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Lo esencial y lo importante

Michael A. Galascio / Michael A. Galascio

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Nos encontramos bajo la atroz influencia de ciertos individuos, cuyo plan maestro, busca a toda costa que no centremos en una serie de conceptos, ideas y problemas inoperantes, reduciendo nuestra visión a la más mínima expresión. Es una forma de estimular una perspectiva confinada a unos límites conceptuales, geográficos y otros, según la capacidad y tendencia de cada individuo, encerrándonos en el pensamiento único del cuál ingenuamente creemos habernos librado.

Cuando leemos la prensa o escuchamos la radio, ¿sabemos distinguir entre lo esencial y lo importante? ¿Estamos dispuestos a explorar nuevas formas o abrirnos hacia otro camino conceptual? ¿Por qué nadie se aventura a pensar diferente a las corrientes dominantes? ¿Por miedo al rechazo? ¿Por la amenaza a ser vetados? ¿Por temor a estar en una lista negra? ¡Que las hay! Es hora de abrir una brecha en ese viejo muro que impide a la mayoría de los ciudadanos ser libres. Hay que considerar nuevos caminos y opciones que hasta el momento, no hemos tenido el valor de evaluar, aunque esto signifique, que aun aquellos que llamamos amigos, se alineen en contra nuestra.

No podemos dejar nuestra vida en manos de otros. ¡Nos pertenece! ¡A nadie más! Por éste motivo, hay que saber diferenciar entre lo que es esencial y lo que es importante para nosotros. Por ejemplo, para unos padres es esencial el bienestar de sus hijos y su estabilidad económica, sobre todo en una sociedad tan materialista y carente de empatía como ésta. La droga, la inmigración y otros problemas de enorme gravedad, son muy importantes, pero no esenciales. Antes de que un ciudadano decida ayudar a los demás, implicarse en los problemas sociales, primero debe tener una estabilidad propia. De lo contrario, estaríamos hablando de un Kamikaze, que aunque su significado literal sea “viento divino o viento de Dios”, para las elites de aviación japonesas en la Segunda Guerra Mundial, significaba “no retorno”.

Por esta razón, cuando nos sentemos ante el gran espectáculo teatral que nos proponen los candidatos que promueven cambios y transformaciones casi increíbles, cuando ellos reclamen una unidad inexistente, cuando denuncien un problema que es importante pero no esencial para nuestras vidas, debemos ser conscientes de que poseemos el más absoluto libre albedrío de decir: “No, no seré parte de los seguidores de fe ciega, de ninguna de las corrientes dominantes”. Debemos resolver nuestros problemas y quien no lo garantice, no tendrá nuestro apoyo electoral.

No obstante, los poderosos cuentan con la “desatención ciega”. Ellos piensan que sembrando la falsa esperanza y creando una atmósfera de euforia colectiva, la gran masa de votantes, no sólo se inhibirá en sus iniciativas personales sino que se abrazarán a las tesis de los líderes asumiendo una actitud pasiva, dejándose llevar como decían algunos, “por la lógica de los tiempos”.

¿Cómo romper con estas ideas? Deben existir voces diversas. Debemos evitar el enfrentamiento fanático y ante cada planteamiento que recibamos cuestionar: ¿Si es esencial o importante, para nuestras vidas?

Michael A. Galascio

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