El agricultor canario se queda con menos de la mitad del precio final de sus productos frescos

Cultivos de papas en enarenados de picón en Los Valles en Teguise.

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

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Ni declarar al sector primario como actividad esencial durante el confinamiento; ni fomentar el consumo local con campañas pagadas con dinero público; ni las denuncias de importaciones de productos que compiten con los de la tierra. Nada ha contribuido a que mejore lo que percibe el agricultor por sus productos frescos cuando llegan a los lineales. En septiembre, el consumidor pagó más del doble de lo que percibió el profesional del campo en las Islas, según los datos del mes pasado del Índice de Precios de Origen y Destino (IPOD) que realiza la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) en Canarias. 

De media, si el agricultor recibió un euro por kilo, el consumidor pagó 2,56 euros en los supermercados o en las tiendas. Para establecer esta cifra, COAG recopila durante la tercera semana de cada mes el valor de 17 frutas y hortalizas tomando como referencia el precio fijado en Mercalaspalmas y Mercatenerife o en las grandes superficies. Y durante todo 2020, exceptuando el mes del confinamiento al no poder recopilar datos, los ciudadanos siempre pagaron más del doble de lo que recibió el profesional del campo, llegando en julio a multiplicar por tres el precio de venta al público respecto al de origen. Y en comparación al mismo mes del año pasado, el IPOD es muy similar, solo 10 décimas superior (2,64).

De entre todos los productos analizados en septiembre, en el que hubo mayor diferencia de valor porcentual entre origen y destino fue el pepino, con un pago al agricultor de 0,28 euros el kilo, mientras que para los consumidores estaba en los lineales a 1,51 euros (y unos beneficios para el resto de la cadena del 448%). Le sigue el puerro, un producto por el que el profesional del campo recibió 0,46 y los ciudadanos compraron a 1,88 euros. Los pimientos verde y rojo, además de la berenjena, multiplicaron por tres su precio en su paso del campo local a las estanterías de los supermercados. También el plátano, fruto por el que los clientes pagaron 1,99 euros en las Islas, mientras que los productores solo ingresaron 0,68 euros el kilo.

En el lado contrario, el aguacate, el producto agrícola analizado por el que más se paga con diferencia, tuvo un precio en origen de 7,18 y el consumidor pagó 7,24 euros. Jesús Corvo, vicepresidente regional y secretario general en Tenerife de la Plataforma Agraria Libre de Canarias (Palca) explica que en estos momentos este fruto “mejor económicamente” respecto a otros meses, pues ha llegado a estar “a 8 o 9 euros”. Pero en 2020 se ha visto afectado por dos factores: el viento y los robos. 

En febrero, Canarias experimentó un intenso episodio de calima con fuertes vientos que pasó factura a los productores de aguacates: “Tiró toda la fruta que se recogía en los meses de marzo, abril y mayo. Y también arrasó la flor que había. La producción que tenemos es la que quedó”. Por lo que este año, aunque sigue siendo rentable producir esta fruta, hay mayor escasez hasta que en noviembre comience la recogida del tipo fuerte, con textura lisa y forma de pera. A esto se suman los constantes hurtos: “Los últimos 15 días del mes de septiembre se ha constatado el robo de, al menos, 8.400 kilos de aguacate en Tenerife. En la zona de Güimar en una noche se levantaron más de 4.000 kilos”, asegura Corvo.

Sin embargo, la papa ha sido el producto estrella de los agricultores canarios. “Es lo que más ha funcionado en la pandemia”, dice Víctor Félix, agricultor de frutas y hortalizas en Gran Canaria. “Las personas han cocinado más en casa y se ha notado en la mercancía. Ya no hay tantas papas congeladas y se ha apostado más por la papa de la tierra”, añade. El precio del tubérculo para los agricultores ha oscilado entre los 0,82 y los 0,84 de junio a septiembre y en los lineales ha descendido desde los 2,15 a los 1,71 euros el kilo en septiembre.

La viña, uno de los cultivos más afectados

Corvo, quien también se dedica al cultivo vitivinícola y vende a grandes superficies, explica que el cultivo de la vid en Canarias ha caído un 50% en los últimos años, pues “antes la media era una producción de 14 millones de kilos al año y este 2020 estamos en 7,2 millones”, una situación que ha producido por el progresivo abandono de este cultivo.

Además, este año la pandemia ha afectado especialmente al subsector vitivinícola por las pocas ventas a través del canal Horeca (Hoteles, Restaurantes y Cafeterías) ante la ausencia de turistas. “Los bodegueros de Tenerife solo han podido vender este año un 10 o un 15%, la situación es muy complicada”, añade Corvo. Solo han podido dar salida a sus producciones aquellas bodegas que podían vender su mercancía en grandes superficies, que “solamente la pueden abastecer las que tienen mayor producción, no las de 10.000 litros”.

Tenerife, Lanzarote y La Palma aglutinan la mayor parte de la viña en Canarias. La isla picuda aumentó su producción respecto al año pasado, de 3,1 a 5 millones de kilos; pero Lanzarote ha reducido en 1,5 millones la cantidad que produjo en 2019 (de 2,8 a 1,3) . Por su parte, en La Palma, “este año son 430.000 kilos y el año pasado son 646.000 kilos”, explica Corvo. 

A esto se suma la sequía que padece Canarias. “Hay un estrés hídrico muy grande y si no llueve pronto se va a perder mucha viña para el próximo año”, dice Corvo, quien recuerda que “la vendimia ha empezado 25 días antes con respecto a otros años por el clima, porque desde marzo no llueve”.

Diversificación como medio de supervivencia

Víctor Félix lleva casi dos décadas dedicado a la agricultura. Junto a su socio, su empresa cuenta con 14 hectáreas de plátano y otra de cinco de hortalizas, repartidas entre Arucas y Santa María de Guía. Y emplea a 15 personas. “Esta situación es nueva para nosotros. No hay nada comparable; la pandemia me ha afectado de lleno porque yo suministraba a los hoteles”, asegura.

Su cultivo principal, además del plátano, era la lechuga, pero tras la pandemia se ha visto obligado a frenar la producción de esta hortaliza y diversificar con papas, puerros, coles o cebollas, aunque en pequeñas cantidades. “Y ahora, al menos, puedo mantener al personal y a la empresa”, añade. 

Ante esta situación, espera que los turistas puedan regresar y, con ellos, la demanda en los hoteles. “Esa es la realidad, del turismo viven muchísimas familias”, asegura Víctor Félix. Pero, mientras tanto, hace un llamamiento a que los ciudadanos de las Islas consuman producto local y así aumentar la economía circular para poder seguir sobreviviendo con las ventas que realiza a través de la cooperativa Cosecha Directa, en el Mercalaspalmas.

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