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Lección magistral desde las gradas

Sylvia Jaén

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No estuve en el partido de Copa de hace unos días en el Heliodoro Rodríguez pero, ahora que sé lo que allí sucedió allí, reconozco que me habría encantado.

Tras semanas, probablemente toda una vida, recibiendo insultos racistas, el jugador del Athletic Club de Bilbao Iñaki Williams encontró en la afición del Tenerife apoyo, cobijo y aliento. Y creo que somos muchas más las personas que también lo hicimos.

Acostumbradas a vivir los campos de fútbol como espacios donde, además de lo meramente deportivo, pareciera que se permite todo tipo de insultos, mofas y burlas, saber que hay una afición que marca la diferencia no es una noticia más, es en cierta forma la noticia para quienes soñamos con asistir y ver jugar a nuestros equipos de referencia, sin sentir que a la vez nos atraviesan múltiples puñaladas.

Una afición no es una entidad única, homógenea, pero sí es un todo.

En los deportes en general, cuanto más multitudinarios más se nota, el sentir lo es todo. La capacidad de contagio que tienen miles de personas coreando, apoyando, sufriendo y disfrutando por lo mismo creo, sinceramente, que no es comparable con nada.

Lo nombramos sentimiento y parece que pierde categoría, porque los sentires, por mucho que sean la esencia de la vida, no están bien valorados. O eso nos quieren hacer ver, razonadamente nos quieren hacer ver.

Nelson Mandela supo verlo cuando, tras años de encarcelamiento, pasó de ser un hombre libre a ser el presidente de Sudáfrica. Un Estado roto por décadas de apartheid, por el odio, los rencores y la desconfianza. Para ello, hábilmente supo canalizar el sentimiento de esperanza y amor de su pueblo al rugby y eligió a los mejores jugadores blancos y negros para conformar un equipo de ensueño que ganara, sí, pero sobre todo que emocionara a todo un país con la victoria más allá del deporte. Logró que toda una nación llorara, se emocionara y abrazara junta, piel con piel, sin importar la piel.

La afición del Tenerife me recordó esa tremenda hazaña, en su medida, pero también importante.

Apoyaron a Iñaki Williams y en ese apoyo, muchas y muchos hemos querido seguir soñando.

Creo que son múltiples los valores que como pueblo tenemos de concordia, comunidad y empatía. Sé que también en esto podemos ser referentes, faro y guía para otras aficiones. En Canarias el Odio no come gofio, y así hay que dejarlo ver y defender donde tantos corazones laten al mismo tiempo.

Igual, muchas de las personas que hoy me leen no me creen si les digo que confío en ir a los estadios, canchas, pabellones y terreros de nuestras islas y que nuestras aficiones protejan de las discriminaciones. Donde sean ellas, y todos sus sentires, quienes dejen bien claro que ni contra las mujeres, ni las personas LGTBI, ni contra las distintas etnias, pieles o cuerpos en nuestras islas se puede llevar por gala un insulto.

“No al racismo. Iñaki zurekin gaude (estamos contigo)” decían hace unos días esas pancartas que tanto emocionaron. Ojalá sean muchas las veces que no sea solo el juego el que nos emociona. Emprendamos ese camino.

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