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El mundo sueña con la historia de amor perfecta y a cada intento, de conocido o extraño, nos ilusionamos como si aquello fuera una gesta colectiva. Un bálsamo para nuestras conciencias. Un mensaje tranquilizador: las cosas están bien, el amor sigue triunfando. Es un hecho, el amor siempre triunfa, el romántico, solo a veces.
Un día cualquiera de 1951 en Fresno, California, un hombre se dispone a leer la revista 'LIFE'. Le atrapa un reportaje titulado Spanish village en el que se narran las penurias de la España de posguerra bajo la dictadura franquista. La village en cuestión es Deleitosa, en Cáceres. Y las poderosas imágenes las firma el fotógrafo W. Eugene Smith. Fotografías en blanco y negro que retratan la dureza de la vida rural, la pobreza de aquel momento. Costumbrismo y crítica social. Los estadounidenses pudieron ver un burro, pero ninguno de los vehículos que ya por entonces había por allí. El pueblo y la idea de un pueblo, dos conceptos reñidos desde tiempos inmemoriales.
Entre todas esas imágenes sobresale una con especial potencia. Es la de un velatorio. El cuerpo de Juan Larra yace en una sala oscura y junto a él su viuda Tomasa Curiel, su hija Saturnina y su nieta Josefa le velan acompañadas de otras mujeres de la familia. Es una composición perfecta, digna de un maestro. Una diagonal imaginaria divide la vida y la muerte y dos puntos de luz dirigen la atención a dos protagonistas: al muerto, con menos intensidad; y a su apenada nieta a la que iluminan además la juventud y la belleza. Es ahí donde la mirada de Charles H. Calusdian se quedó clavada. Era Josefa.
A partir de aquí comienzan dos historias paralelas que comparten personajes pero no argumento. En la que protagoniza Charles, aquel instante cambió su vida. Se enamoró perdidamente de aquella damisela desvalida y hermosa. Ambos procedían de lugares que vivían de la agricultura. Podían entenderse. Fresno era entonces una ciudad próspera. En Deleitosa, como en el resto del país, aún se pasaba hambre. En Fresno había un zoo que acababa de recibir a su primer elefante, 'Nosey'. En Deleitosa, como mucho, abundaban las perdices. Perfecto para el cuento de Charles.
Charles loves Josefa. Así se enteró ella de que era la artista invitada de la película de la cabeza de un yankee. Él envió una carta al ayuntamiento con esa frase y el pueblo entero empezó a soñar. Dieron rienda suelta a sus ínfulas, encontraron un entretenimiento realmente adictivo en organizar la vida de Josefa o más bien desorganizarla. Ella ya tenía un amor real correspondido. Llegaron más cartas con fotos, postales, pequeños regalos… Josefa no contestó a ninguna. Ella marchó a Cataluña con su familia; su novio, Saquín, emigró a Alemania. Charles se casó con otra, como era de esperar con alguien con esa facilidad para el enamoramiento. La historia del sueño Disney de un pueblo la cuenta ahora en una preciosa novela gráfica Fermín Solís. Lluis Jené la contó en un documental: “El americano”.
Unos ven aquí una preciosa historia de amor, yo una turra internacional. El capricho de quien se enamora de la idea de una persona y no de ésta, pudo hacer perder a Josefa al amor de su vida, Saquín. O quizá le hizo el favor de pasar página porque aquel hombre tampoco era para ella, quién sabe. Me encantaría charlar un rato con Josefa de esta historia y pedirle perdón por seguir con la turra casi 70 años después. Solo ella tiene la verdad. Porque lo suyo no era una película sino la vida real. Pero la vida de las mujeres a veces se cuenta a través de las fantasías de la cabeza de los hombres. Charles, lo que tú sentiste no era amor, era una obsesión.