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El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

¡Loada sea la incertidumbre!

El presidente de Vox, Santiago Abascal, comparece ante los medios de comunicación en su sede de Madrid tras conocerse los resultados de las elecciones celebradas hoy domingo

José María Izquierdo

24 de julio de 2023 22:46 h

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Aleluya, aleluya, sonrisa de oreja a oreja, suenen pífanos, oboes, atabales e incluso crótalos, que los bárbaros han perdido la indecente batalla que emprendieron contra el gobierno de su bestia negra, Pedro Sánchez, legalmente constituido y con una hoja de servicios con muchos más claros que oscuros. Lo primero es lo primero, y estamos así de contentos. Porque fracasó Núñez Feijóo, ese político mendaz que considera que un contrabandista es persona respetabilísima, tanto como para pasearse con él en playas y montañas. Fracasó todo el Partido Popular con su Sémper y su ridículo Verano Azul y González Pons con su miserable ataque a RTVE. Fracasó la sucia campaña contra Correos, qué asco. Fracasó la vergüenza del “que te vote Txapote”, impúdicamente coreado en Génova por las huestes populares, sin que al gran líder se le moviera un músculo de la desencajada cara que nos ofreció a los espectadores, aún más dislocada cuando los mismos cayetanos groseros gritaban Ayuso, Ayuso. 

Y fracasó, por supuesto, esa reminiscencia del negro franquismo que nutre a Vox, esa formación liderada por un Santiago Abascal ignorante y zafio, como bien dejó claro en el debate de TVE. Pero han fracasado también esos encuestadores de pacotilla –gurús de la nada- que han intentado una orquestada labor de zapa que al final solo les ha traído el desprecio y las risotadas del respetable, rematada la faena por unos supuestos sondeos a pie de urna grotescos. Y fracasaron, last but not least, tantos periodistas (algo hay que llamarles) y comentaristas de la prensa –y la radio y la televisión- de la caverna, que han demostrado hasta la saciedad su fea catadura, soeces Carlos Herrera, Ana Rosa Quintana o Pablo Motos. Perdieron todos ellos y el Ojo, ya ven, sonríe.

¿Quizá lo hace porque el futuro está despejado, limpio y nítido como un idílico paisaje en el delta del Okavango? Quiá. Nos movemos en la incertidumbre de no saber si será viable la repetición de un Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Ya habrán leído u oído en todos los medios, incluido este diario, las posibles combinaciones y la amenaza del partido de Puigdemont -¡otra vez!- en mitad del campo de juego, como elefante en cacharrería. Inútil repetirlas aquí. Pero hasta el más lerdo entiende que el tándem Sánchez-Díaz tiene más posibilidades de gobernar que el de Feijóo-Abascal, y esa luminosa circunstancia ya nos sirve para alegrarnos la pajarilla. Y puede ocurrir, cierto, que no haya más remedio que convocar unas nuevas elecciones para aclarar el panorama, o enredarlo todavía más, quién sabe, que las armas las carga el diablo. Y puede haber esa repetición de ir a las urnas, quizá en diciembre, diga lo que diga hoy Sánchez. 

El penúltimo intento de embarrar el campo de juego del marrullero líder del PP, apenas balbuceado a trompicones en su triste comparecencia en el balcón, demudada la color, es esta historia del bloqueo y la obligación moral que tiene el PSOE de regalarle el Gobierno. Ya saben, la historia de la lista más votada y otras lindezas igual de estúpidas, que ni él mismo respeta cuando se habla de Extremadura o de cientos de municipios. Dice Feijóo que hay que dejarle gobernar. Así, con todo el desparpajo del mundo. Pero hasta él –poco versado en textos complejos- sabe que en una Monarquía parlamentaria como la española –punto 3 del artículo primero de la Constitución, Título Preliminar- los gobiernos se logran con mayoría de votos en el Congreso. O sea, logrando hilvanar una mayoría de partidos –traducción automática de un mayor número de ciudadanos- que voten tu candidatura. Eso, y no inanes llamadas a la lista más votada, regalos imposibles y otras paparruchas de semejante jaez.

¿Saben cuál es el problema real, gigantesco, de Feijóo? Que se ha jugado su futuro a los pactos con Vox, convencido de que esos aliados, quizá no del todo deseados, pero plenamente aceptados y blanqueados por el PP, le llevarán en volandas a La Moncloa. El fin justifica los medios, y si hay que nombrar vicepresidente a Abascal así se hará, y si se acaba con la cultura o se lava la cara a los más machistas del lugar tanto da, que yo tendré el poder para hacer lo que la derechona de toda la vida propone para este país: atraso e injusticia. Pero han ocurrido dos sucederes que no se esperaban en Génova, tan lleno de genios como ellos suponen. El primero, que su líder no tiene el menor gancho electoral. Feijóo es malo y así se ha visto, que de esos 160 diputados soñados se ha quedado en 136. Un fiasco absoluto, con Sánchez mordiéndole los calcañares en número de votos. Y dos, que ese feroz aliado expulsa todo lo que toca o que simplemente se le acerca a cierta distancia. Es tóxico y contaminante. Aterra su presencia chulesca, sus palabras de odio, sus modos de matón. Nadie quiere ir con ellos ni al pipero de la esquina.   

Así, que esa pareja de baile con la que ha contraído matrimonio en solemne ceremonia y en vistosa catedral, incluido el traje blanco de la novia y el frac del novio, se convierte en su única posibilidad de gobernar porque el PP se ha quedado a 40 diputados de la mayoría, toda una montaña imposible de escalar con esa tremenda mochila, porque nadie va a dar esos votos a ese dúo de película de terror. Así que la solución que creían altamente beneficiosa, tanto daba la moralidad, se ha convertido, al tiempo, en su sangrante condena porque nadie quiere ir acompañado de alguien como los dirigentes de Vox, zafios y retrógrados, que entre otras cosas han amenazado a catalanes y vascos -¡qué inteligencia la suya, insultar a sus únicos posibles socios!- con la porra del represor, acabaremos con ustedes, fuera el estado de las autonomías. 

¿Y Sánchez, logrará articular de nuevo esa mayoría para gobernar, si no en primera vuelta, quizá en segunda? Pues cualquiera sabe, porque apostar en su contra se ha convertido en una operación de altísimo riesgo. Tiró los dados con osadía, y logró, tras el no es no a Rajoy, resurgir de sus cenizas, hacerse con el partido, primero, que sirvió para ganar una arriesgada moción de censura y coser después, puntada a puntada, una coalición de gobierno que en cuatro años ha conseguido importantes avances sociales, aprobar año a año los presupuestos en tiempo y forma, algo inaudito, salvar una pandemia y los efectos terribles de una guerra en Europa, así como gozar de un gran reconocimiento exterior y traer miles de millones para España. De la última batalla, la guerra de las galaxias contra el sanchismo, ya han visto ustedes el resultado. Esperaremos hasta el último minuto. Y luego hablamos. 

Adenda. Fíjense ustedes que lo mismo no hay que hacer una colecta para pagar el sueldo a Tezanos. El dardo no dio en el centro de la diana, pero entró en el cuadro. Dicho queda.

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