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Contubernio en el arte canario

Míchel Jorge Millares

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Las críticas del catedrático Fernando Castro Borrego a la Fundación destapan, además de la inquina personal contra la entidad manriquiana, el intento de silenciar y negar la vinculación entre la vida y la obra de César Manrique con su antecesor Néstor Martín-Fernández

...Y van dos polémicas políticas (en apenas dos años) con el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna, Fernando Castro Borrego, como protagonista, por dos de sus trabajos realizados para el Gobierno de Canarias y el Cabildo de Lanzarote, respectivamente. Una por la exposición sobre poesía y arte canario en el siglo XX y, la otra y más reciente, un libro sobre César Manrique coincidiendo con el centenario de su nacimiento.

La primera controversia provoca una amplia discusión sobre la escasa presencia femenina en las publicaciones sobre arte en Canarias, ante lo cual Castro defiende el discurso de su exposición libre de ataduras de género, por lo que rechaza continuar el proyecto si ha de ser corregido debido a la escasa o casi nula presencia de las artistas en su propuesta expositiva.

La segunda discusión estamos siendo espectadores de ella porque el actual gobierno del Cabildo conejero ha decidido suspender la distribución de un libro que se le encargó por el grupo de Gobierno anterior -actualmente en la oposición-. Una obra que formaba parte del programa institucional del centenario del nacimiento de Manrique. Una censura intolerable e innecesaria. Y tan criticable como el que los dirigentes de Coalición Canaria (CC) -ahora sin la presidencia del Cabildo-, y el catedrático lagunero, utilizaran el libro para atacar a la Fundación César Manrique (FCM), cuya relación con CC es de beligerancia sobre el ordenamiento del territorio insular, mientras el catedrático y anterior asesor de la entidad manriquiana acusa de izquierdización al discurso sobre Manrique que ofrece la FCM, aunque no olvidemos que en el Acta fundacional se establece como objetivo de la Fundación “promover la actividad intelectual, creativa y el pensamiento crítico”.

En cuanto al libro, repito que el Cabildo no debió retirarlo. Es una demostración de pensamiento crítico y por ello debería estar disponible para quien quiera comprarlo. También para rebatir sus argumentos, lo cual precisa tiempo, trabajo y -si se quiere editar- algo de dinero para favorecer una o más respuestas a un debate más subjetivo y personal que real. Y tendrá que ser el Cabildo quien debe facilitar la respuesta en las mismas condiciones del libro polémico, ya que se usó dinero público para poner en duda la capacidad y cumplimiento de sus objetivos a los gestores y patronos de una entidad privada sin ánimo de lucro.

El autor afirma que es víctima de censura por su crítica a la deriva izquierdista de la Fundación. Y la retirada de la publicación ha exacerbado las críticas de Castro hacia la Fundación, aunque dudo que ésta tenga alguna participación en la decisión y suponemos que tampoco ha retirado las publicaciones que la FCM posee del mismo Castro referidas a Manrique.

Pero, en el fragor del debate, vuelve a aparecer el señor Castro desatado en sus declaraciones a la prensa como sucedió en el debate sobre sus planteamientos discriminadores de las mujeres (no es que no haya, es que “no tienen nivel”, afirmaba, aunque reconocía que se ha hecho poco por valorar el papel de la mujer en el arte). Si ya parecía machista el planteamiento de la exposición, que le atrajo las críticas del feminismo, Castro Borrego suma un nuevo enemigo a su lista de perseguidores: la “izquierda” que manipula la Fundación para desviar la figura de César hacia postulados políticos y contrarios a la libertad. Y recuerda que nuestro artista se codeaba con la dictadura y por este motivo, según Castro, era reprobado por la izquierda. Curiosa afirmación porque durante la dictadura o cohabitabas o emigrabas o eras un topo; y más curioso es el protagonismo que da a la izquierda, cuando era clandestina y diversa, no gestionaba museos o instituciones culturales ni tenía galerías de arte, ni otra prensa que los panfletos sacados de la vietnamita y que nunca citaron a César. Sus dirigentes en Canarias, además, eran artistas e intelectuales amigos de César (los hermanos Gallardo o Felo Monzón y los hermanos Millares Sall, por ejemplo). Y la prensa, la que no era del Movimiento sobrevivía bajo amenaza de cierre y multas, incluso demolición (diario Madrid). Pero si dice que lo dijo habrá que comprobarlo.

Lo cierto es que ser artista durante la dictadura era una realidad bien distinta y rápidamente olvidada. Por lo que Castro Borrego abre una línea digna de estudio, tardía pero necesaria.

Añade el señor Castro a su relato de contubernios que él también es un perseguido por “la izquierda” y cita al PSOE y Podemos, cuando es el PP el socio de gobierno de los socialistas en el Cabildo, y el partido de Casado es poco sospechoso de padecer la enfermedad infantil del izquierdismo.

Pero él denuncia un ataque frontal al arte y la libertad por parte de la izquierda y olvida que quien ha tenido ese poder destructivo durante casi medio siglo -y sus secuelas- ha sido una derecha dictatorial en lo político, moral y cultural, con tal represión que me basta citar un nombre como ejemplo, bien conocido en Lanzarote y en Canarias: Agustín Espinosa (conservador pero escritor surrealista que sufrió torturas por sus textos 'obscenos')...

No hay duda que en los regímenes totalitarios se persiguen las libertades, pero no es el caso de César, y mucho menos del señor Castro. Al catedrático le ha retirado su obra de la venta la misma institución que le pagó la edición del libro. Lo que demuestra que el libro no es suyo, sino de quien se lo encargó con una finalidad que ha quedado de manifiesto. No se trata de una víctima de la dictadura del progretariado sino de las reglas del mercado: hoy mando que me escribas un libro y mañana viene otro y cree que la institución no debe promover la crítica a una institución privada... Es censura, pero no de un pensamiento sino de un ataque a quien no era del agrado de CC utilizando para ello el dinero de los contribuyentes.

Pero no sigo con el dichoso libro, aunque si con su autor porque lo que más me ha asombrado y motivado a escribir estas líneas es otra increíble afirmación del catedrático Castro realizada en las instalaciones de la FCM, cuando el virus rojo no se había extendido por las venas de sus patronos, cuando se complacían mutuamente (y no sé si lo han superado) con un discurso que insiste en eliminar la figura de Néstor Martín-Fernández de la Torre como influencia principal en la vida y la obra manriquiana, en su discurso y en su osadía. Un artista, consagrado internacionalmente, que decide regresar a Canarias -siendo Manrique un niño- e impulsar un cambio de modelo económico para la isla basado en un turismo diferenciado del de las capitales del grand tour y de la riviera, con la exaltación de los paisajes y la recreación de las tradiciones bajo su insignia de “Hacer de la vida una obra de arte”. Y César ya era un joven que vivió la fascinación de la sociedad lanzaroteña por el tipismo y esa mirada hacia lo propio que llevaría al éxito de Lanzarote.

Pero, Castro Borrego estableció y mantiene una premisa falsa en la presentación de su libro César Manrique, de la Biblioteca de Artistas Canarios del Gobierno (que dirigía él mismo y convirtió en otro ejemplo de visión andrógina), al señalar que la importancia del artista se debe a que “es el único artista español que ha propuesto un cambio de modelo económico para un territorio”. Sorprendente afirmación que borra de la historia a Néstor y su modelo de isla y su influencia sobre la sociedad canaria, incluida la lanzaroteña. El primer artista español que propuso un modelo económico para un territorio es Néstor. Quien dude de esta realidad sólo tiene que ver el legado de Néstor que, aunque falleció prematuramente (a los 50 años), puso en marcha su modelo y un movimiento social que continuó su labor, mientras César, a los 50 años, tan sólo había desarrollado las primeras fases de Los Jameos (y su casa de Tahíche).

Espero que la Fundación se libere de este prejuicio alimentado por académicos que han hecho del arte canario un discurso misógino e insularista. Y espero que sea el momento de que la Fundación reconozca que hay un proceso iniciado por Néstor, continuado por César y que precisa que el ejemplo de ambos -y la colaboración de ambas Fundaciones- sirva de luz para el futuro de la sociedad canaria.

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