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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

Tongo en el Insular

Celebración del gol anotado por Gilberto.

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

0

El Tenerife ganaba el 20 de mayo de 1984 en el Insular a falta de cinco minutos para acabar el partido. Tenía que hacerlo, sí o sí, para lograr la permanencia en Segunda División. Había llegado a la penúltima jornada del campeonato en posición de descenso y durante la última semana se había hablado mucho sobre la actitud de Las Palmas, que ocupaba la zona tranquila de la clasificación, lejos del ascenso y también de cualquier amenaza clasificatoria. Los 'ultras' amarillos pedían sangre; o lo que es lo mismo: mandar al Tenerife al pozo de la Segunda División B.

Mientras, en una Comunidad Autónoma que acababa de nacer como tal, los poderes públicos reclamaban “inteligencia” y “lo que sea mejor para los dos”. En todo caso, los antecedentes no eran buenos: cinco días antes, en el Heliodoro, Las Palmas se había paseado (1-3) en partido de la ya difunta Copa de la Liga. Aunque en esa cita el Tenerife apenas alineó a cinco titulares. Sin embargo, en el Insular había salido con su equipo de gala y, ya se ha dicho, a falta de cinco minutos ganaba 0-1 gracias a un zapatazo de

Gilberto Yearwood, jugador hondureño con un cañón en la pierna derecha.

Pérez, el portero local, voló de palo a palo, pero el balón dio en el larguero y entró. Un golazo. A partir de ahí se escuchó algún silbido, algún “fuera, fuera” minoritario, un “tongo, tongo” que nadie siguió… Fue en ese momento, a falta de cinco minutos, cuando el grancanario Noly, entonces en las filas blanquiazules, avanzó con comodidad por la banda derecha sin que ningún rival osara molestarle. Llegó a la línea de fondo, centró al segundo palo y Lasaosa, libre de marca, cabeceó plácidamente a la red. Pérez hizo la estatua y logró evitar que el balón le golpeara.

Aquello fue el 0-2 y el apocalipsis. El seguidor local estalló contra el palco, contra el banquillo, contra el césped y contra el mundo. Se repitieron los “fuera, fuera” y los “tongo, tongo”, pero no con sorna. Con ira. Y salieron al aire los pañuelos. Y se gritó el “que se besen, que se besen”. Y los socios rompían el carné y se lo arrojaban a José de Aguilar, el presidente de Las Palmas, que poco después dejó el cargo y que esa tarde tuvo que abandonar el recinto escoltado por la fuerza pública. Mientras, los jugadores del Tenerife se abrazaban con Juanjo García, su técnico.

Aguirreoa; Ordoki, Camus, Paco, Voro; Noly, David, Gilberto, Eizmendi; Lasaosa (Toño, 87’) y Rubén Cano protagonizaron ese 0-2 en el Insular que enfadó a algunos equipos peninsulares. No se enfadaron tanto cuando, una semana antes, el Linares, competidor directo por la permanencia con los blanquiazules, goleaba a un ya ascendido Racing que jugó con un equipo plagado de suplentes. Y tampoco les molestó que, a la misma hora que se jugaba el derbi canario, Cartagena y Elche firmaran un 0-0 que daba la permanencia a los primeros y el ascenso a los alicantinos.

En cambio, con el 0-2 del Insular se enfadaron mucho. Y más aún cuando, diez días después, el Tenerife volvió allí para jugar el partido de vuelta de la Copa de la Liga y le metieron cinco. 

(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias. Relatos de un siglo’, del que son autores los periodistas Juan Galarza y Luis Padilla, publicado por AyB Editorial.

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