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La desigualdad y la doble carga de las mujeres en este Día del Trabajo

Una mujer sostiene una pancarta en la Cadena humana por el 8M en Las Palmas de Gran Canaria.  EFE/ Elvira Urquijo A.

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Todavía encontramos referencias al Primero de Mayo como el “Día del Trabajador” en lugar del “Trabajo”. En ese imaginario en el que las mujeres tenemos que creer que sí que estamos representadas en ese masculino genérico seguimos viendo cómo las pancartas vienen encabezadas en la mayoría de comunidades y en el ámbito estatal por líderes de sindicatos que en su mayoría son hombres. Es como si ya tuviéramos suficiente con las dos movilizaciones feministas anuales: el 8 de marzo y el 25 de noviembre. La presencia de mujeres como portavoces de todos los movimientos sociales, sindicales y, por supuesto, políticos, no es un mero capricho. Distintas teóricas y expertas en feminismo lo llevan avisando: sin perspectiva de género, sin mujeres en la toma de decisiones y sin referentes, nunca habrá igualdad real. 

La pandemia ha demostrado que las mujeres no solo son las más perjudicadas en las crisis económicas, es que también arrastran una sobrecarga mental, acrecentada por la responsabilidad que suponen los cuidados (no solo de menores sino de personas dependientes o mayores de las familia) y la presión social que siguen sufriendo. Este Primero de Mayo, como casi todos los que celebro desde que tengo uso de razón, apenas queda espacio en los discursos para recordar a esas madres, abuelas, tías, amigas… que llevan años diciendo que “no trabajan”, que “son amas de casa”, como si en muchos de los casos tuvieran otra opción o como si las tareas realizadas para sostener el sistema de cuidados no fueran en sí un trabajo invisibilizado. También las madres y abuelas que lo compatibilizaban con la economía sumergida, con trabajos por los que no cotizaron y por los que ahora tienen pensiones muy bajas.

Empleadas de hogar que siguen sin contratos o en condiciones precarias porque su convenio aún les impide cobrar el paro, por ejemplo; empleadas de otros sectores de la limpieza, siempre minusvaloradas; empleadas de supermercados, en algunos con jornadas interminables. Mujeres abocadas muchas veces a solicitar reducción de jornada porque, de lo contrario, su vida sería incompatible con, por ejemplo, llevar a los menores a las actividades extraescolares. Porque la sociedad presupone que deben ceder ellas para que, en el caso de que su pareja sea un hombre, sea él quien pueda escalar, brillar, alcanzar el “éxito”, esa palabra que nunca repitieron a las niñas, pero sí a los niños. 

Pero también es el día para recordar a las que, habiendo optado por otros caminos como estudiar una carrera universitaria y dedicarse a la investigación, ven su carrera paralizada a la hora de ser madres. En la universidad de La laguna, por ejemplo, solo un 20% de las mujeres son catedráticas (la categoría más alta dentro del profesorado universitario). La directora de la Unidad de Igualdad de esta universidad, Ángela Torbay, explicaba hace unos meses que “cuando llega el momento de acceder a determinados puestos son los hombres los que los acceden”. Un dato relevante es que la conciliación en la universidad solo es solicitada por un 15% de hombres. La investigadora Lorena Fernández también ha citado recientemente el el ejemplo de HP, donde la empresa descubrió que en las promociones internas las mujeres no las solicitan si no cumplen el 100% de las condiciones que se piden para el puesto, mientras que los hombres con cumplir con el 60% se presentaban. La confianza y cómo educar en igualdad es una de las claves para superar estas barreras que nos hacen ausentes en las opiniones de los medios de comunicación, en los consejos de administración y en la toma de decisiones. 

Esta semana, además, se presentaba un informe elaborado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género y CCOO, en el que se entrevistó a 1.119 mujeres que han sufrido violencia machista en su empleo, de las que siete de cada diez nunca lo denunciaron. El estudio refleja que el 17,3% de las mujeres que han sido víctima de acoso sexual, lo ha sido en el ámbito laboral. Además, sigue existiendo brecha salarial y un estudio de CCOO también reflejó que en Canarias esa diferencia anual con respecto a los hombres es de 3.300 euros. Una condena a Hecansa por discriminar a las mujeres en el pago de un complemento, como ocurrió en hoteles del sur de Tenerife con las camareras de piso, son casos que lo avalan frente a las personas negacionistas de esta discriminación por razón de género. Son datos por los que seguir reivindicando la igualdad real cada día y no olvidarla tampoco en este día de las trabajadoras. 

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