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Sobre este blog

Íñigo Jáuregui Ezquibela es docente de profesión y antropólogo de vocación. El mayor legado que heredó de su padre fue la pasión por las montañas. Una pasión inmune al paso del tiempo y que revive cada vez que las visita o escribe sobre ellas y quienes las frecuentan o habitan.

Bill Tilman, una vida de película

Íñigo Jáuregui Ezquibela

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Íñigo Jáuregui Ezquibela es docente de profesión y antropólogo de vocación. El mayor legado que heredó de su padre fue la pasión por las montañas. Una pasión inmune al paso del tiempo y que revive cada vez que las visita o escribe sobre ellas y quienes las frecuentan o habitan.

Para quienes jamás hayan oído hablar de este personaje, baste señalar que, a pesar de que no existe ningún documental o biopic que dramatice los acontecimientos que rodearon su paso por este mundo, la suya fue una vida intensa y plena, repleta de acción y de emociones. Tanto es así que, como más tarde comprobaremos, su fallecimiento y las circunstancias en las que éste se produjo sólo sirvieron para corroborar este carácter indómito y aventurero y engrandecer su leyenda. La muerte, por una vez, le hizo justicia.

Harold William Tilman (1898 – 1977), el protagonista absoluto de esta historia, nació en un pueblecito de la campiña inglesa llamado Wallasey y al estallar la Primera Guerra Mundial, ingresó en la Royal Military Academy de Woolwich de la que se graduó en 1915 con el grado de teniente. Tras alistarse en un batallón de artillería, participó en la batalla del Somme y fue herido en dos ocasiones y condecorado en otras tantas. Finalizada la contienda, decidió instalarse en Kenia, donde estableció un negocio dedicado a la producción y comercialización de café. Alrededor de 1929, durante su estancia en este territorio colonial, trabó amistad con otro plantador nueve años menor que respondía al nombre de Eric Shipton y que, de paso, le inició en la práctica del alpinismo. De este modo casual se inició su amistad, su participación en multitud de aventuras conjuntas y la formación de una de las cordadas más célebres y fructíferas de todos los tiempos.

Los primeros logros de su carrera como deportista los obtuvo a comienzos de la década de los 30 al alimón con su inseparable compañero y sin salir de África. De entonces datan la travesía del monte Kenia y las ascensiones al Kilimanjaro y Ruwenzori. Tras este bautizo de fuego, ambos decidieron trasladar el campo de operaciones al Himalaya comenzando por el reconocimiento del santuario (1934) y la primera ascensión del Nanda Devi (1936), siguiendo con las expediciones al Everest (1935 y 1938) y finalizando con una incursión de varios meses de duración por la región de Assam y los confines orientales del Himalaya (1939).