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Acusan a España de impedir que la UE restrinja más el comercio de marfil para proteger los elefantes

Elefante africano de sabana (Loxodonta africana).

Clemente Álvarez

El seco paisaje castellano tiene algo de sabana africana, pero en Colmenar de Oreja, municipio madrileño de 7.800 habitantes, los vecinos no salían de su asombro en mayo de 2016 cuando aparecieron en las noticias de la televisión: agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil se habían hecho allí con una espectacular incautación de 74 colmillos de elefante. El botín, valorado en 200.000 euros, se encontró en un chalet de una cercana urbanización y el poseedor aseguraba haberlos heredado de su padre, aportando como documentación un permiso de caza de la República de Mozambique de 1970. Tras solicitar información a este país africano, se comprobó que, efectivamente, la autorización había sido expedida aquel año, pero para matar un único elefante, no los 37 que hacían falta para juntar esa montaña de marfil. El caso llegó a los juzgados de forma reciente: aunque el juez validó el decomiso de los colmillos, consideró que no se podía imputar de ningún delito al acusado por no quedar demostrado que fuera el autor de la falsificación.

La organización Traffic, dedicada al monitoreo del comercio de animales y plantas silvestres, estima que quedan unos 415.000 elefantes en libertad en África, de los que siguen siendo abatidos por furtivos una media de 55 al día para quitarles sus colmillos. Esta locura sanguinaria contra los mayores gigantes sobre la Tierra aumenta la presión para prohibir cualquier tipo de comercio de marfil y cada vez son más los países que toman acciones en esta dirección. El pasado mes de marzo, una decena de organizaciones contra el tráfico de especies mandaron una carta dirigida a todos los ministros de Medio Ambiente de la UE para que acaben con el mercado de este material. “Todos los mercados legales de marfil –ya sea en Asia o Europa– están alimentando el tráfico ilegal, la caza furtiva y la matanza de animales”, incide la misiva. “Los mercados legales sirven como tapadera para el lavado de marfil de elefantes procedentes del furtivismo hacia el comercio, incluso dentro de la UE. Permitir la venta de marfil refuerza su aceptación social y lo convierte en un producto deseable para invertir en él, alimentando aún más el mercado ilegal y estimulando los delitos transnacionales de vida silvestre”.

Según representantes de estas organizaciones, si bien hay países favorables a aumentar más las restricciones en la UE, otros no están nada de acuerdo, entre ellos, España. “Bélgica acaba de proponer su propia ley sobre esto, Francia ya la tiene, así como Reino Unidos y Luxemburgo, Italia lo está mirando… y luego está España super en contra, al igual que Portugal y los países escandinavos”, comenta desde Bruselas Eleonora Panella, responsable de Campañas de la IFAW (International Fund for Animal Welfare), una de las entidades firmantes de la carta. “El problema de España es que la autoridad CITES la tienen dos ministerios que son totalmente diferentes: el Ministerio de Medio Ambiente, que apoya hacer más restrictiva la legislación, y el Ministerio de Comercio, que lo que defiende es el comercio. Ni siquiera hablan entre ellos, no hablan entre los dos ministerios, es un problema”. La activista italiana se refiere a que, a diferencia de lo que ocurre en el resto de países europeos donde suele ser una administración ambiental la que se ocupa de estos asuntos, en España la autoridad administrativa principal de CITES (el convenio que regula el comercio internacional de especies amenazadas) está en Comercio, dentro del actual Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, correspondiendo a este departamento tramitar los permisos o representar a España ante otros países. Y luego, la autoridad científica, en un rango inferior, recae en el actual Ministerio para la Transición Ecológica.

¿Existe una conexión entre el mercado de marfil europeo y las muertes de elefantes en África? Para poder profundizar en esta cuestión hay que entender primero la compleja regulación de este material en la UE, que ya es bastante restrictiva. Hoy en día no se puede comerciar con marfil moderno, pero sí con antigüedades anteriores a 1947 o con el denominado marfil 'preconvención', que es aquel adquirido legalmente antes de que el elefante fuera puesto bajo protección de CITES (en los años 80). Resumiendo: la situación legal del marfil depende en gran medida de su antigüedad y aquí está la clave, pues resulta realmente complicado saber la edad de un colmillo de elefante.

Operación 'Ajedrez', octubre de 2017. En Torre Pacheco (Murcia), el Seprona realiza una incautación de 37 tallas de marfil africano –entre ellas, las piezas de un ajedrez– y una máscara de ébano. En España son bastante comunes los decomisos de este estilo: 26 piezas que se subastaban en Internet en San Sebastián (2017), ocho en una tienda de antigüedades de Málaga (2017), 107 en un intento de venta en Valencia (2017), 21 en una feria de Madrid (2018), nueve en A Coruña (2018), 17 en Almería (2018), cuatro en Cuenca (2019)… Sin embargo, en los despachos de la autoridad CITES en Madrid, en la Secretaría de Estado de Comercio, no consideran que estos casos estén realmente vinculados con la caza furtiva. “Hay un problema en África, pero no es el comercio de la UE lo que está alimentando esa matanza ilegal”, asegura Mercedes Núñez, la coordinadora nacional de CITES, que defiende que “las principales intervenciones son sobre todo por manufacturas que no se pueden documentar”. “Piezas de marfil que se importaron legalmente en su día, pero de las que no se guarda una factura que diga cuándo se compraron. ¿Es la gente que tiene tallas legales y que no puede demostrar cuándo las adquirieron la que está favoreciendo la caza ilegal? Sinceramente, es muy difícil de creer”, incide la responsable de CITES. “Con la crisis económica, muchas personas que tenían marfil querían venderlo y vieron como una solución declararlo como antigüedad. Eso no es correcto, se está haciendo irregularmente, pero no son traficantes que se estén dedicando a ir a África a esquilmar elefantes”.

Para saber de forma más científica cuándo se mató a los elefantes de los que proceden determinadas piezas de marfil se puede recurrir a las bombas nucleares del pasado. A partir de 1950 se realizaron en el mundo numerosos ensayos atómicos que en menos de una década casi duplicaron la cantidad de carbono 14 en la atmósfera. En consecuencia, todos los seres vivos de ese periodo tienen una concentración mayor de este isótopo en su cuerpo. “Hay una señal muy clara y muy evidente que permite distinguir materiales previos y posteriores a la época nuclear”, detalla Francisco Javier Santos, investigador del Centro Nacional de Aceleradores de la Universidad de Sevilla, que explica que, por medio de la técnica denominada espectrometría de masas con acelerador resulta posible coger una muestra de marfil y determinar su edad a partir del carbono 14.

No obstante, esta prueba de radiocarbono arroja distintos grados de fiabilidad. Para empezar, un colmillo tiene una edad muy distinta según se tome una muestra de la base o la punta. La punta es lo que primero que se forma, lo más antiguo, pero el elefante puede seguir viviendo muchos años después, de modo que si se quiere saber cuándo murió hay que tomar una muestra de la base. ¿Qué pasa si se trata de una talla de marfil, que no se sabe a qué parte corresponde? En ese caso, se obtiene una fecha en la que el animal estaba vivo. No se puede saber cuándo murió, pero sí se tiene una referencia para situarlo en el tiempo, y es posible determinar con seguridad si vivió antes o después de las bombas nucleares. Es decir, si los científicos encuentran en una muestra la marca de carbono 14 posterior a 1949, está claro que ese marfil no puede venderse como antigüedad.

Esta misma técnica de radiocarbono fue la empleada en una sonada investigación llevada a cabo en 2018 por la organización Avaaz con el apoyo de la Universidad de Oxford. Compraron 109 piezas de marfil en tiendas de anticuarios y en Internet en 10 países europeos y luego las analizaron con la prueba de carbono 14 para comprobar su antigüedad. Su conclusión fue que tres cuartas partes de las piezas vendidas como antiguas eran posteriores a 1947, marfil ilegal. Pero además encontraron que un 20% eran posteriores a 1990, es decir, procedían de elefantes modernos abatidos después de que se prohibiese el comercio global. Parecía un jaque mate a aquellos que no ven conexiones entre el comercio europeo y la actual caza furtiva en África. Sin embargo, la investigación tenía errores importantes: había tallas que no eran de marfil de elefante. “Hicimos análisis adicionales y encontramos que 22 de las piezas no procedían de elefante”, explica desde Devon, en el suroeste de Inglaterra, Bert Wander, director de Campañas de Avaaz, que defiende que, una vez excluidos esos objetos, “no cambia la proporción para Europa de falso marfil antiguo o de marfil posterior a 1990”. Pese a estos errores, el estudio sigue siendo un toque de atención para muchos países, como España, uno de los peor parados. Como detalla el británico, de los 18 objetos analizados aquí había tres que no eran de elefante, pero esto no varía un ápice la conclusión final: el 100% de las piezas vendidas en España como antiguas a las que se hizo la prueba de carbono eran ilegales.

Esta es una versión de un reportaje más extenso publicado en el nº18 de la revista Ballena Blanca. en el nº18Puedes ver más sobre este proyecto periodístico aquí.aquí. 

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