Un padre en apuros
A Luis Sicilia se le debió venir el mundo encima en el fatídico minuto en que Pablo dejaba ko a su equipo. El ex presidente de la Unión Deportiva Las Palmas, un caballero del fútbol, tiene la bendita suerte de tener un hijo futbolista profesional. Y además, de los buenos. De esos que cualquier amarillo de pro se lamenta haber dejado escapar -en realidad, que otros hayan dejado escapar- de la cadena de filiales.
Pero Luis nunca se imaginó, ni cuando jugaba en el Aficionado ni mucho menos cuando era la máxima representación -en dos etapas- del equipo señero y sin par, que su hijo Pablo fuera a vestir los colores del Club Deportivo Tenerife. Y para más inri, que una mala tarde de abril tumbara a la Unión Deportiva Las Palmas ante una multitud de grancanarios. Hasta que la posibilidad remota se hizo realidad durante nueve minutos de trágame tierra este sábado de fiesta en la grada y fútbol feo en el Estadio de Gran Canaria.
Puede que lo entrevistaran otros compañeros, pero fue con Rafa León cuando escuché a Luis Sicilia en la cadena Ser balbucear sus sensaciones al término del partido. No le vi la cara, pero la mirada que le debió echar al micrófono y/o a los ojos de Rafita tiraba pa'tras: aparta de mi este caliz, mi niño. Es que lo vi cuando entraba su voz por mis oídos a través de los auriculares del mp3.
“¿Y qué quieres que te diga yo?” “¿Que como lo sentí?”. No estaba Luis para decir nada más. Menudo trance. Creo que sólo bendecir a Marcos Márquez por aparecer con su maldita/bendita cabeza para poner el empate en este derbi sin historia en el campo. Para dejar tranquilos el corazón y la cabeza de la familia del ex presidente amarillo y del defensa blanquiazul. Bien hecho hijo. Bien hecho equipo.
Sinceramente, en un clásico que esta semana ha desbordado todas las previsiones antes de que el árbitro pitara el inicio, con la mayor asistencia de la historia a un partido entre los dos grandes del fútbol canario, y que encima no respondió a las expectativas dentro del campo, ese instante en el que Pablo le da a su padre un vuelco contradictorio a su corazón resume todo lo que entraña estos apasionantes partidos de fútbol que gracias a quien sea -a Dios, Don Luis- disfrutamos todos los canarios.
Me quedo, en un derbi roto por un colegiado que debió dejar a ambos equipos con diez -al Tenerife mucho antes que a Las Palmas, por la leña de Manolo Martínez a diestro y siniestro- con ese momento tan íntimo, familiar y convulso en el que el hijo, respetuoso, marca el 0-1, se dirige sin aspavientos a los aficionados del Tenerife y no celebra el gol contra el equipo de su sangre, y el padre, vete tú a saber, Rafita, cómo, se revuelve de mil maneras en su butaca.
Menos mal que Marcos Márquez, que parece que no moja pero al menos este sábado empapó, dejó el pique familiar en tablas. Va por tí, Luis. Arriba d'ellos.