El parque Bruil de Zaragoza se ha convertido en el epicentro visible del sinhogarismo en la ciudad y, aunque podría simbolizar abandono y conflicto, esconde una situación mucho más compleja. En este entorno, hay decenas de personas que sobreviven sin techo, a la intemperie, atrapadas entre la falta de recursos municipales y el cruce de acusaciones entre instituciones.
Desde una entidad social que trabaja en la zona, y que evita dar su nombre, aseguran que el relato institucional no se corresponde con lo que ocurre sobre el terreno, ya que “se dice que son solicitantes de protección internacional y eso no es verdad”.
“Las personas que había y que reunían las características se han sacado de allí, se les ha hecho el correspondiente procedimiento para la protección y ya no están en esa situación”, han remarcado desde la organización.
Desde este mismo equipo, y en base a la explicación que emiten desde la página web de la Policía Nacional, explican que un solicitante de protección internacional es una persona que, tras huir de su país por peligro de vida, libertad o seguridad, manifiesta su intención de solicitar asilo en otro país y está a la espera de que se resuelva su solicitud.
Según los datos de la entidad, se ha entrevistado a un centenar de personas y 60 ya han sido derivadas a dispositivos de protección internacional. Sin embargo, las que continúan en el parque Bruil tienen otro perfil y han terminado en esta situación por diferentes motivos.
En este sentido, señalan que son personas que no tienen trabajo, que han acabado en Zaragoza porque van siguiendo las campañas agrícolas y que han visto que aquí hay más facilidad para regularizar su situación.
“No es verdad que sean personas rebotadas del sistema de protección internacional. Me parece muy mal que el Ayuntamiento esté jugando con eso cuando no es cierto”, apuntan desde la entidad, que insiste en que estas personas permanecen en la calle por falta de alternativas municipales y que no les han derivado ningún usuario del Albergue Municipal.
El cruce político
Mientras las entidades denuncian que el Ayuntamiento “tira balones fuera”, la alcaldesa Natalia Chueca reclama coordinación entre administraciones: “El Ayuntamiento y el delegado del Gobierno de España en Aragón tenemos claro que debemos actuar con la máxima diligencia en el ámbito de nuestras competencias”.
Del mismo modo, sostiene que, si actúan de manear coordina y cada uno pone el máximo de sus recursos con lealtad institucional, “seremos capaces de resolver el problema”.
Por su parte, el delegado del Gobierno en Aragón, Fernando Beltrán, admite que no está resultando fácil entenderse, ya que, aunque hay voluntad por las dos partes, “todavía hay que sentarse, poner sobre la mesa cifras y ver el diagnóstico real de la situación”.
La falta de comunicación y de mesas de seguimiento conjuntas provoca que muchas personas permanezcan en la calle a pesar de existir recursos que podrían ponerse a disposición de todas ellas.
No obstante, organizaciones europeas como FEANTSA destacan que la atención temprana y la intervención coordinada reducen de manera significativa el tiempo que las personas permanecen sin hogar y disminuyen los riesgos para su salud física y mental.
En Zaragoza, mientras hay diferentes opiniones sobre quién debe atender a las personas sin hogar, cada día que pasa, la vida de todos ellos sigue pendiente de un diagnóstico que no termina de llegar y una mesa de coordinación que aún no se ha sentado a hablar.
Más allá del Bruil
El conflicto institucional ha puesto el foco en este parque del centro de Zaragoza, pero la realidad del sinhogarismo en Zaragoza no se limita a un solo espacio. Cajeros, plazas, parques y portales son también refugio de quienes no tienen todavía un hogar.
La Unidad de Emergencia Social de Cruz Roja recorre estos espacios cada noche, llevando mantas, sacos de dormir, alimentos y compañía, porque cada gestión de atención puede marcar la diferente entre la supervivencia y la desesperanza.
Equipos multidisciplinares de esta oenegé, donde hay alrededor de 80 personas voluntarias, realizan cada día, entre las 20:30 y las 00:00 horas, cuatro rutas fijas y una de exploración para localizar nuevas situaciones de vulnerabilidad.
Estos itinerarios nocturnos no solo buscan cubrir necesidades básicas, sino también generar vínculos con aquellas personas que han aprendido a desconfiar de cualquier ayuda institucional y social. Además, se invita a las personas sin hogar a acudir a citas diurnas con personas especialistas y a evitar que la calle se convierta en un destino permanente.
Como denuncian asociaciones vecinales y migrantes, que se van a manifestar este jueves 18 de septiembre, el problema se extiende a otras zonas y refleja un fenómeno cada vez más visible. Según los datos de Cruz Roja, más de 600 personas sin hogar han sido atendidas en Zaragoza en lo que va de 2025, un incremento de más del 30% respecto a todo 2024.
Más allá de las cifras, la realidad es que en Zaragoza hay decenas de personas que, por causas laborales, económicas o burocráticas, deben elegir cada noche entre dormir acompañados en un banco para sentirse más seguros o hacerlo solos a riesgo de agresiones.
Y mientras las instituciones se cruzan reproches sobre quién debe actuar, esta situación continúa siendo el espejo incómodo de una ciudad que expulsa a quienes no pueden sostenerse en su rueda económica. Cada noche, Zaragoza recuerda que el sinhogarismo no es un problema aislado en un parque, sino un síntoma de desigualdad, precariedad y abandono social que exige recursos, coordinación y compromiso real