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CRÓNICA

Y de repente... Campomanes

Aitana Castaño

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El primer día de la variante de Pajares con trenes cargados de “viajeros comerciales” (que es como llaman en Renfe a los que pagan el billete, porque Felipe VI y Pedro Sánchez se ve que fueron invitados) orbayaba en Chamartín, que parecía Pola de Lena. Las nubes grises en Madrid eran tan bajas que ni siquiera se veía el final de las Cuatro Torres de Castellana y en vez de las tres menos cuarto de la tarde, parecía que ya estaba atardeciendo.

Frente al panel con los horarios y andenes de cada tren se arremolinaban, a eso de las dos de la tarde, cientos de ciudadanos. Todos esperan el tren y muchos, uno de alta velocidad. Los asturianos y visitantes estamos en este segundo grupo desde este 30 de noviembre, junto con los alicantinos, valencianos, coruñeses, vascos y leoneses, nuestros “hermanos de trayecto” que ya formaban parte de esta “élite” desde hace meses (cuando no años)..

Y allí ufanos, mirábamos para un panel que, si se cumplen los horarios, nos llevaría al Principado en tres horas, un hito que hasta ahora sólo estaba reservado al avión y a la teletransportación. “Ah, de Asturias. Estrenáis AVE hoy, ¿no?”, preguntó de repente un hombre del personal de limpieza a unas chicas que estaban esperando. “No, el AVE no, la alta velocidad”, apuntó un señor al que nadie se había dirigido. “Ah”, contestó el primero.

Como si el universo lo supiera, en ese instante se encendió el rótulo que decía: “Alvia 04111. Destino Gijón. Andén 20. Hora: 14.52”. Eran las 14.34. Media sala de espera (para entonces ya se habían ido casi todos los demás) se encaminó hacia el sitio indicado. A pesar de la premura para colocarse en la plataforma, y las ganas evidentes de los viajeros en cubrir el nuevo trayecto, finalmente el tren salió de la estación de Chamartín a las 15.08, exactamente 16 minutos más tarde de lo previsto.

Viajeros muy variados. Como Julio y Andrea, andaluces, que “suben puntualmente” a ver a unos amigos y a los que la apertura de la Variante de Payares pilló de casualidad. Y veteranos de este trayecto como el gijonés Juan Manuel que lleva años subiendo y bajando a trabajar, cada semana, de Madrid a Gijón y viceversa.

Para él la apertura del túnel entre La Robla y Pola de Lena sí significa estar más cerca de casa hasta el punto de que “si funciona bien ni siquiera va a compensar ir en avión a la capital, porque entre ir al aeropuerto, el vuelo y que te deja en Barajas pueden ser, como poco, también tres horas y media”. La única duda que tiene Juan Manuel, y no es el único, estriba en saber cuánto van a costar los billetes.

“Hace unos días busqué uno para mi esposa con bastante antelación y me salió a 120 euros. Es mucho dinero si lo tienes que pagar todas las semanas. Sólo espero que se regule el precio”, asegura. Lleva tantos viajes a sus espaldas que conoce a los jefes de estación, las velocidades que pueden coger los convoyes y cómo se pueden “reparar” los desfases de horario. “Por ejemplo, los 16 minutos que llevamos de retraso, o los recuperamos de León a Asturias o ya nada”, dice Juan Manuel. “¿Pero no se pueden recuperar de aquí a León, que será más fácil”, le preguntan. “Nunca se me ha dado el caso”, responde con una sonrisa.

De sus últimos años en el trayecto Madrid-Asturias solo hay algo que, de momento, cree que no echará en falta: “Tuve tantos percances subiendo la rampa de Payares que me conozco de pe a pa la estación de Villamanín”. Otra cosa que espera olvidar cuanto antes. Para él, el ahorro de hora y media que proporciona el túnel frente a la rampa de Payares es “maravilloso”, insiste.

El viaje

Se suceden las paradas. Tal y como pronosticó el pasajero veterano, la llanura mesetaria no recorta el retraso que trae el tren de Chamartin. A las 17:21 el tren sale de León. La interventora repasa los pasillos. “Para entrar en el túnel tiene que estar todo despejado”. Una joven pareja tiene que recolocar sus maletas dos vagones hacia la cola.

Quince minutos después el convoy entra en el túnel más grande. La velocidad aumenta hasta los 200 kilómetros por hora dentro. Diez minutos después se vislumbra la luz y Campomanes, también un trozo de la Autopista del Huerna. Antes de llegar a La Pola la megafonía suena: “fin de la operación”. La interventora se ríe: “Antes no lo decían”.

Junto a ella, durante casi todo el viaje, uno de los técnicos de mantenimiento de Renfe que acompañarán a los Alvia a cruzar la Cordillera. “El jefe me avisó ayer. Mañana te vas a Gijon me dijo. Pero vuelvo a casa a dormir en el último tren”, asegura. Su presencia en los vagones es muy bien acogida por el resto de personal. “Será así al principio, después ya como siempre”. “De tanto ir a Gijón a ver si te vas a hacer del Sporting”, le dicen. “Pues no me importaría” apuntilla con un marcado acento castizo, “como si me tengo que venir a vivir”.

Primera parada de Asturias: La Pola, en Lena. La locomotora frena su marcha camino de Mieres. Para cuando llega a la villa han pasado 2 horas y 56 minutos desde que salió de Chamartin con 16 minutos de retraso. Otra vez el pasajero veterano tenía razón. El Alvia ha recortado el retraso en la Variante. Los 16 minutos que se traían de Chamartín y tres más. Las puertas en Mieres se abrieron a las 18:02. El billete marcaba las 18:05 como hora de llegada. 

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