Lágrimas heladas por Almudena Grandes

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La muerte se ha convertido en compañera constante en estos tiempos de pandemia, inclinándonos a un sentimiento de desamparo e impotencia pese a todas las mascaras protectoras y a los lavados de manos higiénicos o a lo Pilatos, echando las culpas no al cesto de papeles sino a la “culpabilidad” de los políticos. Nosotros somos inocentes víctimas, “ellos” son culpables.

Y cuando abrimos los periódicos o vemos la televisión nos asaltan nuevas intensidades de calamidad pandémica con nuevas mutaciones del condenado virus. La muerte sigue galopando invisible con guadaña virulenta. Pero de igual manera que las palabras bíblicas nos recuerdan que “No sólo de pan vive el hombre”, los titulares de los diarios nos recuerdan que “no sólo de virus mueren los seres humanos”.

Ningún sistema del mundo puede impedir los principios de morir a la carne. Ni ninguna vacuna nos puede preservar de la muerte, pero uno tiene, perdón, yo, yo tengo a veces la impresión cuando leo notas necrológicas que sólo se mueren los „buenos“, es decir, los que yo considero buenos. Y los malos, como el virus, tienen vida eterna, en todo caso, una mutación constante con diversas formas de maldad. Naturalmente que yo sé-a nivel racional- que esa ”impresión“ no es verdad, que es producto subjetivo de un estado de ánimo. A nivel racional...

Al leer del fallecimiento de Almudena Grandes la impresión anterior me atenazó el corazón fuertemente. Un frío me recorrió piel y músculos. No me saltaron lágrimas, pero estoy seguro que de haber salido de mis ojos, habrían sido lágrimas heladas.

 La autora de Las edades de Lulú y El corazón helado era una novelista fuera de serie, y la guadaña del cáncer cortó su vida interrumpiendo sus  Episodios de una guerra interminable. Muchas de sus novelas han sido presentadas en programas de radio y televisión. Ella se consideraba discípula de Pérez Galdós, íntima amiga de Joaquín Sabina y devota de Manuel Vázquez Montalbán. Además era una extraordinaria columnista de El País de Madrid.

Almudena, anunció no hace mucho, septiembre del 2020,  que tenía cáncer pero que se sentía “segura, confiada y fuerte”, explicando que veía el cuadro clínico que le tocaba vivir como si fuera “un aprendizaje, nunca una maldición, ni una vergüenza, ni un castigo”. Su valentía al hacer público lo que otros por vergüenza callan, lo hizo motivada por la necesidad de ser transparente con sus lectores, que habían sostenido su carrera literaria y a los que consideraba muy cercanos.

Nada cercanos a la escritora han demostrado estar los derechistas de VOX. Un tuit del partido de ultraderecha Vox, desde la cuenta oficial de la formación en Vicálvaro, Madrid, publicó la polémica frase: “Con odio has vivido y con odio has muerto” para compartir o celebrar el fallecimiento de Almudena Grandes. Junto a esta frase adjuntaban una captura de pantalla en que se podía leer una de las columnas periodísticas de la escritora en que calificaba al acto rebelde antigubernativo de las 3 derechas (PP, VOX y CIUDADANOS) del año 2019 en la Plaza de Colón, como un “desfile espeluznante de todas las familias del fascismo español”.

Si antes no he tenido lágrimas heladas ahora sí que he tenido un acaloramiento de indignación ante la nueva muestra del odio patológico y visceral que impregna a determinados sectores de la derecha española.

Insultar a los muertos no es muestra de valentía. Y VOX no demuestra ni valentía ni buen gusto.

En un Acto público el representante del Partido Socialista de las Islas Baleares/PSOE, repitiendo palabras de Almudena, ha dicho: “Vox no es un partido constitucionalista” Estas fueron las palabras hacia Vox que ellos hoy han utilizado para insultar a Almudena Grandes después de fallecer. Almudena tenía razón entonces y la sigue teniendo hoy. Lo seguiremos diciendo por tí: no son un partido constitucionalista. Y seguiremos trabajando por un país donde no tenga cabida la ultraderecha. Hasta siempre Almudena.

El Presidente Sánchez ha ido al Tanatorio de Almudena y, enfatizando que ella estuvo comprometida con la memoria colectiva y con España, dijo: “Venimos a rendir tributo a Almudena Grandes. Diría que ha sido una mujer comprometida con la palabra, con nuestra memoria y con su país, porque desde su dimensión y su aportación intelectual ha hecho de nuestro país, un país mejor”.

Por el Tanatorio han pasado políticos como Miguel Iceta, Ángel Gabilondo, Ione Belarra (Podemos) y personalidades sindicales como Unai Sordo, Secretario de CC.OO, quien ha calificó a la autora como una “grandísima persona, novelista monumental y una mujer comprometida con su tiempo”. 

El ministro de Cultura, Miquel Iceta, ha expresado que la muerte de Almudena es una pérdida “irreparable” y ha querido destacar “su gusto de la historia, por la recuperación de la memoria, su calidad de escritura increíble y su carácter feminista y de izquierdas”. Lo que “configuraba una personalidad única”. 

“Nada de lo que podamos decirle le va a consolar pero es importante que tenga nuestro abrazo, nuestro cariño y el reconocimiento de la figura de Almudena, que se ha ido demasiado pronto”, ha confesado por su parte el ministro de Presidencia, Félix Bolaños. 

SOBRE LA LITERATURA A LA MEMORIA

Almudena nació en Madrid el 7 de mayo de 1960. Su obra se ocupa en gran parte de la recuperación del pasado ocultado y tergiversado durante el franquismo. Como ha dicho el expresidente Zapatero de la memoria de la memoria.

La primera novela que publicó fue Las edades de Lulú en 1989, obra erótica que ganó el XI Premio de La Sonrisa Vertical. Fue llevada al cine por Bigas Luna al año siguiente, con un guion conjunto con Almudena Grande por el que ambos fueron nominados a los premios Goya en 1991 en la categoría de Mejor guion adaptado.

 

Lulú es una adolescente que es seducida. Con los temores de una infancia carente de afecto, Lulú, de quince años, se entrega a la atracción que ejerce sobre ella un joven, amigo de la familia, a quien hasta entonces ella había deseado vagamente. Después de esta primera experiencia, Lulú, niña eterna, alimentará durante años, en solitario, el recuerdo fantasma de aquel hombre y prolongará indefinidamente, en su peculiar relación sexual, el juego amoroso de la niñez. Crea para ella un mundo aparte, un universo privado donde el tiempo pierde valor. Pero el sortilegio arriesgado de vivir fuera de la realidad se rompe bruscamente un día, cuando Lulú, ya con treinta años, se precipita, indefensa pero febrilmente, en el infierno de los deseos peligrosos. El libro tuvo un gran éxito y ha sido traducido a más de veinte idiomas. El enorme éxito de esta su primera novela, según declaraciones de Almudena: «le regaló la vida que ella quería vivir y jamás podrá saldar esa deuda».

El corazón helado es editada por Tusquets en el año 2007 y ganadora del Premio José Manuel Lara en 2008. El 10 de febrero de 2019, la lista de Business Insider escogió esta novela como representación de la ciudad de Madrid, en una selección titulada un libro por provincia.

El corazón helado se divide en tres capítulos: 1°-El corazón, 2°-El hielo y 3°-El corazón helado, siendo la más extensa la segunda parte. En total, la novela consta de 919 páginas, a las que hay que añadir las diez últimas que constituyen Al otro lado del hielo, una parte en la que la escritora ha contado anécdotas acerca de la novela, además de incluir agradecimientos.

En Madrid el corazón de Almudena se hace literatura : Puestos de verduras y pescados, en pleno centro de Madrid, allí vivía Almudena Grandes en un departamento habitado por libros. Resultaba casi imposible adivinar el color de las paredes cubiertas por ejemplares, en su mayoría, de poesía.

Grandes había estudiado Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid y esta formación le proporcionó conocimiento y técnicas para investigar y luego crear la saga de novelas ambientadas tras la guerra civil española. Almudena Grandes tomaba el modelo de Benito Pérez Galdós, Episodios Nacionales (1872-1912), la serie de novelas que recorren cronológicamente un segmento de la historia de España. El objetivo de la escritora era reflexionar –cronológicamente– sobre la historia reciente de su país a través de ficciones que integran el proyecto Episodios de una guerra interminable, novelas sin la pretensión de ser novelas históricas, propiamente dichas, pero como mosaicos de vidas cuidadosamente construidos de una sociedad oprimida. Inés y la alegría (2010), ganadora del Premio de la Crítica de Madrid, el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, fue el primer título de la serie. Luego aparecieron El lector de Julio Verne (2012), Las tres bodas de Manolita (2014), Los pacientes del doctor García (2017 que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa) y La madre de Frankenstein (2020). La primera de estas novelas está ambientada en 1944; la segunda, entre 1947 y 1949; la tercera en la década de 1940; la cuarta, entre 1945 y 1955; y La madre de Frankenstein, entre 1954 y 1956. Grandes había anunciado cuál sería el próximo título: Mariano en el Bidasoa, ambientada entre 1939-1964. No se sabe si hacía referencia a Mariano Rajoy, también gallego.

Almudena Grandes envió este artículo para su publicación en el número del 5 de diciembre de ‘El País Semanal’. Tras la muerte de la escritora, El País adelantó su artículo ‘Unos ojos tristes’, que se convierte así en la última entrega de su columna periodística. Refiriéndose a una película sobre los kinkis que Almudena se siente conmovida.

Reproducimos parte :

En estas condiciones me resulta inevitable- escribe A.Grandes-  recordar cómo entró el universo kinki en mi vida. Iban a ser unas semanas polvorientas, aburridas, sin nada de particular para los veraneantes de Becerril de la Sierra, sobre todo, para una adolescente que no sabía ya cómo divertirse. Podría buscar el año entre mis recuerdos, pero da igual. Fueron los primeros setenta cuando una fuga del Lute puso nuestro monótono mundo al revés.

Nos enteramos por las portadas de los periódicos.El Lute se había escapado y no se le había ocurrido mejor idea que la de ir a esconderse y dormir en un hostal de nuestro pueblo. Y Becerril, tranquilo, domado, pacífico, saltó de golpe a todas las cabeceras como sinónimo del infierno. Ese año hubo cuatro estaciones: otoño, invierno, primavera y Lute, es decir, el verano del Lute. No hay que explicarlo, hubo mucho histrionismo, mucho miedo sin fundamento, porque el Lute fue detenido a las pocas horas de pasar por nuestras vidas.

Y Almudena sigue: Pero lo que yo recuerdo ahora, en esta marea de botas de charol rojo y de nostalgia de una estética maldita, es el abismo de tristeza en los ojos de un hombre abatido no por la policía, sino por el destino. La camisa abierta, sucia, el pelo vencido, las cadenas de metal barato y el aspecto de un animal acorralado como una perdiz suelta en una montería de cientos de cazadores me hicieron increíble el miedo histérico de mis amigos. Por la noche nos reuníamos y ellos decían ay, qué miedo, y preguntaban: ¿os dais cuenta de lo cerca que hemos estado de morir? Su imaginación maquinaba la posibilidad de que el fugitivo hubiera salido a las calles del pueblo con una faca para llevarse a cualquiera por delante.

Yo me callaba, porque me parecía que el peligro en ningún caso podría llegar del pozo de miseria y de tristeza de aquellos ojos. Fue quizá la primera vez que la tristeza, más allá de las historias familiares, me llamó por mi nombre. Fue la primera vez que un mundo ajeno se hizo parte del mío.

Me estoy volviendo una vieja, tengo que asumirlo, pero en la mochila de experiencias e imágenes que he coleccionado a lo largo de mi vida está esa tristeza inolvidable de la puerta por la que el kinki entró en mi vida. Ya sé que es poco provocativo confesar mi alegría, sin embargo, cuando recuerdo la modesta historia por la que aquellos ojos tristes empezaron a leer en la cárcel hasta estudiar una carrera para reinsertarse en la sociedad. Nos hizo olvidar las fotografías de los periódicos y su andar vacilante por los márgenes con un brazo vendado en blanco y negro y en cabestrillo.

Seguramente Eleuterio Sánchez Rodríguez no se hubiera emocionado mucho, de conocerla, con mi emoción. Pero eso no le resta valor a mi experiencia. Es el valor de compartir la tristeza y la desgracia, el valor de una normalidad esperanzada que puede regular las vidas y salvar destinos.

LA MEMORIA VENCE A LA HELADA DEL FASCISMO

El corazón helado, novela donde por primera vez se escribía de las vidas de aquellos exiliados republicanos y sus generaciones de inadaptados posteriores, vio el agujero negro por el que se perdían una buena parte de los españoles del siglo XX.  Con la aprobación de la Ley de Memoria histórica se intentó rellenar el agujero con la tierra de las fosas y cunetas en que habían desaparecido tantas víctimas del fascismo. No se trataba de venganza sino de justicia y reparación.

Uno necesita comer para vivir, y beber. Son necesidades básicas. Jesús el Nazareno tenía hambre, y sed, necesitaba comida y agua. Superó las tentaciones del Demonio en el retiro del desierto.

Pero, más allá de la necesidad de alimento y bebida para vivir, el que sería crucificado dijo que su vida se sustentaba no sólo de pan, sino, más bien, de la palabra del padre, esta palabra trae vida espiritual, y quien está vivo espiritualmente puede entrar al reino de Dios. Como el martirizado por el Imperio romano y los fariseos carceleros de la „verdadera“ interpretación y colaboradores de los romanos, así fueron detenidos, torturados, encarcelados, vilipendiados, calumniados y asesinados muchos republicanos y luego, en la Dictadura, muchos antifranquistas. En la Obra de Almudena el reino o Paraíso Terrenal o Mundo Mejor sólo se consigue con la acción que busca justicia y establece principios éticos humanistas a partir de la empatía con los pobres, los perseguidos, los torturados.

Y en la consecución de esa Memoria de justicia y democracia, la obra y la vida de Almudena han aparecido como fanales de luz en la oscuridad del olvido y no desaparecerán, sino que levantarán el recuerdo y la bandera de las libertades por las que ellas escribió y luchó.

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