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“Pero ¿de qué estamos hablando?”

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“De qué están hablando, de dejar a entidades, unas religiosas y otras privadas, como el Colegio Cisneros en el barrio de La Cuesta o Don Bosco en toda España, trabajando por la integración en África y con la integración de menores inmigrantes.” La intervención de Ana Oramas sobre no “cubrir” económicamente a los colegios concertados por la pandemia de COVID-19 deja claro a qué grupos sociales defiende. A la nacionalista se le olvidan los esfuerzos que se hacen desde de la educación pública, mientras se remanga para defender a las entidades “privadas y religiosas”.

 

Hay cuestiones que son relativamente sencillas y que lo único que requieren es tener compromiso, dejando el cinismo y el populismo a un lado. Efectivamente, hablar de la financiación que recibe la educación concertada del Estado requiere plantear que hay entidades privadas y religiosas que se llevan una cuantía de dinero público muy jugosa, ¿por qué tenemos los españoles y españolas que pagarle dinero a centros religiosos si somos un Estado aconfesional? ¿Por qué muchos colegios concertados obligan a pagar cuotas a su alumnado si reciben financiación pública? Ese es el debate de fondo del que se está hablando. Destinar los recursos públicos de forma adecuada es vital para que las alumnas y los alumnos con menos recursos económicos no queden abandonados a su suerte. Es vital para que no tengan que competir con los niños que estudian en la privada realizando un triple esfuerzo, restando horas de sueño y con mayor carga psicológica. Es vital para que sus padres y madres no tengan que buscarse un segundo empleo para llevarlos a clases de refuerzo, de eso estamos hablando.

 

“Yo he sido alcaldesa de La Laguna y he visitado las 3.000 viviendas de Sevilla, y allí están Los Salesianos con el Programa Don Bosco, ¿eso son élites formando a los menas? en los barrios pobres, en el Hogar Escuela en Santa Cruz o La Cuesta, en uno de mis municipios de La Laguna”. Apela al PSOE y a Unidas Podemos para que “bajen a la realidad” diciendo que ella se ha paseado por las 3.000 viviendas de Sevilla. Lo cuenta como esas personas que se van de viaje a países africanos y se sacan fotos con menores empobrecidos para luego subirlas a Instagram. En Canarias ese discurso chirría, todos sabemos que las élites se parecen más a las entidades que ella defiende, que a los niños y niñas que van a la concertada. Y es que no podía dejar atrás de su discurso populista, no podía dejar atrás a las 3.000 viviendas de Sevilla y, mucho menos, a los menores extranjeros no acompañados, no vaya a ser que la ciudadanía piense que antepone los intereses privados al interés general de la población. El discurso de las 3.000 viviendas funciona en Madrid porque las malas artes de Coalición Canaria en época electoral son como un leve zumbido al que no se le hace mucho caso. En Canarias eso no funciona, porque todos conocemos los paseos por los barrios empobrecidos de Tenerife, las falsas promesas y las fotos con personas mayores. Para “bajar a la realidad” hay que pensar más en esos alumnos y alumnas de la educación pública que se han presentado a la EBAU en mitad de una pandemia con muchos esfuerzos económicos y psicológicos y pensar un poquito menos en defender los intereses de las entidades religiosas y los centros privados.

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