¿A quién le importa la seguridad en montaña?
¿Cuántos accidentes de montaña se producen en España al cabo de un año?¿Cuántos rescates?¿Cuántos fallecidos?¿Cuántos heridos? ¿Por qué causas? Nadie lo sabe. Y, lo que es peor, aunque a muchos les preocupe ningún organismo oficial está encargado ni “siente que sea su responsabilidad” conocerlo. Si se busca por Internet, donde está “todo”, sabremos que “el monte ya no impone respeto”, o que la hora de rescate cuesta 2.000 euros en alguna comunidad y 3.000 en otra, que una cobra los rescates o algunos rescates y otras no. O que los GREIM de la Guardia Civil llevaban 879 rescates el 24 de diciembre de 2014 con 96 fallecidos, cifra que fue tomada como absoluto estatal por un medio de comunicación al informar de un nuevo rescate que elevaría la cifra. De haber seguido buscando tal vez habría encontrado los datos de la Generalitat de Cataluña, y de la de Valencia, y los de Asturias, y los de Castilla y León, y los del País Vasco, y Navarra. O tal vez no y tendría que haberse dirigido a cada uno de los gabinetes de prensa de emergencias o de Protección Civil que corresponda.
¿No parece insólito que nadie reúna y, por supuesto, unifique la metodología para recoger, transmitir y entender los datos que generan los distintos rescatadores: básicamente los GREIM de la Guardia Civil y los Bomberos rescatadores de varias comunidades autónomas? Aunque desde 2010 los especialistas en seguridad en montaña reclaman que se dé un paso adelante con la creación, por ejemplo, de un observatorio de accidentes y una comisión de seguridad en montaña, a día de hoy, no se ha avanzado apenas nada. En una entrevista que publicamos en el próximo número de marzo de campobase, el especialista en seguridad en montaña Alberto Ayora se hace en alto esta pregunta: “¿Quién es el organismo que lo tiene que promover: el Consejo Superior de Deportes, el Ministerio de Interior?” Y su respuesta: “Al no haber alguien que sienta que eso es una responsabilidad suya es muy difícil que se cree (…) Donde más me he sentido frustrado ha sido ante los responsables institucionales que tienen la posibilidad de impulsar la prevención en las administraciones, y que no han dado los pasos que tenían que dar”.
Tampoco parece que esta labor sea responsabilidad de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada. En 2012, en su Declaración sobre el Cobro de Rescates donde señala que “la solución no está en la intimidación sino en la formación y la información”, manifiesta como “necesaria una campaña de información a nivel estatal que evite accidentes en la montaña” y señala que “son las administraciones públicas quienes deben realizar una política preventiva generalizada basada en la formación e información”. Ese mismo año con motivo del Día Internacional de la Montaña reclamaba, o proponía, no se sabe a quién, la creación de un “Observatorio Nacional de Riesgos y Accidentes en Montaña, junto con la elaboración de un Plan Nacional de Seguridad en Montaña”. Por su parte, ha promovido encuentros y jornadas de prevención de riesgos con profesionales y responsables de federaciones autonómicas, y durante el último año ha iniciado la divulgación de contenidos de seguridad, algunos cedidos por medios como la revista campobase, y ha creado en Youtube el Canal de Cápsulas Formativas.
Gracias a ninguno, en España todavía no existe ni ese observatorio de accidentes que sí hay en Francia, ni una comisión de seguridad que sí tiene la Federación de Montaña de Alemania (DAV), pero pronto podría cambiar. “Dentro de la FEDME es una propuesta en la que se está trabajando y que ahora mismo está en proceso de aprobación. Básicamente se necesitaría un observatorio que es la punta de la pirámide y tendría un cometido de recopilación y tratamiento de los datos, y luego se necesitaría una comisión, un órgano ejecutivo que llevara a cabo la formalización de propuestas y recomendaciones”, insiste Alberto Ayora.
Porque actualizar y publicitar las nuevas recomendaciones resulta tan importante como renovar las más recurrentes (sobreestimación de posibilidades, errores de planificación y, relacionado con lo anterior, déficits técnicos y físicos). En los últimos años, ya se están produciendo problemas debido a las nuevas tecnologías, como el agotamiento de las baterías en un momento clave del rescate, o las imprecisiones de geolocalización de apps al no llevar el GPS activado y enviar inicialmente una señal por triangulación de repetidores. Lo malo es que desde ningún lugar con la veracidad de lo oficial se alerta para no malgastar la batería del teléfono o la necesidad de llevar una batería auxiliar; o para verificar la conexión satelital antes de enviar el posicionamiento. De nuevo, ausencia: “¿Quién debe transmitirlo? ¿De quién es la responsabilidad? Lo cierto es que el problema existe. Los grupos de rescate, al igual que muchos montañeros experimentados, se están dando cuenta de lo que está pasando. Lo están viviendo en el día a día”.
En contra, también hay quien desde dentro de la montaña mira escéptico, incluso crítico, este lento y áspero camino. Tal vez, algunos porque “hay gente, un tanto por ciento muy pequeño, que no le hables de seguridad, ni de protocolos, ni de nada de nada”. Tal vez haya otros con motivos diferentes pero, como concluye Ayora, ni unos ni otros “pueden marcarnos el camino a los demás. Sobre todo cuando ves ciertos accidentes totalmente evitables, algunos de ellos sufridos por menores, no te puedes quedar impasible.”
Entrevista completa con Alberto Ayora en el próximo número de marzo de campobasecampobase