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Cuando la prioridad es ir en coche para aparcar hasta el mismo borde de la playa

Una de las playas del municipio de Arnuero del estudio.

Clemente Álvarez

La escena se repite en estas fechas en múltiples puntos del litoral del país: veraneantes metidos en sus coches aguardan largas colas para aparcar lo más cerca posible de una playa. ¿Se puede incentivar que los turistas se muevan hasta el mar en otra forma de transporte? A esta pregunta busca responder un estudio realizado en dos playas de Arnuero (Cantabria), y publicado ahora en Sustainability, que analiza qué pasa cuando se propone a los veraneantes de los coches otras alternativas para desplazarse o cuando se ponen tarifas cada vez más caras para poder aparcar junto al mar.

“La idea era ver cómo gestionar el problema del flujo masivo de turistas a esas playas, de racionalizar un poquito el uso abusivo del espacio público y del coche, lo que no pasa solo en Arnuero”, explica Borja Alonso, profesor del Grupo de Investigación de Sistemas de Transporte de la Universidad de Cantabria. “E intentar que esas políticas redunden además en beneficios para los municipios”.

El estudio se llevó a cabo en las dos áreas de playa más turísticas del municipio de Arnuero: una playa pequeña en Isla, en un entorno rural, y otra cerca del casco urbano de Quejo, ambos con aparcamiento gratuito. Este municipio cántabro, formado por la localidad de Arnuero y otros cinco pequeños pueblos, cuenta con una población habitual de unas 2.100 personas. Sin embargo, durante los meses de verano hay que añadir otros 4.300 residentes temporales que acuden a estas playas en auto desde distintos pueblos del municipio. Además, unos 1.500 vehículos diarios adicionales acceden a estas zonas de la costa desde otros municipios cercanos.

En este caso, al llegar los coches a los aparcamientos de estas playas se encontraban con entrevistadores que les proponían diferentes formas de desplazarse hasta el mar:

  • Viajar en coche hasta un aparcamiento de pago al borde la playa (de 3 a 5 euros el día)
  • Viajar en coche y aparcar en una calle cercana con tarifa horaria (de 0,6 €/hora a 1,5 €/hora)
  • Viajar en coche hasta un aparcamiento más apartado y coger una lanzadera (de 0,5 a 1,5 euros el día).
  • Viajar en autobús municipal
  • Viajar en bicicleta

No se contemplaba la opción de caminar porque los turistas que llegan en coche a estas playas suelen proceder de puntos demasiado alejados para acercarse a pie.

El resultado, no menos llamativo por esperable, es que el 98% de los usuarios prefería seguir usando su auto propio aunque se les ofreciera alternativas como transporte público o carril bici y sistema de préstamos de bici. Y aunque el propio disfrute de la playa se vea afectado por el exceso de automóviles.

Es más, aunque se subiese el precio del aparcamiento, la elección principal de los usuarios era siempre usar el coche hasta el borde de la playa: 56-71% de los encuestados con una tarifa de parking de 3 euros/día, 47-63% con una tarifa de 4 euros/día, 38-54% con una tarifa de 5 euros/día.

En el caso específico de la bicicleta, un modo de desplazarse muy utilizado para ir a la playa en algunos puntos de Europa, esta opción fue escogida por un 0% de los usuarios encuestados en Arnuero en cualquiera de los escenarios contemplados (con tarifas cada vez más caras para aparcar). “Aunque la bicicleta puede ser perfectamente válida, nos encontramos que el turista no está aquí muy por la labor porque va cargado con la sombrilla y otras cosas, y porque va con familia”, detalla Alonso.

En cuanto al servicio de autobús municipal, esta opción era apoyada solo por los vecinos de la zona, pero no por los turistas, que buscaban una forma de desplazarse más directa.“Ya lo esperábamos, pues era un servicio con poca frecuencia, no dejaba de ser un servicio para los vecinos, para acercar a los vecinos entre los pueblos”, comenta el investigador.

Con todo, el estudio incide en que sí es posible cambiar la elección de los veraneantes para desplazarse modificando las tarifas. “Tarificar racionaliza un poco todo ese consumo excesivo del vehículo privado, pero además puede generar unos ingresos que se pueden emplear para generar un transporte público municipal en beneficio de todos los vecinos del pueblo”, mantiene Alonso.

La segunda opción más escogida fue aparcar el coche en una calle cercana a la playa con un sistema de tarifa horaria y luego, ya en tercer lugar, dejar el automóvil en un aparcamiento más alejado y subirse a una lanzadera (lo que se denomina park and ride).

“El park and ride al final siempre presenta más resistencia a usarse que un aparcamiento tarificado, lo que ocurre es que en situaciones de congestión un poquito menos de coches puede tener una incidencia importante”, detalla el investigador, que explica que, en caso de cobrar 3 euros/día por aparcar junto a la playa y una tarifa horaria de 0,6 euros/h en las calles cercanas, entonces entre un 12 y 17% de los usuarios escogía esta opción de la lanzadera, porcentaje que podía aumentar hasta un 31% con tarifas de aparcamiento más caras.

¿Qué pasa cuando se sube todavía más los precios del parking para intentar desincentivar mucho más el uso del coche privado? “Nosotros jugábamos con un valor máximo de tarifa de hasta 8 euros al día, que en estas zonas de Cantabria es caro, ahí nos encontrábamos con que la gente en lugar de dejar el coche lo que hacía es irse a otra playa”, señala el profesor.

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