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Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Alemania, Amazon y la revolución verde

Plácido Diez

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A tres días de la cumbre del clima de Naciones Unidas en Nueva York y coincidiendo con una convocatoria del movimiento estudiantil encabezado por Greta Thunberg, “Fridays for future” (“Viernes por el futuro”), el Gobierno de gran coalición de Alemania, el sexto país del mundo que más ensucia la atmósfera con dióxido de carbono, acaba de anunciar que va a movilizar 40.000 millones de euros en sectores como el transporte, la agricultura o la vivienda, que marquen un antes y un después en la transición hacia la economía verde.

Greenpeace se ha apresurado a cuestionar un plan que, según ellos, se centra mucho en las subvenciones y poco en las medidas vinculantes aunque se está debatiendo poner precio a las emisiones de dióxido de carbono por sectores e incluso fijar una tasa como proponen los socialdemócratas. Para la organización ecologista, las prioridades deben ser eliminar el carbón en 2030 en lugar del 2038 previsto, que en 2025 todos los coches que se vendan sean eléctricos y una reducción de la producción de carne.

Detrás del anuncio de la canciller alemana está el incumplimiento de los objetivos de reducir un 40 por ciento sus gases de efecto invernadero en 2020, comparado con los niveles de 1990, y el más que previsible del 55 por ciento para 2030. Están Los Verdes, el partido ecologista al que las encuestas colocan en segundo puesto en intención de voto, está una Alemania al borde de la recesión y está el legado de Angela Merkel que, ya de salida tras más de una década al frente del país, quiere asumir el liderazgo europeo de la revolución verde como lo fue con la acogida de refugiados a pesar del coste electoral.

Al mismo tiempo, en Washington, en la capital de Estados Unidos, el segundo país más contaminante después de China, el hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, firmaba, acompañado de una exresponsable del clima del ONU, el proyecto Promesa del Clima para medir e informar de las emisiones propias y para conseguir cero emisiones de dióxido de carbono en los negocios para dentro de veinte años, en 2040, diez años antes de lo que plantea el Acuerdo de París firmado por 195 países en 2016 para limitar el calentamiento global entre 1,5 y 2 grados centígrados por encima de los niveles previos a la industrialización.

El primer golpe de efecto, el primer titular, ha sido encargar a la startup Rivian la compra de 100.000 furgonetas eléctricas de reparto que empezarán a circular en 2021. Además de datos, Amazon mueve 10.000 millones de objetos al año.

Detrás del anuncio de Bezos en Washington, donde va a instalar su segundo cuartel general después de Seattle, está la movilización de sus empleados que el pasado abril habían pedido por carta al consejo un plan contra el cambio climático, miles de ellos agrupados en la asociación Empleados de Amazon por la Justicia Climática que se sumaron a la huelga global por el clima del pasado viernes.

El aterrizaje en la capital de Estados Unidos del empresario que tiene en ese país 300.000 empleados a tiempo completo puede interpretarse también en clave de pulso a Trump. Hace unos días montó una gran carpa informativa, en una de cuyas paredes interiores se leía “Constrúyase a sí mismo buena historia”, para aspirantes a cubrir los 25.00 empleos que promete crear en los próximos doce años que van desde conductores o mozos de almacén hasta los puestos mejor pagados de desarrolladores de software con una nómina media de 150.000 dólares anuales. El evento se celebró simultáneamente en Boston, Chicago, Dallas, Seattle y Nashville.

Las cifras son más modestas en España donde el 85 por ciento de las ventas declaradas provienen de la logística, muy por encima del negocio de la publicidad on line y de la prestación de servicios en la nube.

Amazon ha asegurado que, a través de sus tres filiales, contará con 5.400 empleados fijos a finales de este año, “con salarios de entrada superiores a los 19.000 euros”, según su responsable en España, Mariangela Marsaglia, la mayoría de ellos en los centros logísticos de San Fernando de Henares y Getafe, El Prat de Llobregat, Martorelles y el de Illescas en Toledo. Según los datos de Amazon, son más de 8.000 las pymes que venden en su web, de las que el 75 por ciento exportan.

Las tres filiales -logística, publicidad on line y nube- dispararon sus ingresos un 82 por ciento en España durante 2018, hasta los 426 millones de euros. A ellas, habrá que sumar en próximos ejercicios “Prime Video”, una plataforma de contenidos que quiere competir con Netflix potenciando la producción local.

El grueso del negocio que son las ventas a minoristas se registran a través de una sucursal que consolida sus cuentas en Amazon EU, con sede en Luxemburgo, y no se desglosan por países. La sucursal sí que tributa en España por las ventas minoristas pero la cifra no es pública al no estar obligada a comunicar los datos al Registro Mercantil.

Entre los 600 empleos fijos de nueva creación anunciados para 2019 todavía no estarían incluidos los de la más que previsible localización en Aragón de Amazon Data Services, un centro desde el que gestionar su plataforma de datos, su web, de consultoría y de formación. Más que mucho suelo, podrían ser tres naves descentralizadas, lo que la compañía reclama es buenas infraestructuras de agua, de luz, de gas y de fibra óptica, y empleos altamente cualificados

Entre las localizaciones que se han estudiado están El Burgo de Ebro, Villanueva de Gállego, Plaza y la Plataforma Logística de Huesca (Plhus).

Inestabilidad política al margen, las conversaciones continúan con toda discreción y ojalá que en los próximos meses pueda llegar el anuncio formal de la compañía. Es una oportunidad para reforzar la potencia tecnológica y de conocimiento de Aragón en el mundo porque en Europa solo hay otros dos centros como este, en Dublín y en Frankfurt. Cuestión aparte es si los estados y los gobiernos están en riesgo de poner su administración y su información más sensible en manos de las plataformas tecnológicas. Pero este es otro debate y otro artículo.

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