al esgrima o, en Málaga, al remo en el Real Club Mediterráneo. Deportes de alta sociedad.

Carmona había conocido el “foot-ball” en los paseos diarios que hacía al Puerto, donde trabajaba su padre. Era por entonces un juego de importación, practicado por marineros en cualquier explanada, hasta que se inauguró, el 19 de marzo de 1925, el campo del Oratorio Festivo Salesiano, impulsado por el padre Francisco Míguez, que intuía que aquel deporte le serviría para atraer feligreses.

En aquel recinto, Nita fue puliendo su técnica, aprovechando que su abuela enviaba ropa a los salesianos y zurcía las equipaciones al Sporting Club de Málaga. “Ella cogía la pelota y se ponía a jugar y a dar punterazos. Era un fútbol rudimentario, y llegó a tener algo más de técnica que los que pagaban una cuota e iban unas pocas veces, porque iba muy a menudo. Cuando faltaba alguien el cura le decía vístete y te pones. Se vestía de hombre y pasaba desapercibida”, cuenta Hurtado. Le ayudaba su estatura y su porte atlético.

Pero pronto, alguien se fue de la lengua y se corrió la voz: en aquel campo de Segalerva había una mujer jugando al fútbol, y eso era motivo de escándalo, hasta el punto que los guardias urbanos tuvieron que aparecer en alguna ocasión. “Algunos querían asaltar el campo, hasta que en un partido en El Palo, hubo un gran follón y a ella la detienen”.

Todos le pedían que para evitar problemas cambiara de aires. De ahí, el apodo con el que Hurtado la conoció: Veleta. En Vélez, un pueblo donde tenía familia, alejado de la capital y donde nadie la conocería, estaría segura.

Tardó poco en encontrarse de nuevo con el balón. Nita jugó otro par de años en Vélez-Málaga, donde no hubo denuncias ni los “pitotes” que le precedieron en la capital. Murió en 1940, y se dice que sus antiguos compañeros del Sporting de Málaga pagaron los gastos de su sepelio en el Cementerio de San Rafael.

Una historia oculta durante años

Fue Antonio Castaño, uno de los fundadores del Vélez Football Club (llamado así en origen), quien descubrió el secreto y puso fin a un pacto de silencio que había sobrevivido a casi todos quienes estuvieron en el secreto. Era 1998 y Hurtado, periodista con vocación de arqueólogo, acababa de culminar una antología del club. Le faltaba una pieza por encajar en esa ristra de motes y apodos de trufaban las alineaciones de los años 20. Batatero, Pepillo el Monstruo, Patacañón... “¿Pero quién es Veleta?”. Aquel delantero que aparece en las crónicas y alineaciones que Hurtado atesora en su casa tenía incluso una cancioncilla en su honor (“¿Dónde vas, club veleño, con tus cinco delanteros? Voy con Veleta, a meterte cinco a cero”), pero los veteranos le daban largas, rehuían la respuesta, decían que no sabían. Hasta que aquel hombre lo soltó: “Es que Veleta fue una mujer”.

A partir de la confesión, tiró del hilo, y fue completando la historia con testimonios de familiares o antiguos compañeros, hasta publicarla en su blog. De ahí, a la popularidad póstuma. Un siglo después, Nita es un personaje reconocido: en los años 20 ocupó un espacio público vedado a las mujeres, superando las convenciones sociales y la hostilidad. Hoy la homenajean en murales y el ayuntamiento de Málaga ha aprobado nombrar una calle en su honor.

“Ella quiso jugar al fútbol a pesar todos los problemas que había para que una mujer hiciera deporte”, resume el investigador, que estos días perfila los últimos detalles de una exposición sobre el centenario del Vélez CF. Es posible que nadie en Vélez, salvo algunos de sus compañeros, supiera nunca que Veleta era, en realidad, Nita Carmona. Que aquel delantero había entrado con ropa de mujer por la puerta trasera del campo de El Tejar y había salido al campo con los pechos vendados siendo lo que siempre quiso ser: futbolista. 

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