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Lecciones de un sábado

José Miguel Galarza

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El Tenerife-Almería nos dio una colección de bofetadas con los detalles. Tuvo un par el rival, de extrema calidad tras errores locales, para hacerse con la victoria, tuvo unos cuantos más para apuntillar antes del innecesario 1-3 y tuvo el Tenerife, enfrente, un rosario de remates y ocasiones para aspirar a llevarse el partido. El balance es el propio del estado de cada equipo: uno va embalado al ascenso y el otro está para apañarse con la permanencia, a la espera de lo que nos traiga el mercado invernal.

Entre tanto, más detalles. El cambio de Malbasic por Alberto, un ataque de entrenador en el buen sentido, tan evidente que solo cabe celebrarlo por lo inédito en el tiempo que precedió a Sesé Rivero. El técnico interino, imagino que a sabiendas de lo efímero de este muerto que le cayó, cambió el medio juego —y el color del partido– colocando a Lasso de 8 para romper la línea del Almería. Y con la segunda oportunidad de Elliot demostró que hay muchachos de la cantera que igualan a ciertos profesionales. Puede que no lo hagan mejor; peor, tampoco. La primera aparición del otro Jorge, al cabo, es un mensaje de despedida: “valoren y premien lo que tenemos en Geneto”. Cuando se marche Moreno, claro, y si no traen a otro Moreno, por supuesto.

La lección que debe aprenderse del paso fugaz de Rivero nos devuelve al tiempo de Cervera, última vez en la que se apostó por la producción propia frente a la mediocridad que solo salvaron —entre los pocos— Carlos Ruiz o Aitor Sanz, gente, por lo demás, a la que debería hacerse un hueco en su futuro como exfutbolistas para que expliquen a los que deciden —dentro y fuera de la casa—qué es la identidad y por qué es oxígeno para el CD Tenerife. Si con estos, Julio Durán, Ricardo León, Alexis Suárez, Quique Medina o Cristo Marrero no nos sale una dirección  deportiva, es que el fútbol no es fútbol.

Para otros, lo que deja este sábado es la convicción de que lo de menos era el resultado y el juego. Descubierta la nueva verdad revelada por analfabetos funcionales y treintañeros con síndrome de Peter Pan, han mostrado el camino que nos espera en diciembre. Una salmodia en la que no encontraremos alusión al responsable de un conjunto de fichajes con más sombras que luces.

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